A MANERA DE MANIFIESTO
Recientemente, al indagar sobre las razones por las cuales una familia progresa y se desarrolla, encontré lo mismo: las familias son, y aún más, crean su futuro a partir de lo que conversan. Se habla más de lo debido del supuesto desastre que viene y poco del mundo y las oportunidades. Por ello se niegan los avances de la ciencia, la economía y los cambios sociales en los países.
“Ya casi nadie escribe manifiestos”, se quejó alguien. “Acá nos gustan mucho los manifiestos”, respondió Juan, “porque nos importan los principios sobre los cuales se fundamentan las cosas y valoramos las palabras”. Al final, contó que donde trabajamos se han escrito varias declaraciones de principios e intenciones, a manera de guía para poder afrontar temas sin perdernos en los recovecos del día a día. Yo, por ejemplo, admiro profundamente el manifiesto que es la declaración de independencia de Estados Unidos. La expresión “búsqueda de la felicidad” dice más cosas que decenas de páginas de ciertas constituciones.
Hace años, en una conferencia, escuché que las sociedades son lo que conversan. Esa posibilidad me sedujo y resonó con la devoción que desde niño sentía por las palabras. Luego, en la empresa descubrí que las organizaciones son lo que conversan porque terminan enfocándose en aquello de lo que más hablan; y recientemente, al indagar sobre las razones por las cuales una familia progresa y se desarrolla, encontré lo mismo: las familias son, y aún más, crean su futuro a partir de lo que con- versan. Por eso hoy estoy enamorado de la idea de que las conversaciones que tenemos, como escribió Humber
to Maturana, pueden cambiar el mundo.
Comienzo entonces esta tarea de una columna semanal. Me anima la posibilidad de proponer algunos temas para la conversación de los lectores. Algo más allá de lo que predomina en nuestras charlas diarias. ¿ Ustedes no se encuentran a veces en conversaciones donde no hay tema? Mucho small talk como dicen en inglés o chats como se llama la comunicación digital entrecortada. Se habla demasiado de los demás o de lo material. Se habla más de lo debido del supuesto desastre que viene y poco del mundo abundante y de oportunidades en el que vivimos. Por ello se niegan los avances de la ciencia, la economía y los cambios sociales en los países. Nos gusta hablar de política, pero de la pequeña, la de los corredores y la intriga. Por ello se nos olvidan las ideas, las posibilidades concretas y los proyectos factibles. Me atrevo a decir que hablamos mucho pero conversamos poco.
Me voy a aprovechar de varias cosas para provocar la conversación. De libros que encuentro, personas que me enseñan, viajes donde descubro, conversaciones que me inquietan, proyectos en los que participo. Me siento afortunado porque gracias a mi trabajo aprendo cosas nuevas cada semana, y por eso pienso que debo ser capaz de transmitir algo de esto, con los fines de ayudar a modernizar la expresión “cultura antioqueña” e invitar aliados a esta causa: enriquecer nuestra conversación. Así, de pronto algún día construyamos y nos alimentemos de un diálogo más amplio en lo cultural, estético, ético, intelectual y ojalá, profundamente humano