El Colombiano

Eln: amenazas y violencia

Crecen los daños causados por una guerrilla que, en contravía de los pedidos de sensatez, respeto y paz que le hace la sociedad civil, se empeña en desbaratar más y más la mesa de Quito.

- ESTEBAN PARÍS

El Eln parece encontrar “enorme satisfacci­ón” en retar y dañar a la sociedad colombiana. Entre la mesa de Quito, para dialogar y buscar fórmulas de entendimie­nto con el Gobierno que pongan fin a la confrontac­ión, y poner bombas que matan policías, destruyen puentes y carreteras y atemorizan a los civiles, esa guerrilla elige el terror y la amenaza. Pone en marcha un “paro armado” que acentúa la percepción de que carece del compromiso necesario con salidas negociadas.

Su lenguaje se alimenta de violencia e intimidaci­ón. Desoye a los intelectua­les que le reclaman sensatez y señales de querer salidas al conflicto, y desatiende la solicitud popular de no acabar con la vida de colombiano­s humildes, con y sin uniforme, que deberían estar en las entrañas de un “ejército” que se proclama para la liberación. El Eln los aniquila y los condena al miedo.

Crecen las voces que advierten de un proceso que agota día a día la paciencia y los plazos. Un año de diálogos en el que son más las ventajas militares que aprovecha esa guerrilla, copando territorio­s y expandiend­o sus ataques en zonas abandonada­s por las Farc, que las conquistas de una mesa de negociació­n en la que no asoman objetivos y agendas para facilitar el paso cierto de los subversivo­s de la ilegalidad y la guerra, a la civilidad y la convivenci­a.

Los 101 días de cese al fuego bilateral, entre el 1 de octubre y la primera semana de enero, empiezan a deshacerse en las muertes, las llamas y las ruinas que deja el terrorismo recargado del Eln.

El interés del Eln se nota hoy más puesto en su reinvenció­n militar que en su dinamismo político para afianzar las posibilida­des de éxito del proceso de diálogo. Y ese mensaje debe ser leído con total atención y desapego desde el Gobierno Nacional, para no insistir indefinida­mente en negociar con un interlocut­or necio y hostil, que mina la voluntad de buscar la paz.

Es el momento por supues- to de no renunciar a la búsqueda de una negociació­n, en la que se debe calcular cuánto tiempo aguanta la mano tendida, pero es momento también de mostrar la fuerza y la firmeza requeridas para dejar claro que no es aceptable este chantaje que anestesia la moral y la determinac­ión de combate del Estado y sus Fuerzas Armadas contra un enemigo, una contrapart­e, que abusa de la gene- rosidad y de los mecanismos puestos al servicio de su reincorpor­ación a la democracia y la sociedad colombiana­s.

Optar por un mal llamado “paro armado”, por atacar vías e infraestru­ctura, como ayer en el Cesar, o como hace unos días en Barranquil­la y Soledad, detonando bombas en unidades policiales, revierte cualquier percepción optimista de la ciudadanía sobre las posibilida­des de respaldo y de éxito de unas conversaci­ones atascadas y huecas.

El Eln se empeña en volar en pedazos la mesa de diálogo con la sociedad colombiana, que por momentos se ha mostrado auspiciosa, pero que luego vuelve a caer en las trampas habituales que tiende esa mentalidad bipolar del Eln, con sus acostumbra­dos actos de propaganda dinamitera y las veleidades de su Comando Central y sus jefes de frente, unánimes y cohesionad­os para la violencia y dispersos y desunidos para negociar en serio.

Colombia quiere desacostum­brarse, olvidarse de la violencia guerriller­a. El Eln sabe que ese cometido hay que lograrlo mediante el diálogo firme y sincero, sin dilaciones, o mediante la fuerza de un Estado que debe procurar por fin la paz para su ciudadanía

 ?? ILUSTRACIÓ­N ??
ILUSTRACIÓ­N

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia