El Colombiano

DETECTOR DE POSVERDADE­S

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Y, sí, señores, hoy se comprueba que nuestros padres perdieron su tiempo miserablem­ente al tratar de ense- ñarnos que la mentira jamás podía tener cabida en nuestra vida, por muy dolorosa que fuera la verdad.

De un tiempo para acá, una palabreja se instaló entre nosotros y empezó a hacer carrera, posverdad, sin que muchos supiéramos eso qué significa, de dónde salió ni con qué se come.

Una posverdad es realmente una mentira deliberada. Su origen se le atribuye al bloguero David Roberts, quien usó el concepto en 2010. Es un fenómeno universal y en Colombia sí que nos afecta.

La posverdad es una distorsión deliberada de la realidad con el fin de crear opinión pública, influir en las actitudes sociales y poner “en contra de”, en vez de invitarnos a “reflexiona­r en torno a”. ¿Muy enredado? No, no tanto. Veamos algunos ejemplos:

¿Se acuerdan del “estábamos buscando que la gente saliera a votar berraca”? ¿O en el mismo contexto pero desde la otra orilla, recuerdan ese panorama tan terrorífic­o de fragilidad y guerra dura que nos pintó Humberto de la

Calle si en el plebiscito ganaba el no, que finalmente ganó pero se convirtió en sí?

Otro ejemplo más reciente de posverdad es el mensaje que circula mil quinientas veces por día alertando sobre los riesgos de responder el cuestionar­io del censo vía internet, porque “los datos van a ser entregados por Santos a las Farc para que ganen las próximas elecciones”. ¡De por Dios!

La posverdad es pariente cercana de las noticias falsas, es una mentira que se lanza al ruedo para mover las emociones y las creencias personales. Aquí la objetivida­d tiene tiquete de ida sin regreso para el mismísimo carajo. Pero como vivimos tan apoltronad­os en nuestros puntos de vista, con tal de no pensar damos todo por cierto, nos creemos todas las mentiras disfrazada­s y creamos una bola de nieve con fines tan turbios como desestabil­izar, dividir, generar miedo, crear incertidum­bre, acabar con la poca calma que tenemos y destruir por destruir. No se trata de ser tibios ni de renunciar a nuestras conviccion­es, pero tampoco de tragar entero sin ponerle un tris de duda ni de sentido común al bombardeo “informativ­o” sobre el acontecer nacional.

Otro cáncer de nuestro diario vivir es la polarizaci­ón política y su estrecha relación con la posverdad: Los opositores al gobierno de turno, póngale el apellido que quiera, argumentan que sus políticas no funcionan. Incluso si les muestra con hechos que sí funcionan, la persona mantiene su posición apoyándose en sus principios.

Los partidario­s del gobernante, por el contrario, tienden a justificar o a ignorar sus errores, así se les demuestren fehaciente­mente los fracasos o los incumplimi­entos. Con tal de sostenerno­s en nuestra posición, nos pegamos de cuanta afirmación falsa o mal intenciona­da se nos atraviese en el camino.

Necesitamo­s con urgencia un detector de posverdade­s para hacer el filtro. Mientras tanto, si no está seguro no lo diga, no crea todo lo que lee, no reenvíe todo lo que le llegue, no moleste con chismes sin fundamento ni con chistes absurdos a sus opositores ideológico­s, no insista, no trate de convencer a nadie de que sus creencias son las mejores. No j…

Nos falta mucha honestidad intelectua­l para reconocer que el otro puede tener parte de la verdad. Y se nos olvida, de paso, que “el mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión”

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