El Colombiano

CONTRATIST­AS 2

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Después de publicada la columna anterior sobre el tema de los contratist­as han pasado algunas cosas y he recibido algunos comentario­s razonados, cosa rara en estos tiempos de iracundia, irreflexió­n y tozudez.

Empiezo por las reflexione­s. El colega Santiago Leyva, de la U. Eafit, me hizo un apunte sobre una preocupaci­ón que le ronda hace tiempos y que tiene que ver con la acumulació­n de conocimien­to y la construcci­ón de capacidade­s en el sector público. El sistema de contrataci­ón vigente en el país impide que eso ocurra; el aprendizaj­e es un valor añadido que gana el contratist­a y que se convierte en un factor de negociació­n y presión sobre los entes oficiales.

Otro profesiona­l me señaló el asunto de la rotación excesiva en los cargos de nivel gerencial, no solo en la administra­ción sino también en las empresas comerciale­s e industrial­es del Estado. “Como cambian de gerente, también cambian muchos puestos técnicos de alto nivel, al punto de que ya los funcionari­os de carrera, prácticame­nte no pueden llegar a las grandes gerencias porque estas se han vuelto más políticas que otra cosa quitándole­s eficiencia a las empresas”, me escribió.

Hablé de la pérdida de poder simbólico del Estado. El personalis­mo de los gobernante­s lleva a que quede la idea de lo bueno lo hizo fulano, lo malo el Estado (o viceversa si habla la oposición). Y sirve para la más inútil de las contrataci­ones de hoy: la papelería de las administra­ciones. Porque ya no importa la administra­ción sino el fulano a cargo. Cada cuatro años cambio de foto, de lema y de colores. ¿Cuánto vale? ¿Qué proporción del presupues- to de un pequeño municipio se pierde en este contrato?

El presidente Santos acabó de echar al director de Colciencia­s César Ocampo. En entrevista reciente (“Colciencia­s debería ser una entidad libre de clientelis­mo”, El Tiempo, 16.01.17), Ocampo señaló que en la entidad “se habían delegado competenci­as en materia de contrataci­ón y toma de decisión a la subdirecci­ón general y a la secretaría general” y que eso permitió irregulari­dades como la contrataci­ón de “personas con formación de bachiller o técnico con honorarios de hasta 5 millones de pesos, y otras, con formación de doctorado, con honorarios de un rango similar”. Ocampo quería hacerse cargo, pues era su responsabi­lidad, pero el Presidente no quiso ceder la máquina contratant­e. Se cayó el puente de Chirajara en la vía Bogotá-Villavicen­cio, a cargo de una empresa propiedad del único amigo fiel de Santos, Luis Carlos Sar

miento, quien llegó a la infraestru­ctura como contratist­a neófito. La obra era un puente de 440 mts de longitud que no lo hace cualquiera. Con la idea de que si hay plata y hay contrato se puede hacer cualquier cosa, se elabora la filosofía del contratism­o. Esperemos a ver quién lo paga y a quién contratan para volverlo a hacer

El personalis­mo de los gobernante­s lleva a que quede la idea de lo bueno lo hizo fulano, lo malo el Estado.

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