¿Podemos revivir a Elvis?, y otras dudas científicas
Helen Pilcher fue investigadora, ahora escribe y acerca al público a los hallazgos de sus colegas.
Helen Pilcher es un raro y precioso producto de la evolución cultural. Se formó como científica y leyó su tesis doctoral sobre el problema más complejo de la investigación biomédica actual, la naturaleza de las células madre y los principios que las convierten en todos los tipos celulares de nuestro cuerpo, desde los islotes pancreáticos que producen insulina hasta las neuronas que nos han convertido en la primera especie capaz de descubrir los engranajes del mundo.
Siendo ya doctora y preparando el circuito clásico de estancias posdoctorales en los mejores laboratorios del mundo, percibió de pronto, con el estallido deslumbrante de una revelación, que la ciencia profesional consistía en saber cada vez más sobre cada vez menos, hasta llegar a saberlo todo sobre nada. Y aunque estaba fascinada por su tema de investigación, decidió saltar al otro lado de la barrera —el lado de las letras— y empezar a trabajar como monologuista cómica, y a escribir artículos y libros que pudieran seducir al común de los humanos y atraerles hacia la ciencia.
Nadie sabe qué se ha perdido la ciencia con el abandono de Pilcher, pero la cultura ha ganado con ello una soberbia periodista y escritora, una de las raras intelectuales capaces de enganchar a cualquier lector culto. Acaba de publicar en español
Que vuelva el rey (Biblioteca Nueva), en cuya portada sale Elvis montando un tiranosaurio rex. La portada es muy buena, porque expone los tres argumentos extremos para resucitar organismos extintos: ¿Podemos resucitar a los dinosaurios, al estilo de Jurassic Park? ¿Y a los neandertales u otras especies humanas extintas? ¿Podemos resucitar (o desextinguir, como dice el término de moda entre las élites científicas) a Elvis, o a Einstein?
Grandes cuestiones que hunden sus raíces en la realidad gracias a un experimento español: la desextinción del bucardo, una especie de cabra. El equipo de Alberto Fernández-Arias Montoya —que le ha escrito el prólogo del libro— fue el primero del mundo que logró desextinguir a una especie animal, en 2003, y también el último, porque la proeza no se ha repetido. Su bucardo resucitado solo vivió siete minutos después de nacer. Es la única especie que ha resucitado y la única que se ha extinguido dos veces.
¿Podemos resucitar a una especie humana inteligente como el neandertal?
“Si comparas el genoma neandertal con el humano moderno, encuentras unos cuantos millones de letras de diferencia. Con las emergentes técnicas de edición genómica, como CRISPR, se podría tomar una célula humana e introducir esos millones de cambios en su genoma, y después proceder a una clonación convencional. George Church [un brillante y osado genetista de Harvard y el MIT] ha calculado la probabilidad de resucitar a un neandertal y me ha dicho que
está dentro de las posibilidades técnicas. Naturalmente, la clonación humana se considera moralmente errónea. Tras décadas de investigación se ha descubierto que cualquier ser es producto de la interacción de naturaleza y crianza, del ADN y el entorno, de modo que quizá podamos obtener algo que es genéticamente neandertal, pero que estaría viviendo en el mundo moderno, con su reloj de pulsera y gorra de béisbol”.
Pues suena absurdo.
“No, porque hay otra cosa interesante sobre el neandertal: es que sabemos mediante la lectura del ADN antiguo de fósiles que, hace tal vez 40.000 o 50.000 años, los humanos modernos y los neandertales se cruzaron; así uno puede argumentar que nunca se extinguieron, sino que viven en nosotros. Entonces, ¿por qué no celebrar este hecho? Las personas de ascendencia europea tenemos entre un 2% y un 3% de ADN neandertal. Yo misma tengo un 3%…”.
Hablemos entonces de Parque Jurásico. ¿La vio?
“Sí, la vi cuando se estrenó, en los primeros noventa. Había algo interesante en la película, o más bien en la novela de Michael Crichton en la que se basaba. Crichton se inspiró en un científico real, George Poinar, de la Universidad de California en Berkeley, que trabajaba en insectos fosilizados en ámbar. Discutiendo con otros científicos, Poinar tuvo la idea básica de Parque Jurásico: que uno de esos insectos podía haber picado a un dinosaurio y conservar esas células de dinosaurio tras fosilizarse en ámbar. Nadie estaba pensando en clonar un dinosaurio, por supuesto, pero la idea vino de ahí, cuando un jovencísimo Crichton visitó el laboratorio de Poinar. Desde luego, uno puede argüir que no todos los dinosaurios se extinguieron, porque las aves evolucionaron a partir de algunos de ellos y siguen por ahí volando. De ahí que haya algún científico pensando en otra forma de hacer un dinosaurio: coger, por ejemplo, un pollo y cambiar las pautas de activación de sus genes para recuperar algunas de sus características primitivas. Por ejemplo, puede crecerle la cola de nuevo, perder las plumas y tener una piel más de reptil y cosas así. Desde luego eso no sería un dinosaurio, sino poco más que un pollo un poco raro, pero no deja de tener su interés evolutivo. El caso es que nunca volveremos a ver un tiranosaurio rex vivo”.
