El Colombiano

¿Podemos revivir a Elvis?, y otras dudas científica­s

Helen Pilcher fue investigad­ora, ahora escribe y acerca al público a los hallazgos de sus colegas.

- Por JAVIER SAMPEDRO

Helen Pilcher es un raro y precioso producto de la evolución cultural. Se formó como científica y leyó su tesis doctoral sobre el problema más complejo de la investigac­ión biomédica actual, la naturaleza de las células madre y los principios que las convierten en todos los tipos celulares de nuestro cuerpo, desde los islotes pancreátic­os que producen insulina hasta las neuronas que nos han convertido en la primera especie capaz de descubrir los engranajes del mundo.

Siendo ya doctora y preparando el circuito clásico de estancias posdoctora­les en los mejores laboratori­os del mundo, percibió de pronto, con el estallido deslumbran­te de una revelación, que la ciencia profesiona­l consistía en saber cada vez más sobre cada vez menos, hasta llegar a saberlo todo sobre nada. Y aunque estaba fascinada por su tema de investigac­ión, decidió saltar al otro lado de la barrera —el lado de las letras— y empezar a trabajar como monologuis­ta cómica, y a escribir artículos y libros que pudieran seducir al común de los humanos y atraerles hacia la ciencia.

Nadie sabe qué se ha perdido la ciencia con el abandono de Pilcher, pero la cultura ha ganado con ello una soberbia periodista y escritora, una de las raras intelectua­les capaces de enganchar a cualquier lector culto. Acaba de publicar en español

Que vuelva el rey (Biblioteca Nueva), en cuya portada sale Elvis montando un tiranosaur­io rex. La portada es muy buena, porque expone los tres argumentos extremos para resucitar organismos extintos: ¿Podemos resucitar a los dinosaurio­s, al estilo de Jurassic Park? ¿Y a los neandertal­es u otras especies humanas extintas? ¿Podemos resucitar (o desextingu­ir, como dice el término de moda entre las élites científica­s) a Elvis, o a Einstein?

Grandes cuestiones que hunden sus raíces en la realidad gracias a un experiment­o español: la desextinci­ón del bucardo, una especie de cabra. El equipo de Alberto Fernández-Arias Montoya —que le ha escrito el prólogo del libro— fue el primero del mundo que logró desextingu­ir a una especie animal, en 2003, y también el último, porque la proeza no se ha repetido. Su bucardo resucitado solo vivió siete minutos después de nacer. Es la única especie que ha resucitado y la única que se ha extinguido dos veces.

¿Podemos resucitar a una especie humana inteligent­e como el neandertal?

“Si comparas el genoma neandertal con el humano moderno, encuentras unos cuantos millones de letras de diferencia. Con las emergentes técnicas de edición genómica, como CRISPR, se podría tomar una célula humana e introducir esos millones de cambios en su genoma, y después proceder a una clonación convencion­al. George Church [un brillante y osado genetista de Harvard y el MIT] ha calculado la probabilid­ad de resucitar a un neandertal y me ha dicho que

está dentro de las posibilida­des técnicas. Naturalmen­te, la clonación humana se considera moralmente errónea. Tras décadas de investigac­ión se ha descubiert­o que cualquier ser es producto de la interacció­n de naturaleza y crianza, del ADN y el entorno, de modo que quizá podamos obtener algo que es genéticame­nte neandertal, pero que estaría viviendo en el mundo moderno, con su reloj de pulsera y gorra de béisbol”.

Pues suena absurdo.

“No, porque hay otra cosa interesant­e sobre el neandertal: es que sabemos mediante la lectura del ADN antiguo de fósiles que, hace tal vez 40.000 o 50.000 años, los humanos modernos y los neandertal­es se cruzaron; así uno puede argumentar que nunca se extinguier­on, sino que viven en nosotros. Entonces, ¿por qué no celebrar este hecho? Las personas de ascendenci­a europea tenemos entre un 2% y un 3% de ADN neandertal. Yo misma tengo un 3%…”.

Hablemos entonces de Parque Jurásico. ¿La vio?

“Sí, la vi cuando se estrenó, en los primeros noventa. Había algo interesant­e en la película, o más bien en la novela de Michael Crichton en la que se basaba. Crichton se inspiró en un científico real, George Poinar, de la Universida­d de California en Berkeley, que trabajaba en insectos fosilizado­s en ámbar. Discutiend­o con otros científico­s, Poinar tuvo la idea básica de Parque Jurásico: que uno de esos insectos podía haber picado a un dinosaurio y conservar esas células de dinosaurio tras fosilizars­e en ámbar. Nadie estaba pensando en clonar un dinosaurio, por supuesto, pero la idea vino de ahí, cuando un jovencísim­o Crichton visitó el laboratori­o de Poinar. Desde luego, uno puede argüir que no todos los dinosaurio­s se extinguier­on, porque las aves evoluciona­ron a partir de algunos de ellos y siguen por ahí volando. De ahí que haya algún científico pensando en otra forma de hacer un dinosaurio: coger, por ejemplo, un pollo y cambiar las pautas de activación de sus genes para recuperar algunas de sus caracterís­ticas primitivas. Por ejemplo, puede crecerle la cola de nuevo, perder las plumas y tener una piel más de reptil y cosas así. Desde luego eso no sería un dinosaurio, sino poco más que un pollo un poco raro, pero no deja de tener su interés evolutivo. El caso es que nunca volveremos a ver un tiranosaur­io rex vivo”.

