SABER OLVIDAR
Yo, que olvido casi todo con la misma facilidad que Penélope debe estar deshaciendo en este mismo instante su tejido en “La odisea”, nunca he olvidado la impresión que me dejó “Funes el memorioso”, ese cuento perfecto de Borges que quisiera saberme de memoria para rendirle algún mínimo homenaje.
Mi memoria (quiero decir mi desmemoria) y yo hemos aprendido a convivir desde que leí en un ensayo de Piglia que en el mundo de la ficción una mala memoria es una buena memoria, obviamente lo cito de memoria con las respectivas consecuencias e imprecisiones, pero creo parafrasearlo bien; lo que quiero decir con esto es que olvidar también debe ser un elogio que deberíamos practicar. ¿Para qué tanta memoria, para qué recordar y repetir algo como si fuera un santuario?
Incluso, pienso que hay montones de homenajes que deberían desaparecer, bueno, el tiempo los desaparecerá lentamente, y ese es otro de los aspectos de la memoria que retoma una vez más David Rieff en su libro “Elogio del olvido” (2017); donde uno de sus planteamientos dice que todo, tarde o temprano, está condenado al olvido, incluso las naciones.
Buena parte de la Historia ha sido ya olvidada, excepto por algunos historiadores. Si muchos no creen esto podríamos hacer un sencillo ejercicio: ¿Qué hecho ocurrido hace mil años, incluso hace cien o cincuenta, o diez recuerda usted con total certeza? De algún modo, todo se diluye por más contundente que parezca. La Historia nos demuestra lo pere- cederas que son las sociedades, así en este momento se crean grandes e imprescindibles. Pensadores como Paul de Ri
coeur, Margalit o Todorov hablan de que recordar es un deber moral; sin embargo, la propuesta de Rieff en su libro es la apertura de algo muy sutil pero potente: ¿Qué pasaría si ellos estuvieran equivocados? ¿Si, a largo plazo, el olvido fuera inevitable y ni siquiera cualquier cantidad de esfuerzos para que algo importante no se olvidara no pudiera proteger a la sociedad de sus futuras ocurrencias?
David Rieff retoma en su libro una frase que me encanta: “Aquellos que recuerdan el pasado también están condenados a repetirlo”, dice Michel
Herr en “Despachos de guerra”, ese libro descarnado del cual hablé hace un tiempo, seguro muchos ya lo olvidaron, como debe ser, lo interesante de esa frase es que baja del pedestal la tantas veces repetida frase de
George Santayana: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Como vemos, en el mundo de la memoria nada es tan contundente como parece.
Coletilla. Y como la memoria está llena de contradicciones, un pedacito de Nicanor Parra, para recordarlo, Es olvido: “Hoy es un día azul de primavera,/ creo que moriré de poesía,/ de esa famosa joven melancólica/ no recuerdo ni el nombre que tenía./ Solo sé que pasó por este mundo/ como una paloma fugitiva:/ la olvidé sin quererlo, lentamente,/ como todas las cosas de la vida”