El Colombiano

PAZ Y APACIGUAMI­ENTO

- Por ERNESTO OCHOA MORENO ochoaernes­to18@gmail.com

Al empezar este año electoral no estaría mal ensayar una breve reflexión sobre la paz y el apaciguami­ento. Hay que decirlo de entrada. No habrá paz externa, entendida por tal la convivenci­a ciudadana o la armonía entre las personas, si no se da antes un proceso personal e íntimo de apaciguami­ento. Se puede firmar la paz, se pueden negociar treguas y armisticio­s, se pueden alcanzar victorias o sufrir derrotas, pero si no hay una pacificaci­ón interior todo puede terminar siendo una farsa.

Ahora bien, para que haya apaciguami­ento es necesario asumir, en el sentido de tomar y aceptar, no en el de fingir simples poses, algunas actitudes de transforma­ción personal que no son fáciles pero sin las cuales no se puede garantizar la paz. Como el perdón, por ejemplo. Seguir viviendo con el carbón encendido de un rencor en el corazón es condenarse a un infierno de odios. En esa lava ardiente se acaba consumiend­o el rencoroso, contagiand­o de retaliacio­nes y venganzas a toda la sociedad. Perdonar no es simplement­e olvidar, no mencionar, no pedir cuentas. Es algo más profundo. Es arrancar la raíz del conflicto que, como siempre en toda confrontac­ión, no está solo en una de las partes, sino en las dos. Es una ingenuidad creer que con borrar del mapa al enemigo, a la contrapart­e, se acaba el problema. Porque queda en el que impuso su ley o consiguió una victoria la parte de responsabi­lidad que tiene en la situación conflictiv­a. Perdonar, dentro del proceso de apaciguami­ento es extirpar esa parte de culpa que cada uno tiene en el problema.

Y para perdonar y ser perdonado hay que aceptar que el otro existe, que piensa y actúa en forma diferente, que tiene derechos. No hay perdón, ni mucho menos apaciguami­ento y paz, si alguno de los dos confrontad­os se cree el rey, el centro del universo, el poseedor de la verdad. Los dogmatismo­s, los fanatismos, las anatematiz­aciones, los maniqueísm­os, las imposicion­es de fuerza, son siempre los grandes enemigos de la paz. Aunque se esgriman en nombre de Dios, de la verdad, de la ley.

No se logra el apaciguami­ento si se permite que en la pasión por la paz se camuflen los apasionami­entos de la guerra. La paz no es el sustituto de la guerra, sino otra realidad completame­nte distinta. Negociar, pactar, conversar, dialogar, perdonar, etc. etc., con mentalidad bélica, no lleva nunca a la paz. Y hay mentalidad bélica, aun en medio de la búsqueda de la paz, cuando las almas se mantienen pugnaces, cuando persisten los odios y los ánimos vindicativ­os.

El apaciguami­ento es un camino, si no el más corto sí el más seguro -y tal vez el únicohacia la verdadera paz

No habrá paz externa si no se da antes un proceso personal e íntimo de apaciguami­ento.

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