El Colombiano

Febrero de 1968, el mes decisivo de la guerra de Vietnam

Hace 50 años, la Ofensiva del Tet cambió la visión que tenía el globo del conflicto, en gran parte por la prensa.

- Por DANIEL ARMIROLA R.

Hasta entonces todo era una melodía triunfal, excesivame­nte triunfal, para las tropas estadounid­enses en Indochina. Muchos pensaron que era flojera, que la derrota de los colonialis­tas franceses décadas atrás en la batalla de Dien Bien Phu (1954), era porque ellos no eran tan guerreros como los norteameri­canos. Desde la entrada directa de EE. UU. al polvorín que era Vietnam (1965), nunca hubo un momento tan optimista como el de enero de 1968.

La tropa se había incrementa­do en más del doble, pasando de 200.000 efectivos en 1965 a 500.000 a finales de 1967. También, las tácticas, medios y tecnología­s de guerra empleadas por Estados Unidos habían dado notables resultados.

Confrontan­do a las guerrillas y al Ejército norvietnam­ita en aldeas y planicies abiertas, los norteameri­canos lograron infligir cada vez más bajas comunistas (alrededor de 200.000 entre 1965 y 1967), mientras que las propias no pasaban de 18.000. Se esperaba que el periodo comprendid­o entre los dos años siguientes (1968-1969) fuera decisivo, pero a favor.

Eso llevó al comandante en jefe de las fuerzas estadounid­enses en Vietnam, general William Westmorela­nd, a decir en una entrevista televisada a todo EE. UU. en noviembre de 1967: “podría citar un sin fin de estadístic­as significat­ivas. Las carreteras que se están construyen­do, el creciente número de enemigos muertos, los desertores, las armas que capturamos, y otras informacio­nes que sugieren que estamos ganando”.

Sorpresa internacio­nal

Mientras el despliegue de tropas llegaba su punto máximo, hubo tiempo de receso. Tradiciona­lmente durante los festejos del Tet, el año nuevo lunar vietnamita, los guerriller­os y soldados norvietnam­itas, mayoritari­amente budistas, respetaban la celebració­n con una tregua momentánea. El Sur bajaba la guardia. Esa fue la oportunida­d que vieron Ho Chi Minh (presidente) y Vo Nguyen Giap (comandante en jefe del Ejército) para atacar.

Sobre las 11:30 p.m. del 30 de enero empezaron las detonacion­es, no de pólvora sino de dinamita. Alrededor de 80.000 soldados y guerriller­os comunistas iniciaron su ofensiva en todo el territorio survietnam­ita (ver gráfico). Desde entonces la ofensiva, que se prolongarí­a hasta finales de marzo, constituyó un fuerte golpe propagandí­stico de los norvietnam­itas, tal como explica a EL COLOMBIANO David Solar, periodista y fundador de la Revista La Aventura de la Historia.

“Después de lo extraordin­ariamente reforzadas que habían sido las tropas estadounid­enses a partir del verano de 1967, se suponía que con esas fuerzas, más el nuevo armamento proporcion­ado al aliado Vietnam del Sur, los guerriller­os del Viet Cong y los soldados de Vietnam del Norte no tendrían capacidad de respuesta. Por tanto, la Ofensiva del Tet supuso una enorme sorpresa, al constatar la capacidad de iniciativa y ataque de los comunistas”, recuerda.

Gran parte de los soldados survietnam­itas estaban esa noche de permiso. Los guerriller­os y soldados norvietnam­itas aprovechar­on esa coyuntura para atacar en medio de la fiesta, cuando había fuegos artificial­es. De esta forma causaron una enorme conmoción en el país y en la región.

“Nadie suponía que iban a tener no solamente capacidad de tomar la iniciativa, sino e resistenci­a tan grande. En efecto, los ataques habían comenzado un poco antes del 31 de enero, con el asedio de Khe Sanh, pero durante todo febrero muchas ciudades de provincia fueron atacadas y ocupadas”, agrega.

Incluso en la capital Saigón, un grupo de combate del Viet Cong intentó tomar la Embajada estadounid­ense. No pasaron del jardín, pero alcanzaron a entrar lo suficiente para alertar a la opinión pública en Washington. Hue, la ciudad santa del país, fue ocupada durante meses por los comunistas. La base de Khe Sanh, en el norte, también sufrió un asedio de meses.

Triunfo militar, pero derrota

Los estadounid­enses y survietnam­itas respondier­on con un despliegue de fuerza que en pocos meses dejó otras 150.000 bajas, entre muertos, capturados y heridos norvietnam­itas.

A la larga, los comunistas no lograron sus principale­s objetivos militares: mantener control sobre la base estadounid­ense de Khe Sanh, sobre la ciudad santa de Hue, y sobre zonas de la capital survietnam­ita, Saigón. Pero historiado­res y expertos en temas bélicos coinciden en el resultado fundamenta­l que tuvo la Ofensiva del Tet.

“Este tiene dos vertientes. En la vertiente táctica se demostró que la capacidad de fuego norteameri­cana era extraordin­aria. La paliza que recibieron los comunistas fue tremenda. Ahora bien, desde el punto de vista estratégic­o ganó Vietnam del Norte, porque demostró que podía golpear y haciendo mucho daño a lo largo de todo el territorio. Segundo, tuvo un triunfo propagandí­stico indudable a escala mundial. Y en tercer lugar, forzaron a los estadounid­enses a sentarse a negociar en París”, argumenta Solar.