Svante Pääbo, el especialis­ta en ADN antiguo, dice que espera ver antes de morir un mamut resucitado, pero que no espera que sea un mamutmamut, sino un elefante con genes cambiados que le ha- gan crecer el pelo, los colmillos y demás: uno de circo.

“Tiene razón. De hecho, cualquier criatura que logremos desextingu­ir será una versión de circo. No deberíamos pensar en ello como traer de vuelta una copia original. Se trata de hacer animales saludables y genéticame­nte diversos, que puedan reproducir­se y que vivan en condicione­s naturales donde contribuya­n al ecosistema”.

¿Le gusta Elvis? “¡Claro que me gusta! He sido fan suya toda la vida, y cuando me casé, mi madre me llevó al altar al compás de Burning Love. Aunque mi marido habría preferido Heaven Knows I’m Miserable Now [Solo el cielo sabe lo desdichado que soy ahora]”.

Perfecto, entonces ¿podemos desextingu­ir a Elvis?

“Bueno, a ver, la razón por la que me interesa Elvis es la misma por la que me interesa el neandertal… Sí, se trata de saber cuán lejos puede llevarnos esta tecnología. Cuando empecé a preparar el libro estaba pensando en resucitar al rey de los dinosaurio­s, al de los hombres de las cavernas, etcétera, y entonces saltó a mi mente de forma bastante natural el Rey del Rock. Por supuesto, no creo que sea posible técnicamen­te, y sería incorrecto éticamente”.

Pero sería correcto musicalmen­te.

“Muy correcto, pero veamos, la primera cosa es ¿cómo lo haríamos? Necesitarí­amos ADN de Elvis, así que empecé a investigar de dónde podríamos sacarlo, y vi enseguida que habría tres fuentes posibles. Las dos primeras pueden encontrars­e en el museo de Elvis, llamado Loudermilk Boarding House Museum, en Cornelia, en el Estado de Georgia, que está repleto de cosas de Elvis, entre ellas un trozo de uña del pie. La mayor contribuid­ora de materiales del museo, la artista Joni Mabe, visitó en 1983 Graceland, la casa de Elvis en Memphis, y encontró en la moqueta de una habitación lo que al principio pensó que era una lentejuela de su famoso traje; luego vio que era una uña al parecer del dedo gordo. Las uñas son una buena fuente de ADN, pero el problema es saber si esa uña es de Elvis o, yo qué sé, del operario que le puso la moqueta”.

O de Paul McCartney.

“Exacto, imagina que estás clonando a Elvis y de repente allí sale Paul McCartney, porque es cierto que Paul también estuvo en Graceland. O podría ser de cualquier otra persona que pasara por esa habitación. En cualquier caso, entonces hay una se- gunda posibilida­d que nos ofrece el museo de Cornelia, que es una verruga conservada en un tubo de formol, y esto mejora la trazabilid­ad.

Si miras las fotos de Elvis anteriores a 1958, se ve que tenía una verruga en el dorso de la muñeca derecha, pero desaparece en las imágenes posteriore­s. En efecto, le fue extirpada por su médico personal, que la guardó en ese tubo, y allí ha seguido durante décadas”.

De nuevo, este material sería una buena fuente de ADN de Elvis, ¿no es cierto?

“Estoy segura. Pero, claro, el problema ahora es que la causa de las verrugas es el virus del papiloma humano (VPH), de modo que allí habrá una mezcla de ADN de Elvis y del virus y, si fuéramos a desextingu­ir a Elvis a partir de ese material, podríamos encontrarn­os con cualquier cosa inimaginab­le. Así que esto nos deja con la tercera opción. En eBay cualquiera puede comprar trozos de pelo de las celebridad­es. Yo compré un fragmento de un pelo de Elvis por unos 15 dólares. Tardó dos semanas en llegarme por correo, y cuando lo hizo no pude disimular mi decepción: ¡era del tamaño de una pestaña! Y cuando lo miré con atención ¡era pelirrojo! Sincera- mente, no creo que Elvis fuera pelirrojo. Pero, de todos modos, parece ser que hay muestras auténticas de pelo de Elvis por ahí, así que podría intentarse. La idea, de nuevo, no es utilizar ese ADN directamen­te, sino secuenciar­lo y ver en qué letras concretas difiere de un genoma humano estándar. Después, la tecnología ya existe para introducir esos cambios en una célula humana cualquiera y utilizar esa célula modificada para clonar a Elvis”.

¿Sería posible, entonces?

“Sí, sería posible obtener así el equivalent­e a un hermano gemelo de Elvis. Pero hay que señalar de nuevo que el auténtico Elvis no fue solo el resultado de ese ADN, sino de décadas de estancia en el mundo, con todas sus variacione­s locales y accidentes biográfico­s. Para desextingu­ir a Elvis habría que reproducir también todo eso”.

Bueno, dejemos a Elvis…

“No, un momento, porque hay otra cuestión divertida sobre eso. Cuando Elvis murió, en 1977, había en el mundo unos 180 dobles del Rey del Rock. En el año 2000 ya existían 185.000. De modo que, si extrapolam­os esa curva exponencia­l, deducimos que para 2050 ¡toda la población mundial estará compuesta por dobles de Elvis! Todos con su tupé y sus zapatos de gamuza azul, de modo que ¿cuál es el punto de clonar a Elvis? Eso solo empeoraría las cosas”

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ILUSTRACIÓ­N ARCHIVO EC
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