SOBRE TANTO ACOSO
En este siglo 21, la palabra es acoso. Hay que ver cómo acosan los locutores, los gobiernos...
Estación Sofoco, en la que se acosa sexual y laboralmente, con el lenguaje incluyente, los gestos y la mentira, con los avisos de prohibido, los ruidos de los celulares y los correos excesivos que llegan a la computadora, con el cruzar una avenida (en caso de ser peatón) o pasar un semáforo en amarillo y frenar para no pegarle a otro, con el tomar un bus que arranca o llegar a un supermercado y ver que los precios suben sin que nada los regule, con los mensajes políticos desmedidos y la repetición alarmista de noticias en la televisión y la radio, con los mensajes electrónicos y los trinos, con las miradas envidiosas y los que esculcan a ver qué hay en el otro, con los avisos vendiendo felicidad y los mensajes religiosos hablando del fin del mundo. Y en medio de todo esto que nos acelera, el tiempo se deshace y al fin no se ha hecho nada importante, a no ser que fuimos pasando de una cosa a otra dándole más importancia a la conjetura y al mal genio, a los olores que nos siguen y a lo que no se pudo.
En este siglo 21, la palabra es acoso. Hay que ver cómo acosan los locutores deportivos cuando transmiten un partido, los gobiernos al expedir más impuestos, los guerreristas que creen que una guerra es una película que no dura más de dos horas, los maridos que se arrancan el pelo porque la mujer no está todavía arreglada, los vendedores que aseguran que está de moda llevarse unos zapatos estrechos, los que se paran en una taquilla de banco a preguntarle esto y lo de más allá al cajero, los que hacen cuentas en la cabina de un cajero electrónico, los que suben las escaleras eléctricas corriendo y los que antes de pagar comienzan a dejar a un lado lo que ya no les gustó, etc. Y claro, hay sofoco y la gente se altera, las miradas son puñaleras y el mandamiento es acosaos los unos a los otros. Y más.
Sobre la definición de acoso, no hay nada claro. Lo que sí es evidente es que es una manera de ahogar o asustar a otro estimulándole lo peor o poniéndolo es estado de impotencia, como cuando un atracador acosa al atracado o una señora coge al niño de la oreja. Y a esta palabra, acoso, le añaden otras para crear un concepto: acoso escolar, acoso laboral, acoso sexual, acoso ideológico, acoso financiero, acoso intelectual, acoso casero, etc., siendo el acoso un umbral entre el delito y el casi cometerlo, una manera de denunciar al otro buscando dinero o venganza y más ahora, cuando este ejercicio desmesurado del sofoco o el atosigue propicia vivir en un mundo más estrecho y mantenerse en guardia, porque, debido al uso desmedido de la palabra acoso, ya la mirada puede acosar igual que unos deseos de ir al baño. Qué calor.
Acotación: Cada vez que aparece un concepto nuevo, cambia el mundo. Cambió con el concepto bomba atómica y contaminación ambiental, con el de crisis financiera y genocidio, el de pederastia y homofobia, el de guerra fría y el de posverdad. Y ahora aparece el acoso, que quizá nos lee como somos, todos en pie de guerra y rellenos de incumplimientos