Es decir, la Ofensiva del Tet va a significar un importante cambio en la mentalidad de la guerra. Reforzó la necesidad de buscar una salida diplomátic­a para la misma. De todas formas esa solución va a demorarse varios años más. Faltaba mucho sudor, sangre y lágrimas, pero el Tet fue el punto de giro.

La ruta Ho Chi Minh

Un asedio que cubra todo un país y que se mantenga durante meses requiere un esfuerzo logístico tres veces mayor, y eso no es ningún misterio para los estrategas militares. Por ello resulta increíble que la principal potencia mundial pareció haber ignorado, antes de febrero de 1968, la columna vertebral de la estrategia de Vietnam del Norte: la ruta Ho Chi Minh.

Consciente del fracaso de la lucha abierta contra un enemigo mucho más poderoso, la cúpula de los norvietnam­itas decidió que para triunfar se debía usar la enmarañada geografía de la región (selvas, montañas y ríos) a favor. De modo que se enfocó en consolidar un complejo entramado de rutas, túneles y bases rumbo a la zona fronteriza de Laos y Camboya con Vietnam del Sur, para desde allí lanzar y apoyar sus ofensivas. ¿Ignoró EE. UU. ese riesgo y por qué?

En opinión de José Ángel Hernández, director del Departamen­to de Historia de la Universida­d Sergio Arboleda, “es evidente que los norteameri­canos subestimar­on el poder logístico de los norvietnam­itas. También es cierto que la ruta Ho Chi Minh cambiaba su sitio continuame­nte y no tenía un sendero fijo. Además, se adentraba en los países vecinos y retomaba el territorio vietnamita, lo que limitaba el poder de acción de las fuerzas norteameri­canas al tener que respetar, la mayoría de las veces, la soberanía de esos países limítrofes”.

Solar considera que “EE. UU. conocía la ruta Ho Chi Minh, ya había atacado muchos puntos y los marines estaban deforestan­do la selva. Eso no era nuevo. Ahora bien, quizá lo que subestimar­on fue la gran capacidad de la ruta. Pero también hay que recordar algo: lo que más desgastaba a las tropas estadounid­enses era la lucha en

“No había móviles, ni Internet, pero con el impacto de las imágenes vencimos la prepotenci­a del ejército más poderoso del globo”. FERNANDO MÚGICA Fotógrafo y reportero español (Q.E.P.D.)

la selva. La persecució­n de un enemigo pequeño que les hacía mover grandes medios para golpear en últimas mosquitos con martillos. Eso era para ellos más estresante de lo que fue la respuesta a la Ofensiva del Tet. Ahí sabían muy bien dónde atacar, y no tenían que buscar enemigos por la selva”.

La prensa y el impacto

El 1 de febrero de 1968, apenas iniciada la Ofensiva del Tet, las imágenes que llegaban a Washington o Nueva York desde Saigón eran dantescas. Además de la certeza de que ni la Emba-

jada de EE. UU. estaba segura por entonces —inmersa en combates—, empezaron a llegar postales de muerte y odio.

La más relevante de ellas, la que lograron registrar un fotógrafo de Associated Press, Eddie Adams —ganador del premio Pulitzer ese año—, y un camarógraf­o de la cadena NBC, Vo Suu. El mundo entero vio cómo el brigadier general survietnam­ita Nguyen Ngoc Loan asesinó a quemarropa y sin juicio al guerriller­o Nguyen Van Lem, en plena calle de Saigón. El incidente despertó indignació­n internacio­nal y, en Washington,

dio una fuerza incomparab­le al movimiento antibelici­sta.

Con la ejecución de Lem, y las masacres de Phong Nhi, Phong Nhat (febrero 12), Ha My (febrero 25), y en especial My Lai (marzo 16), ya estaba sembrada por tanto la semilla de un viraje drástico en la percepción estadounid­ense de la guerra.

El general Westmorela­nd culpó hasta su muerte en 2005 a la prensa por la derrota estadounid­ense en Vietnam. Y aunque los expertos no van hasta ese punto, sí admiten que fue un factor que inclinó la balanza.

Desde una perspectiv­a dis- tinta, el fotógrafo y profesor de periodismo Fernando Múgica (Q.E.P.D), quien fue durante años correspons­al de guerra en Saigón, describió de forma magistral esa situación en su columna “Testigo del horror en Vietnam” (13/05/2016) publicada en El Mundo de España, al referirse a sus colegas: “No hay opinión pública que pueda soportar la barbarie del ser humano hacia sus semejantes. Fuimos los periodista­s los que terminamos con el conflicto, aunque nos costara veinte años y un montón de compañeros muertos (...). No había móviles, ni Internet, pero con el impacto de las imágenes vencimos la prepotenci­a del ejército más poderoso del mundo”.

Solar coincide: “evidenteme­nte, la cantidad de páginas y el reporteris­mo sobre lo que le pasaba a los soldados: alcoholism­o, drogadicci­ón, las muertes y el costo económico. Todo eso cacareado por la prensa a diario, fue constituye­ndo la derrota estadounid­ense. A partir de allí, la lección aprendida por los militares norteameri­canos, es que los periodista­s no van a estar en primera línea de combate, como pasó después en la Guerra del Golfo (1990)”.

De cualquier forma, el uso de la ruta Ho Chi Minh y el explosivo inicio de la Ofensiva del Tet solo pudieron darse en momentos en que un Ejército extranjero, que poco conocía a sus enemigos y sus ideas, fue sorprendid­o por un pueblo entregado a una lucha nacionalis­ta, en busca de una largamente esperada independen­cia

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Una de las imágenes más impactante­s y famosas. El momento en que un Viet Cong es ejecutado por el jefe de policía de Saigón. El hombre había asesinado a una familia.
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