¿SERÁN DESVENTURAS O LECCIONES?
Cuando viajamos en avión no es raro que el piloto anuncie que “estamos pasando por una turbulencia” y pida que nos abrochemos los cinturones. Si el sacudón es fuerte, aunque sean pocos minutos, parecen una eternidad.
Las “turbulencias” que pasamos en la vida también suelen parecer eternas, pero aunque sean muchas las pérdidas, si nos dedicamos a aprender de ellas y a ayudar a quienes han sufrido mucho, saldremos enriquecidos.
Las calamidades y situaciones de crisis traen perturbaciones en la vida de todos nosotros, pero a pesar de las incomodidades que conllevan, pueden ser una oportunidad para enriquecernos como familia.
Cuando tenemos una pérdida o un revés de fortuna es importante hacer partícipes a los hijos de lo que está ocurriendo por doloroso que sea para nosotros y para los hijos. Hay que animarlos a asumir los problemas de la vida con entereza para que aprendan a lidiar con los inconvenientes y a ser solidarios con las desventuras de los menos favorecidos.
A través de nuestro esfuerzo y valentía frente a las calamidades, podemos ofrecer a los hijos un ejemplo de cómo convertirlas en oportunidades, enfocándonos en lo que podemos hacer para contribuir a aliviarlas. Por ejemplo, en vez de renegar contra los niños de la calle, podemos ayudar a mejorar sus circunstancias y a atender las necesidades de quienes tienen menos. Eso es lo que necesita el mundo y también lo que necesitan nuestros hijos como ejemplo.
Todas las experiencias difíciles o dolorosas que vivimos, constituyen una importante lección para la vida que puede ser muy provechosa para fortalecernos y crecer como personas.
Las desdichas, bien manejadas, traen más venturas que desventuras. Es gracias al dolor que aprendemos a ser generosos y compasivos con quienes sufren; es gracias a las privaciones que valoramos todo lo que hemos recibido; y es en los momentos más difíciles de nuestra vida cuando más nos acercamos a Dios. ¡Recordemos que cuando se apagan las estrellas es porque está próximo a salir el sol!
Las desdichas, bien manejadas, traen más venturas que desventuras. Es gracias al dolor que aprendemos a ser generosos.