EL DEBATE DEBE SER PARA EL 2022
Las elecciones del 2018 son como un puente en medio de los cambios que requiere el país. La firma de los acuerdos de paz con las Farc y el proceso con tropiezos que se adelanta con el Eln, necesariamente ponen en entredicho la estabilidad institucional y social. En estos momentos no cabe duda que el objetivo principal de las elecciones del 2018 debe ser preparar al país para su devenir histórico a partir de las elecciones del 2022. Para que ello sea posible, es necesario que los candidatos asuman el proceso electoral en términos de estadistas y no de simples administradores.
Las coaliciones que se proponen o las propuestas que se presentan, obedecen a intenciones programáticas más o menos consolidadas, cuyo objeto, en el mejor de los casos, sería mejorar las condiciones económicas y sociales, sin generar cambios sustanciales. Bajo estas circunstancias se corre el riesgo de caer en un periodo muerto, cuyo objetivo histórico se pierde por falta de grandeza política. El propósito de los grandes estadistas va más allá de la simple presentación de fórmulas para buscar soluciones a problemas de coyuntura.
Mientras algunos aspirantes carecen de propuestas sobre temas específicos, para otros lo más importante es lograr acuerdos para defender temas superados, como el NO o el SI en el famoso plebiscito por la paz, o presentar documentos bien preparados sobre proyectos relacionados con la construcción de viviendas de interés social o con la conti- nuidad y modalidad del programa “ser pilo paga” y en general sobre temas puntuales como los relacionados con la reforma a la justicia, al sistema de la seguridad social y otros similares. Se trata de problemas y asuntos de interés para una continuidad institucional y societaria peligrosamente estable.
Lamentablemente no se han presentado propuestas orientadas a construir el modelo de Estado para la sociedad del post-acuerdo. Por ejemplo: Nada se ha planteado sobre la necesidad de refundar las instituciones desprestigiadas por la corrupción, ni sobre la urgencia de recuperar los partidos políticos como voceros legítimos de la democracia, ni sobre el modelo territorial que se requiere para posibilitar una mayor participación ciudadana en la riqueza y la disminución de la desigualdad. En la historia, los grandes estadistas se distinguen porque aprovechan el momento y las circunstancias de crisis para presentar propuestas para reformular el futuro de los pueblos bajo su mandato.
Como se viene desarrollando el actual proceso electoral, da la impresión que se va a perder el momento histórico necesario para la construcción de una nueva sociedad orientada con criterios de justicia y convivencia diferentes a los actuales. Si el presente debate se limita a la discusión de asuntos de trámite político, la historia cobrará un precio muy alto, que indudablemente habrá que pagar a partir del proceso electoral del 2022, cuando surgirán nuevos actores, aquellos que hoy se están reincorporando, quienes seguramente reclamarán el espacio que los líderes políticos e intelectuales no supieron utilizar con grandeza, inteligencia y patriotismo
La firma de los acuerdos de paz con las Farc y el proceso con tropiezos que se adelanta con el Eln, necesariamente ponen en entredicho la estabilidad institucional y social.