Svante Pääbo, el especialista en ADN antiguo, dice que espera ver antes de morir un mamut resucitado, pero que no espera que sea un mamutmamut, sino un elefante con genes cambiados que le ha- gan crecer el pelo, los colmillos y demás: uno de circo.
“Tiene razón. De hecho, cualquier criatura que logremos desextinguir será una versión de circo. No deberíamos pensar en ello como traer de vuelta una copia original. Se trata de hacer animales saludables y genéticamente diversos, que puedan reproducirse y que vivan en condiciones naturales donde contribuyan al ecosistema”.
¿Le gusta Elvis? “¡Claro que me gusta! He sido fan suya toda la vida, y cuando me casé, mi madre me llevó al altar al compás de Burning Love. Aunque mi marido habría preferido Heaven Knows I’m Miserable Now [Solo el cielo sabe lo desdichado que soy ahora]”.
Perfecto, entonces ¿podemos desextinguir a Elvis?
“Bueno, a ver, la razón por la que me interesa Elvis es la misma por la que me interesa el neandertal… Sí, se trata de saber cuán lejos puede llevarnos esta tecnología. Cuando empecé a preparar el libro estaba pensando en resucitar al rey de los dinosaurios, al de los hombres de las cavernas, etcétera, y entonces saltó a mi mente de forma bastante natural el Rey del Rock. Por supuesto, no creo que sea posible técnicamente, y sería incorrecto éticamente”.
Pero sería correcto musicalmente.
“Muy correcto, pero veamos, la primera cosa es ¿cómo lo haríamos? Necesitaríamos ADN de Elvis, así que empecé a investigar de dónde podríamos sacarlo, y vi enseguida que habría tres fuentes posibles. Las dos primeras pueden encontrarse en el museo de Elvis, llamado Loudermilk Boarding House Museum, en Cornelia, en el Estado de Georgia, que está repleto de cosas de Elvis, entre ellas un trozo de uña del pie. La mayor contribuidora de materiales del museo, la artista Joni Mabe, visitó en 1983 Graceland, la casa de Elvis en Memphis, y encontró en la moqueta de una habitación lo que al principio pensó que era una lentejuela de su famoso traje; luego vio que era una uña al parecer del dedo gordo. Las uñas son una buena fuente de ADN, pero el problema es saber si esa uña es de Elvis o, yo qué sé, del operario que le puso la moqueta”.
O de Paul McCartney.
“Exacto, imagina que estás clonando a Elvis y de repente allí sale Paul McCartney, porque es cierto que Paul también estuvo en Graceland. O podría ser de cualquier otra persona que pasara por esa habitación. En cualquier caso, entonces hay una se- gunda posibilidad que nos ofrece el museo de Cornelia, que es una verruga conservada en un tubo de formol, y esto mejora la trazabilidad.
Si miras las fotos de Elvis anteriores a 1958, se ve que tenía una verruga en el dorso de la muñeca derecha, pero desaparece en las imágenes posteriores. En efecto, le fue extirpada por su médico personal, que la guardó en ese tubo, y allí ha seguido durante décadas”.
De nuevo, este material sería una buena fuente de ADN de Elvis, ¿no es cierto?
“Estoy segura. Pero, claro, el problema ahora es que la causa de las verrugas es el virus del papiloma humano (VPH), de modo que allí habrá una mezcla de ADN de Elvis y del virus y, si fuéramos a desextinguir a Elvis a partir de ese material, podríamos encontrarnos con cualquier cosa inimaginable. Así que esto nos deja con la tercera opción. En eBay cualquiera puede comprar trozos de pelo de las celebridades. Yo compré un fragmento de un pelo de Elvis por unos 15 dólares. Tardó dos semanas en llegarme por correo, y cuando lo hizo no pude disimular mi decepción: ¡era del tamaño de una pestaña! Y cuando lo miré con atención ¡era pelirrojo! Sincera- mente, no creo que Elvis fuera pelirrojo. Pero, de todos modos, parece ser que hay muestras auténticas de pelo de Elvis por ahí, así que podría intentarse. La idea, de nuevo, no es utilizar ese ADN directamente, sino secuenciarlo y ver en qué letras concretas difiere de un genoma humano estándar. Después, la tecnología ya existe para introducir esos cambios en una célula humana cualquiera y utilizar esa célula modificada para clonar a Elvis”.
¿Sería posible, entonces?
“Sí, sería posible obtener así el equivalente a un hermano gemelo de Elvis. Pero hay que señalar de nuevo que el auténtico Elvis no fue solo el resultado de ese ADN, sino de décadas de estancia en el mundo, con todas sus variaciones locales y accidentes biográficos. Para desextinguir a Elvis habría que reproducir también todo eso”.
Bueno, dejemos a Elvis…
“No, un momento, porque hay otra cuestión divertida sobre eso. Cuando Elvis murió, en 1977, había en el mundo unos 180 dobles del Rey del Rock. En el año 2000 ya existían 185.000. De modo que, si extrapolamos esa curva exponencial, deducimos que para 2050 ¡toda la población mundial estará compuesta por dobles de Elvis! Todos con su tupé y sus zapatos de gamuza azul, de modo que ¿cuál es el punto de clonar a Elvis? Eso solo empeoraría las cosas”