EL KÍNDER DEL VIEJO VERDE
Hace unos días, mientras esperaba a alguien en una de esas mesas largas de Mercados del Río, fueron llegando un montón de señores de quienes, por caras, cuerpos, edades y actitudes, deduje que eran jubilados, como lo pude comprobar después, gracias a mis poderosas antenitas de vinil que captan conversaciones ajenas con una destreza que se la quisiera el Chapulín Colorado.
A medida que iban llegando se formaron pequeños grupos que hacían comentarios sobre el aumento salarial, el clima y las volteretas políticas de cara a las próximas elecciones. Los más cercanos a mí, ajenos a temas tan poco emocionantes, intercambiaban opiniones sobre un catálogo virtual de mujeres que uno le enseñaba al otro en la pantalla de su celular. El dueño del teléfono, que parecía exhibiendo su más preciada mercancía, se ufanó de haberse acostado con veintidós de ellas. El otro sonreía mientras la lujuria se le salía por cada poro.
No reproduzco los comentarios por solidaridad y por respeto con el sexo al que me honro de pertenecer, pero me revolcaron el genio, el alma y el estómago.
Aclaro que no soy militante del movimiento feminista, que no llego a los límites de confundir un piropo bonito con acoso sexual y que entiendo que en el mercado del sexo y la pornografía existen la oferta y la demanda, pero siento que muere la esperanza de tener una sociedad menos materialista cuando se es testigo de la cosificación de las mujeres por parte de tantos hombres, y en este caso, por parte de quienes, a su edad, deberían estar pensando en cómo dejar para sus nietos un mundo mejor.
Oír a aquel “señor” hablar de “mi kínder” y de “mis puticas” con tanta lascivia que hasta brincaban pequeñas gotas de saliva de su boca, me re- cordó la diferencia entre libertad y libertinaje:
Libertad es la facultad y el derecho de cada persona para elegir de manera responsable su forma de actuar dentro de la sociedad.
Libertinaje es abusar de esa libertad sin asumir las consecuencias de sus propios actos. “Libertinaje viene de libertino, que deriva de la palabra en latín libertinus, que se refiere al individuo que trasgrede las barreras sociales sin control ni obstáculos. Es asociado al abuso o irrespeto de una determinada conducta como, por ejemplo, el abuso de alcohol, drogas o sexo que lleva a consecuencias inmorales, antiéticas o ilegales”.
No sé si las matriculadas en este kínder ya tienen cédula, en cuyo caso no habría nada ilegal en esa relación, pero revisen las consideraciones éticas y morales.
Sé que en este punto habrá más de uno tachándome de vieja moralista y cantaletosa, en especial los que tanto predican sobre las libertades individuales sin reparos. Pueden tener razón. Buscando información sobre por qué hay viejos verdes, encontré que también hay causas de origen médico. Detrás de ese comportamiento de desinhibición sexual a una edad en la que el “ya no puedo” se cambia por el “todavía soy capaz”, puede haber enfermedades como degeneración frontotemporal, párkinson, accidente cerebrovascular o demencia por cuerpos de Lewy.
Así que me disculpo con quienes sufran esos males. Perdón, señores, por pisar sus dolorosos callos. En vez de estar babeándose por su kínder de puticas, vayan al médico. A lo mejor el tratamiento les alarga la vida (aunque sea), les sale más barato y, sobre todo, se ven menos ridículos