FUEGO Y FURIA
Fuego y furia, la obra de Michael Wolff es, pues, la mejor prueba de que cualquier sandio puede ocupar la Casa Blanca.
Así se intitula el libro de 336 páginas escrito por Michael
Wolff, publicado hace unos días por Little Brown, que -en tres días- vendió un millón de ejemplares; según su autor lo escribió porque con la ascensión al poder de Donald
Trump el 20 de enero de 2017, los Estados Unidos entraron en el ojo de una tormenta política que supera a la desatada por el Watergate.
Por eso, decidió contar esta historia al estilo contemporáneo y narrar la vida en la Casa Blanca a través de sus ocupantes, con base en 200 conversaciones realizadas durante dieciocho meses con la mayoría de los miembros del equipo presidencial, quienes califican al gobernante de “loco”, “idiota” y “estúpido”. En especial, se destacan las revelaciones de Stephen K.
Bannon, la otrora mano derecha de la campaña y asesor presidencial de cabecera, cuyas múltiples infidencias hacen ver al mandatario como un verdadero espantajo.
Ese aserto se confirma desde el primer capítulo cuando se muestra cómo ni el mismo candidato creía que podía ser electo presidente, pues él solo quería ser el hombre más famoso del mundo; por eso, se le vio asombrado y consternado tras su victoria en noviembre de 2016; es más, el día de la posesión estaba enojado porque muchas personalidades rechazaran asistir al evento y hasta peleado con su mujer quien “parecía al borde de las lágrimas”. Tenía lo que algunos a su alrededor llaman “la cara de golfista”, esto es, “enfadado, con los hombros encorvados, brazos oscilantes, cejas y labios fruncidos”.
Además, era evidente que él encontraba a la Casa Blanca como espeluznante si se le comparaba con los lujos existentes en la vivienda de su propia Torre; mientras que su hija Ivanka convertida en colaboradora (secundada por su ambicioso esposo Jared
Kushner), con la misma megalomanía de su padre, ya sueña con ser la primera mujer presidenta de esa nación. Por supuesto, es claro que ella no respeta a su progenitor a quien, se dice, lo trata con un elevado “grado de desapego, incluso de ironía” hasta el punto de “burlarse de su cabello con los demás”.
El texto muestra a un gobernante que admira al magnate mediático australiano
Rupert Murdoch a pesar de que este lo llama “jodido idiota” o “idiota de mierda”; pero que, al mismo tiempo, tiene difíciles relaciones con los medios de comunicación y enciende conflictos cada que puede: por ejemplo, acusó al ex director del FBI James Comey de “mentir y proteger” a
Hillary Clinton en la campaña, aunque no le preocupan sus nexos con Moscú para perjudicar las aspiraciones eleccionarias de aquella.
El libro enseña a un hombre de derechas, nacionalista multimillonario, racista, xenófobo y egocéntrico, acosador y coleccionista de mujeres hermosas, adicto a la televisión y a las charlas telefónicas, etc.; un niño malcriado (munido de un supuesto “botón nuclear”), que lo quiere todo y ya. Eso sí dispuesto a acudir al que sea para hacer prevalecer sus intereses, como sucedió con su acercamiento a los sectores de Wall Street, a través de destacados representantes como el Banco Goldman Sachs, al que le confió lugares claves en su gabinete para desregularizar y liberalizar los controles financieros impuestos por Obama tras la crisis.
La obra es, pues, la mejor prueba de que en épocas de globalización e integración supranacional, cualquier sandio puede ocupar la Casa Blanca porque quienes gobiernan son las corporaciones internacionales y las transnacionales; el poder lo detentan los más ricos y poderosos del orbe y, en tales condiciones, es impensable que imperen la justicia y la democracia porque hay una enorme concentración del poder y las riquezas. En la historia de la humanidad abundan ejemplos de ineptos al frente de las naciones y, al final, no ha sucedido nada; sin embargo, aquí sí pasará algo: Donald Trump, sin quererlo, escribe otra página más para el brillante libro de
Pál Tabori, “La Historia de la Estupidez Humana”