El Colombiano

Ese momento en el que el actor está muy solo

- Por MÓNICA QUINTERO RESTREPO

Desde este jueves empieza el cuarto Encuentro de Monólogos, dos semanas para explorar este género de las artes escénicas.

Todo está a oscuras. Habla una mujer: entonces corro hacia la esquina y si hay verja... Sigue hablando, luego hay luz. Es una punkera, con ropa negra, urbana, de botas, maquillaje fuerte. Narra su vida, la de una mujer caleña al final de los años 70. Está contando sus secretos. Lo va hacer durante los siguientes treinta minutos.

La obra se llama El besacalles, la dramaturgi­a es de Andrés Caicedo, la actriz es Magda Cristina Meneses.

Esa pieza, que se ve por primera vez, abre el Encuentro de Monólogos, el único evento de teatro que hay por estos días porque las salas empiezan al final del mes, algunas, y en febrero o marzo las demás. Ya es la cuarta vez de esta propuesta que inició el actor Edwin García, su director. No ha sido fácil, pero ahí están.

Dice que cada año hay más asistencia y que eso lo hace insistir. Lo importante es que han logrado que las personas paguen su boleta, que les permite “mantener modestamen­te el encuentro”. Además, hay un elemento adicional que Edwin rescata: mucha gente de la escena apoya, se han vuelto incondicio­nales.

Esta vez participan 11 grupos, hay uno de España, un actor cubano y nueve monólogos que se ven por primera vez en estas dos semanas.

También hay dos noveda-

des: se unió Comfama San Ignacio y habrá, ahí en la plazoleta, monólogos en la calle.

De hecho, la primera función incluye un recorrido guiado por el Centro de Medellín, para terminar en el Matacandel­as, sede del Encuentro, viendo la obra de Caicedo.

Los monólogos

No es un estilo de teatro que tenga muchos espacios, de ahí que, dice Magda Cristina, este encuentro se vuelva relevante. El monólogo además es un reto de interpreta­ción. El escenario –sigue ella– es un lugar peligroso. Le ayuda al actor a darse cuenta en qué punto está: qué puede asumir, cuáles son sus limitacion­es y cualidades, qué debe aprender.

También enfrenta al artis-

ta al texto y al público, no solo desde lo actoral sino desde lo económico. Es él solo con todo el aparataje que requiere el montaje.

Para Edwin, el monólogo tiene una poética. Es el actor en su texto, haciendo un personaje. La palabra, precisa, es muy importante, lo es todo. Aunque es un estilo que permite muchas posibilida­des: no son iguales, hay variedades y clases, y señala que en el encuentro se verán varias de ellas. Diversidad, esa es la idea.

El de Magda, por ejemplo, es un trabajo muy narrativo. El texto es fundamenta­l, sobre él gira la escena de principio a fin. Después está ella, o el personaje, que cuenta todo eso que cuenta, ahí en solitario.

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