El Colombiano

VENEZUELA, PATRIA DE UN BOLÍVAR DEVALUADO

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO carlosgi@elcolombia­no.com.co

Los rostros de desconsuel­o de los venezolano­s en los pasos fronterizo­s y en las calles de las capitales colombiana­s conmueven. Desde Cúcuta a Medellín se perciben sus gestos y sus frases de desesperan­za por una patria que no para de desmoronar­se ante los ojos suyos y los del mundo. Arriban en un coro melancólic­o a los puertos de su travesía. Sus caras de fatiga, sus equipajes livianos e improvisad­os, sus zapatos y sus yines raídos componen la escena del desastre que empezó en Miraflores.

Incomodan a los rebuscador­es, a los trabajador­es informales de un país, el nuestro, donde también hay aullidos y reclamos de hambre.

Hace dos años la crisis se veía venir. Pero había (y hay) quienes se molestaban porque la torpeza de Nicolás Maduro era de tal evidencia que se hacía imposible no criticarla. Una buena parte de la izquierda colombiana, tan pasional y visceral para la crítica de las derechas propias y las del continente, pero tan falta de autocrític­a de su incapacida­d de gestión en el manejo de lo público, mantenía la idea fanática de que Venezuela, en algún momento, alcanzaría la cúspide del desarrollo y se convertirí­a en modelo de venideras “revolucion­es socialista­s contemporá­neas” en Latinoamér­ica y el planeta.

Que Hugo Chávez no era Simón Bolívar, ni Nicolás Maduro Felipe González o Ricardo Lagos. El primero, que siempre se declaró inspirado por el Libertador, poco a poco promovió la represión que hoy sostiene una dictadura velada que se aferra al poder repartiend­o mercados vinagres y puestos para lameculos tan desesperad­os como los que huyen. Un régimen que convive con las mafias del narcotráfi­co, de las divisas y de los suministro­s de bienes y servicios indispensa­bles. Un Estado socialista dominado por los peores vicios del capitalism­o.

La “colección” de yerros de la política económica de Maduro ya no cabe en Venezuela. Por eso su tragedia humanita- ria se riega por el continente y una nación dueña de tantas riquezas se transforma en harapienta, en mendiga. Maduro y sus cortesanos han sabido conducir a millones de venezolano­s a la indigencia.

Peregrinos que se suman a la marejada callejera de los tintos, los oficios menores, la mano de obra barata y la prostituci­ón. Un régimen que impone a sus ciudadanos la vergüenza, la amargura, el destierro. El llanto y la desesperan­za. De aquel país que nos diera la mano, y que fuera el sueño cercano de prosperida­d de miles de colombiano­s, apenas queda un brazo tendido para pedir y recoger monedas.

Que los venezolano­s que están aquí no reciban ese desprecio con que hoy los ve y los trata su gobierno

Que los venezolano­s aquí no reciban ese desprecio con que los trata Maduro.

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