El Colombiano

¿Qué pasó con la magia que tenía el Pueblito Paisa?

La escuelita, la barbería y alcaldía se esfumaron de este sitio turístico en el cerro Nutibara. Enojo en el comercio.

- Por DIEGO ZAMBRANO BENAVIDES

No es lo mismo que hace cinco años. El pueblito paisa, en la cima del cerro Nutibara de Medellín, ya no se siente tan acogedor. La arquitectu­ra de la plaza central se mantiene, pero con evidentes desgastes. Varios espacios vacíos, donde antes había pupitres, camas, y muebles de principios del siglo XX dan cuenta del abandono, del que se quejan los comerciant­es del lugar.

No es que solo los visitantes locales, incluso de otras partes de Colombia lo noten, es que también se dan cuenta de ello los extranjero­s. Norina Messer, turista suiza, fue contundent­e al dar su impresión sobre la réplica del pueblito: “le falta autenticid­ad”.

Recienteme­nte visitó Filandia, en Quindío, y considera que no hay comparació­n. Es como si al pueblito paisa le hubiesen arrancado su esencia. Su identidad fue arrebatada junto con la barbería, la botica, la fonda y los viejos sillones de mimbre que fueron retirando entre 2012 y 2016.

En su lugar quedaron unas fotografía­s de silleteros, que si bien ilustran sobre la tradición antioqueña de las flores, se sienten forzadas y no sintonizan del todo dentro de las habitacion­es que imitan el estilo arquitectó­nico de la época de la colonizaci­ón.

Un lugar sin brillo

La Navidad, fin de año, Semana Santa y Feria de Flores, son un imán para los turistas, días de temporada alta durante los cuales se reportan altos números de visitantes.

En diciembre se registraro­n 2.070 personas en el punto de informació­n turística, lo cual, según esta misma oficina, es una cifra mínima porque al pueblito paisa se accede sin mayor control de ingreso.

Pero los números bajan el resto del año, cuando al cerro suben casi que exclusivam­ente deportista­s y caminantes. En ese momento es cuando el comercio, que sobrevive en la cima, se sostiene con las uñas.

“No hay palabras, nos pasamos cogiéndono­s los cachetes, por lo menos en la plazoleta de comidas estamos escondidos, nos tienen sin señalizaci­ón, incluso ahora que todavía se está terminando la temporada alta, vea esto como está de vacío. Y eso que la promesa era que acá en donde nos ubicaron nos iba a ir mejor”, revela Ana Libia Arias, quien llegó a trabajar al pueblito hace 38 años.

La situación es de esta magnitud: en temporada alta, ella vende hasta 90 barriles de cerveza en una semana; durante el resto del año, vender uno solo le puede tomar dos semanas.

Jhon Fredy Castillo, vendedor de artesanías, comenta que los turistas se quejan con los vendedores, les preguntan dónde están los objetos que reme- moran los viejos tiempos. “Como no los ven, se desilusion­an, les comentan a sus conocidos y dejan de subir mucha gente porque ya no les interesa”.

Otros visitantes, más despreveni­dos, como la pareja de argentinos Polo Peralta y Patricia López, expresan que el sitio les parece pintoresco, pero matizan: “no somos muy entendidos en esto, estamos viendo algo nuevo”.

La contrapart­e la asume Hernán Darío Espinosa, antioqueño, quien desilusion­ado desconoce el pueblito paisa del presente. Los pupitres de la vieja escuelita le resultaban parecidos a unos en los que él había estudiado cuando niño y no alcanza a comprender por qué tuvieron que llevárselo­s ni a dónde.

“Ya no es el sitio obligado, porque antes el que venía a nuestra ciudad y no visitaba el pueblito paisa, era como si no hubiera venido”, dice.

Pobre infraestru­ctura

No solo es notoria la falta de antigüedad­es, de la estatua de Tomás Carrasquil­la que estaba afuera de la escuelita, o de la pila de agua en la plaza que no funciona, sino también la pintura que se descascara en la iglesia y en la parte baja de las casas de la réplica. También es lamentable el estado del césped (si es que queda) en el mirador del sitio, así como la abundancia de barro y charcos en esa misma terraza cada vez que llueve.

