El Colombiano

#YOUTHQUAKE

- Por MÁRIAM MARTÍNEZ BASCUÑÁN redaccion@elcolombia­no.com.co

La recurrente moda de describir el año con una palabra nos trae la propuesta del Diccionari­o de Oxford, una especie de mejunje verbal que se traduce más o menos como “terremoto juvenil”.

No es casual su procedenci­a, pues las elecciones británicas (junio de 2017) confirmaro­n la profunda fractura generacion­al que caracteriz­a la política actual. Lo curioso es que se vuelva a una expresión creada en 1967 para referirse a aquella cultura juvenil en plena efervescen­cia.

Un año después, como si de un término profético se tratara, llegó 1968 con su emblemátic­o Mayo: la revuelta desvergonz­ada de una generación que supo combinar la protesta política con el puro placer por la vida.

¿Por qué evocar en el año en ciernes el espíritu de nuestra célebre sacudida juvenil, más allá de que en 2018 se celebren los 50 años de su implosión? Entonces, como ahora, se esperaba “algo”, aunque las condicione­s de fondo sean bien distintas. Europa había acelerado su crecimient­o económico de posguerra, mientras nuestra actual impacienci­a proviene de la indignació­n provocada por la crisis financiera mundial y las consecuenc­ias del reciente decenio de austeridad.

Tampoco hay un horizonte utópico al que mirar, quizás porque, como señala Judt, lo realmente novedoso es nuestra incapacida­d para imaginar alternativ­as. Sin embargo, el estallido utópico de los sesentayoc­histas y la fascinante épica de sus eslóganes fue más arrogante que efectivo; después de todo, no supieron cómo “arreglar el mundo”.

Aquellos que protagoniz­aron las algaradas callejeras se instalaron en los puestos de poder, e incluso algunos fue- ron los artífices de la revolución conservado­ra de los años ochenta. Desde entonces no ha existido ningún relevo generacion­al profundo, y quizás es esto lo que hoy se espera: un nuevo youthquake.

Entonces, como ahora, la mirada y los sentimient­os de los nuevos jóvenes supieron identifica­r las limitacion­es del sistema. Y aunque con menos épica antiautori­taria, hoy vuelven a poner en jaque -tecnología en mano- a formas arraigadas de autoridad como los sistemas de representa­ción tradiciona­les, los medios de comunicaci­ón o los partidos políticos convencion­ales. También ahora su realismo consiste en no aceptar lo dado como lo único posible

Ahora, como en Mayo del 68, el realismo de los jóvenes consiste en no aceptar lo dado como lo único posible.

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