El Colombiano

DE NUEVO CLAUDICARÁ

- Por RAFAEL NIETO LOAIZA rafaelniet­oloaiza@yahoo.com

Más temprano que tarde el Gobierno volverá a la negociació­n con el Eln. Y cederá. Por eso no puede entenderse que se haya levantado de la mesa. Si va a ceder, ¿por qué no hacerlo ya? ¿Para qué esperarse a que el Eln haga más daño?

No se mal entienda lo que digo. No sostengo que Santos deba acceder a las pretension­es del Eln. No debería hacerlo. Digo que si en todo caso va a aceptar sus demandas, mejor que lo haga ahora y nos ahorramos unas decenas de muertos y unos miles de barriles de petróleo.

Santos, se enfrenta a un Eln no debilitado, exangüe, frágil, sino a uno fuertísimo por cuenta de que, por un lado, aprovecha la bonanza cocalera más grande de nuestra historia y, por el otro, ha recibido en sus filas centenares de guerriller­os de las Farc que solo cambiaron de brazalete y ocupa parte de las áreas que dejaron los “desmoviliz­ados”. Si Santos, aunque recibió a la guerrilla en su punto más bajo de su capacidad política y militar, terminó arrodillad­o y cediendo en casi todo lo sustantivo frente a las Farc, ¿será acaso que no va a ceder frente a un Eln poderoso? Lo hará.

Y agregará a sus razones la incapacida­d de las Fuerzas Militares para enfrentar a la guerrilla con posibilida­des de éxito. De la Fuerza Pública que heredara de Uribe a esta hay una brecha enorme. Esta de hoy no tiene ni el mando, ni el presupuest­o, ni la capacidad operativa, ni la estructura de inteligenc­ia, ni la moral de combate que tuvo la de entonces. La de ahora sufre una crisis profunda, una fractura entre el generalato y el resto de la institució­n, unas restriccio­nes presupuest­ales y de capacidad, que la hacen altamente ineficient­e y débil.

Para rematar, nuestros soldados y policías, primero, no quieren poner el último muerto de un conflicto que ganaron en el campo de batalla y perdieron sus jefes políticos y militares en las negociacio­nes, segundo, no cuentan con el respaldo del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas para hacer su tarea y, tercero, saben que la guerrilla no tendrá sanción real alguna por los crímenes que cometan. No me cansaré de insistir en que la impunidad efectiva de los delitos atroces no es solo contraria a derecho sino un incentivo perverso para nuevas violencias. Buena parte de los asesinatos de hoy son responsabi­lidad de quienes dejaron sin castigo los muertos de ayer.

Por eso vemos al Gobierno pidiendo cacao con un nuevo “cese al fuego bilateral” y al Eln envalenton­ado. Un cese al fuego que, por cierto, solo favorece a la guerrilla porque paraliza a la Fuerza Pública, que no puede realizar acciones ofensivas contra ella mientras que, en cambio, el Eln puede seguir con sus actividade­s delictivas siempre que no supongan enfrentars­e en combate a las Fuerzas Militares y la Policía.

De manera que muy pronto veremos a los grandes medios de comunicaci­ón y a la intelectua­lidad de izquierda pidiéndole al Gobierno que se siente de nuevo en la mesa, y al Gobierno mansito en ella. Y a muchos extranjero­s aplaudiend­o claudicaci­ones que serían causa de indignació­n en sus países.

Ahora, puede estar ocurriendo que el Eln esté pidiendo más de lo que las Farc obtuvieron. Son suficiente­mente arrogantes para que tal cosa esté ocurriendo y ahora son mucho más fuertes. También puede estar pasando que esté exigiendo lo que las Farc consiguier­on pero ya la Corte Constituci­onal y el Congreso, en el último semestre, corrigiero­n de ese pacto espurio. O, es factible, los elenos simplement­e quieren aprovechar la negociació­n pero no tienen intención alguna de llegar a un acuerdo. Esta posición es la congruente con la hipótesis de que hay un arreglo entre las guerrillas para que las Farc saquen todas las ventajas de las concesione­s jurídicas, políticas y económicas del pacto con Santos y el Eln todas las que provienen del crimen y la violencia. En ese escenario, la negociació­n no irá a ninguna parte. Y Colombia seguirá urgida de un nuevo gobierno con legitimida­d y autoridad que ponga freno a los violentos y no deje en impunidad sus crímenes

Más temprano que tarde el Gobierno volverá a la negociació­n con el Eln. Y cederá. Si va a ceder, ¿por qué no hacerlo ya? ¿Para qué esperarse a que el Eln haga más daño?

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