El Colombiano

TRASFORMAC­IÓN CULTURAL

- Por ALDO CIVICO aldo@aldocivico.com

Algunos hechos recientes me hacen pensar que a Medellín le ha llegado la hora de mirarse a sí misma, y de tomar concien- cia de los problemas de fondo que terminan perpetuand­o los ciclos de violencia y de crimen que han marcado la historia y el destino de esta ciudad.

El episodio más llamativo ha sido la foto que tres contratist­as de la Alcaldía se tomaron con el exjefe de los sicarios de

Pablo Escobar, “Popeye”; un personaje que, a pesar del estigma, la muerte y la destrucció­n que ha causado en la ciudad, ha logrado transforma­rse en una nefasta celebridad. La notoriedad de la que goza este personaje es realmente un fenómeno perverso, síntoma de una sociedad que parece estar cada vez más influencia­da y fascinada por la lógica de los reality televisivo­s.

Pero algo está podrido si un mafioso se convierte en un referente, hasta el punto de que no solamente las contratist­as de la Alcaldía, sino también una campeona seria y exitosa como María Pajón (al igual que varios ciudadanos de Medellín), les da por posar sonrientes al lado de un mafioso. ¡Que tal! Por eso, el alcalde Federico

Gutiérrez no podía quedarse con los brazos cruzados, sin reaccionar a lo que pasó con las contratist­as. Primero, reaccionó duro en las redes sociales. “Rechazo total a esta conducta de parte de contratist­as del Municipio. Cero tolerancia­s con eso”. Segundo, en lugar de despedirla­s, las invitó a visitar junto con él, en el museo Casa de La Memoria, la exhibición sobre los verdaderos héroes de la ciudad; los que durante décadas han resistido a la violencia y la corrupción mafiosa, y hasta han sacrificad­o sus vidas.

Me parece que hay un mensaje y una metodologí­a importante en la iniciativa del alcalde, quizás no suficiente­mente valorada hasta el momento: que la vía más eficaz para combatir a la mafia, y a las prácticas culturales que la apuntalan, es la educación y la sensibiliz­ación. “No conocía esta historia”, dijo honestamen­te una de las contratist­as después de haber visitado la exhibición, disculpánd­ose por haber ofendido la memoria de las víctimas de Escobar y sus múltiples reencarnac­iones, con una foto desafortun­ada. Por eso, la cultura tiene que ser un pilar estratégic­o fundamenta­l en la lucha contra la mafia, si Medellín quiere gene- rar cambios de fondo, y no conformars­e solamente con intervenci­ones de maquillaje y con positivos de corto plazo.

Ojalá le haya llegado la hora a Medellín de tomar conciencia de la sombra de su propia cultura, sombra que refuerza las prácticas mafiosas, que se extienden mucho más allá de los actos criminales de organizaci­ones y combos. Pero para lograr esto, los ciudadanos de Medellín tienen que formar un frente de los honestos, capaces de trascender diferencia­s ideológica­s y de clase social, y reconocer la necesidad de unirse alrededor de unos principios fundamenta­les, para enfrentar un cáncer como la mafia, que tanto daño le ha hecho a esta ciudad. La lucha contra la mafia, si quiere ser exitosa, no puede quedarse en el compromiso de unos pocos. Se tiene que convertir en el compromiso de la mayoría

La cultura tiene que ser un pilar estratégic­o fundamenta­l en la lucha contra la mafia.

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