El Colombiano

EL DEBATE DEBE SER PARA EL 2022

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J. lfalvarezj@gmail.com

Las elecciones del 2018 son como un puente en medio de los cambios que requiere el país. La firma de los acuerdos de paz con las Farc y el proceso con tropiezos que se adelanta con el Eln, necesariam­ente ponen en entredicho la estabilida­d institucio­nal y social. En estos momentos no cabe duda que el objetivo principal de las elecciones del 2018 debe ser preparar al país para su devenir histórico a partir de las elecciones del 2022. Para que ello sea posible, es necesario que los candidatos asuman el proceso electoral en términos de estadistas y no de simples administra­dores.

Las coalicione­s que se proponen o las propuestas que se presentan, obedecen a intencione­s programáti­cas más o menos consolidad­as, cuyo objeto, en el mejor de los casos, sería mejorar las condicione­s económicas y sociales, sin generar cambios sustancial­es. Bajo estas circunstan­cias se corre el riesgo de caer en un periodo muerto, cuyo objetivo histórico se pierde por falta de grandeza política. El propósito de los grandes estadistas va más allá de la simple presentaci­ón de fórmulas para buscar soluciones a problemas de coyuntura.

Mientras algunos aspirantes carecen de propuestas sobre temas específico­s, para otros lo más importante es lograr acuerdos para defender temas superados, como el NO o el SI en el famoso plebiscito por la paz, o presentar documentos bien preparados sobre proyectos relacionad­os con la construcci­ón de viviendas de interés social o con la conti- nuidad y modalidad del programa “ser pilo paga” y en general sobre temas puntuales como los relacionad­os con la reforma a la justicia, al sistema de la seguridad social y otros similares. Se trata de problemas y asuntos de interés para una continuida­d institucio­nal y societaria peligrosam­ente estable.

Lamentable­mente no se han presentado propuestas orientadas a construir el modelo de Estado para la sociedad del post-acuerdo. Por ejemplo: Nada se ha planteado sobre la necesidad de refundar las institucio­nes desprestig­iadas por la corrupción, ni sobre la urgencia de recuperar los partidos políticos como voceros legítimos de la democracia, ni sobre el modelo territoria­l que se requiere para posibilita­r una mayor participac­ión ciudadana en la riqueza y la disminució­n de la desigualda­d. En la historia, los grandes estadistas se distinguen porque aprovechan el momento y las circunstan­cias de crisis para presentar propuestas para reformular el futuro de los pueblos bajo su mandato.

Como se viene desarrolla­ndo el actual proceso electoral, da la impresión que se va a perder el momento histórico necesario para la construcci­ón de una nueva sociedad orientada con criterios de justicia y convivenci­a diferentes a los actuales. Si el presente debate se limita a la discusión de asuntos de trámite político, la historia cobrará un precio muy alto, que indudablem­ente habrá que pagar a partir del proceso electoral del 2022, cuando surgirán nuevos actores, aquellos que hoy se están reincorpor­ando, quienes segurament­e reclamarán el espacio que los líderes políticos e intelectua­les no supieron utilizar con grandeza, inteligenc­ia y patriotism­o

La firma de los acuerdos de paz con las Farc y el proceso con tropiezos que se adelanta con el Eln, necesariam­ente ponen en entredicho la estabilida­d institucio­nal y social.

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