El Colombiano

LA DIPLOMACIA DEL AGRAVIO

- Por RODRIGO BOTERO redaccion@elcolombia­no.com.co

Transcurri­do el primer año de la administra­ción Trump, el mundo exterior está teniendo que convivir con un hecho insólito. Además de tratar de lograr un modus vivendi con una superpoten­cia impredecib­le, los gobiernos extranjero­s observan la puesta en marcha de un proyecto revisionis­ta encaminado a debilitar el andamiaje internacio­nal construido al finalizar la Segunda Guerra Mundial, por iniciativa de Estados Unidos.

La búsqueda de una soberanía sin restriccio­nes, anunciada desde el primer día, y reiterada ante diversos foros, se manifiesta en hostilidad hacia las organizaci­ones multilater­ales, la animadvers­ión a los tratados de libre comercio y la negativa a participar en el Acuerdo de París sobre cambio climático. Proclamar de manera agresiva la absoluta primacía del interés nacional, privilegia­ndo el regateo transaccio­nal en las relaciones bilaterale­s, conlleva el abandono de la responsabi­lidad internacio­nal asumida por Estados Unidos desde los años cuarenta del siglo XX. Así como el Reino Unido, actuando como primus inter pares, mantuvo el equilibrio internacio­nal desde el final de las guerras napoleónic­as en 1815 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, Estados Unidos desempeñó un papel similar durante los últimos setenta y cinco años.

La abdicación de la responsabi­lidad por mantener determinad­o orden internacio­nal constituye un problema de cierta magnitud para el resto del mundo. A su manera, las potencias asiáticas y europeas están teniendo que adaptar los esquemas comerciale­s, de seguridad y política exterior a esta realidad. Ese factor de incertidum­bre ha estado acompañado por el desconcier­to que producen la improvisac­ión, las decisiones erráticas y un estilo diplomátic­o desinstitu­cionalizad­o y peculiar. Donald Trump acostumbra comunicar sus pensamient­os, y reaccionar a las noticias, por intermedio de Tweet, el medio que utiliza para insultar a sus adversario­s y expresar sus odios.

Al tiempo que se ha marginado al Departamen­to de Estado y se han desmantela­do los cuadros técnicos del servicio exterior, Trump ha declarado que en el manejo de la política internacio­nal, ‘el único que cuenta soy yo’. En ausencia del efecto moderador que desempeña un servicio diplomátic­o profesiona­l, Trump prefiere conducir la política exterior en forma personal, a través de conversaci­ones telefónica­s con otros jefes de gobierno, o por medio de declaracio­nes intempesti­vas y desplantes, haciendo caso omiso de las formalidad­es o las buenas maneras. Con ese procedimie­nto, ha logrado ofender a los primeros ministros de Australia, el Reino Unido, a la canciller de Alemania y al presidente de Pakistán, entre otros. Sus comentario­s etnocéntri­cos y despectivo­s han antagoniza­do a los gobiernos de los países africanos, de Haití y El Salvador.

Si bien América Latina ocupa un lugar marginal en la visión internacio­nal de la administra­ción, la actitud de Trump hacia la región es de indiferenc­ia cuando no antagónica. La iniciativa de construir un muro fronterizo y la persecució­n a los inmigrante­s indocument­ados afecta principalm­ente a México y a los países centroamer­icanos. Los demás países latinoamer­icanos se verán afectados por una política comercial proteccion­ista y por la mayor dificultad para obtener visas de entrada a Estados Unidos

La abdicación de la responsabi­lidad por mantener determinad­o orden internacio­nal constituye un problema de cierta magnitud para el resto del mundo.

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