Ana Libia, quien ejerce como representa­nte de los vendedores de comidas, cuenta que fue durante la administra­ción de Sergio Fajardo, entre 2004 y 2007, cuando trasladaro­n las casetas, las sillas y las mesas de comida hacia el lugar donde estaba ubicado, un parqueader­o.

“Nos dejaron sin sanitarios, nos toca subir unas escalas y pagar en el baño públi- co. Pero hay que tener en cuenta que somos muchos los adultos mayores, que llegamos hace décadas, a los que no nos queda tan fácil ese trajín”, denuncia.

También comenta que a unas rejillas que se instalaron para prevenir inundacion­es, se les roban los hierros y en los huecos que quedan los vendedores y turistas han sufrido accidentes. Los “quiebrapat­as”, los llama ella.

La sensación que les queda

“La vista desde el mirador es hermosa, más de lo que esperaba, pero siento que al pueblito paisa le falta autenticid­ad”. NORINA MESSER Turista suiza. “La gente se queja con nosotros, que dónde están los objetos viejos, que por qué las piezas están vacías”. JHON FREDY CASTILLO Vendedor de artesanías.

es que cada administra­ción trata de darse el pantallazo haciendo reformas en el pueblito paisa y al final los proyectos no terminan en nada.

Aunque destacan que en materia de seguridad y de aseo, el lugar es una tacita de plata, anhelan que el alcalde cumpla con la promesa de revivir este olvidado atractivo turístico de la capital antioqueña.

¿Será que esta vez sí?

Los planes de la Alcaldía de Medellín, que el año pasado invirtió cerca de 2.000 millones de pesos en los estudios de diseños para intervenir dos cerros tutelares (El Volador y Nutibara), dentro de los cuales se incluye el proyecto para mejorar el pueblito paisa, contemplan una nueva transforma­ción del lugar.

La administra­ción está a cargo de la Secretaría de Medio Ambiente; no obstante,

son varias las dependenci­as del Municipio las que tienen responsabi­lidades allí.

“Somos consciente­s que hay espacios a los cuales les hace falta el contenido cultural, por eso hemos hecho el levantamie­nto del estado actual para que dentro del plan de intervenci­ón se puedan mejorar esas falencias”, manifiesta Valentina Aguilar, subsecreta­ria de Turismo de Medellín.

Desde julio del año pasado se suscribió un contrato con la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) para recuperar y adecuar físicament­e el pueblito, sus fachadas, los muros, y suprimir los parqueader­os para volver al lugar un sitio más “caminable”.

Juan Camilo Builes, subgerente de diseño e innovación de la EDU, destaca que dentro del contrato se estableció que en los miradores se mejorarán las zonas verdes, el alumbrado, y para ello hay un presupuest­o de 24.000 millones de pesos.

Por su parte, Lina Botero, secretaria de Cultura de Medellín, explica que se construirá un guión museográfi­co que permita tener contenidos culturales, artísticos y gastronómi­cos para que los visitantes tengan mejores experienci­as, no solo en temporada alta, sino todo el año.

“En el parqueader­o que existe actualment­e, está la idea de ampliar incluso la réplica del pueblito para darle una nueva vida. Sobre el tema del acceso también se está trabajando en un sistema para que la gente pueda subir, pero de una manera amigable con el medio ambiente”, destaca Botero.

Además defiende el retiro de los objetos viejos argumentan­do que estaban en mal estado. “Los muebles de madera se los había comido el comején, pero se remplazará­n por otros que sean más juiciosos con la historia” aclara.

Los elementos que cuentan la historia de los silleteros de Santa Elena permanecer­án para que los visitantes no tengan que desplazars­e hasta el corregimie­nto e incluso se planea adicionar algunos.

Reconocien­do la importanci­a de este sitio, que por décadas fue el principal atractivo turístico de Medellín, la nueva promesa de la Alcaldía es que los resultados se vean a comienzos de 2019. ¿Será que esta vez sí?

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FOTOS CARLOS VELÁSQUEZ 1. La plaza del pueblito paisa es lo único que no ha cambiado, aunque la pila de agua ya no funciona. 2. De las habitacion­es fueron sacados los objetos antiguos. 3. Cuando llueve el mirador se vuelve un lodazal, un repelente para turistas. 4. La...
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