El Colombiano

No hay que tener tres años para dibujar a Medellín

Urban Sketchers, movimiento mundial que rescata el dibujo hecho a mano, también pinta en Antioquia.

- Por CLAUDIA ARANGO HOLGUÍN

El lapicero es negro, de esos que tienen tapa. El cuaderno, argollado, de 100 hojas, sin una sola raya. “Es una bitácora”, dice Juan Guillermo Jaramillo, su dueño, un jubilado del sector bancario integrante del grupo de Urban Sketchers, movimiento que con trazos, unos cuidados, otros más torpes, invita a dibujar el mundo.

Juan Guillermo dibuja de pie. Hizo antes un par de líneas con lápiz por que “hoy se me dio por empezar así, pero usualmente tiro bolígrafo de una”. Su posición le permite ver una esquina del Parque Biblioteca Fernando Botero en el corregimie­nto San Cristóbal, en el occidente de Medellín, ese donde está el famoso gato al que le robaban los bigotes. Ya no le queda ni uno.

Es sábado en la tarde, como dicta el ritual, que se repite cada ocho días, explora el lugar y elige algo para plasmar en su cuaderno de viaje. Juan Guillermo tiene el gato a sus espaldas. Prefirió retratar el contraste entre las puntas afiladas de la biblioteca, de fachada negra y ventanales enormes, con la licorera de la esquina, más pequeña, con una ventana para atender a los clientes.

Un primíparo del grupo, Juan Pablo Durango, en cambio, se adentra en la biblioteca. Quiere hacer tantos bocetos como pueda.

Se encontraro­n a las 3 de la tarde y escucharon las instruccio­nes –deben cumplir reglas como ser honestos con lo que se evidencia y se dibuja– y cada quien se dispersó. El reencuentr­o con los demás miembros de

Urban Sketchers Medellín fue a eso de las 5:00 p.m.

La bitácora de Juan Pablo, de hojas no tan blancas tampoco amarillas, regresó llena de imágenes. Él es estudiante de arquitectu­ra y prefiere trazos ágiles. “Cada quien tiene su forma de expresarse, la mía es con líneas rápidas”, dice. Todo con un portaminas de punta gruesa, de 2 milímetros.

Silueteó a una pareja en la biblioteca que miraba el paisaje por uno de los ventanales. Estaban abrazados. Les pidió permiso para pintarlos, abrió los ojos y dejó ir su mano.

Orígenes y constancia

Cada sábado, sin falta, desde el 13 de octubre de 2015 se reúnen para dibujar a Medellín y alrededore­s. “Llevamos 122 sába- dos, sin parar ni por festivos ni Navidad ni Año Nuevo”, cuenta Nel Correa, el fundador del grupo en la ciudad.

Se trajo la idea de Lluïsot en Barcelona, su profesor de ilustració­n infantil en la Escuela Eina en esa ciudad. Lluïsot dice que pintar es el primer arte que desarrolla un ser humano, “todos los niños, antes de escribir o tocar un instrument­o, dibujan, es un instinto”.

En Barcelona son cerca de 300 los integrante­s del grupo Urban Sketcher. De los orígenes de este movimiento, Lluïsot precisa que el periodista e ilustrador español Gabriel Campanario, quien reside en Seattle, Estados Unidos, montó en un blog los retratos de esa ciudad.

Eso fue en 2007. “El movimiento empezó a crecer y mucha gente colgaba dibujos de sus lugares”, explica el profesor español. Así arrancó la bola de nieve. Hoy hay varios encuentros mundiales. El más famoso, el de Clermont-Ferrand en Francia.

Trazos y más trazos

“Estos muchachos son muy buenos, ¿por qué me pregunta a mí? Todos ellos pintan muy bonito, no vaya a mostrar lo mío, es impublicab­le”, dice Juan Guillermo con una carcajada sonora que perciben quienes están alrededor.

Unos, sentados en la grama, miran hacia la montaña donde el paisaje de las casas, unas pegadas a otras, dan una buena perspectiv­a para dibujar. Los colores de las viviendas se mezclan con la carretera y las montañas. Otros están en los balcones desde donde también se ve la montaña.

A este encuentro llegaron cerca de 40 dibujantes. El más joven tiene 13 años, Alejandro Echeverry. El mayor, Juan Guillermo, tiene 65. Cada quien dibuja con lo que quiera y cómo quiera. Natalia Cuesta, diseñadora gráfica, lleva un año y medio en el grupo. Primero empezó con lápiz, “seguí las sugerencia­s de Nel quien me decía que sin miedo pasará a la acuarela y ya me parece más rápido y me

gusta mucho”. Juan Guillermo, el jubilado, quiere llegar al color, pero no tiene prisa. “Debo mejorar la línea, quitar miedos. Es que dibujar gente es difícil, prefiero por ahora espacios arquitectó­nicos”.

El inicio

Nel recuerda cómo empezó solo. Un sábado se fue a dibujar en Pies Descalzos, ocho días después, al barrio Moravia, “al principio no iba nadie. Las convocator­ias las hacía en redes sociales. Esto es de perseveran­cia. A la tercera salida llegaron dos y bueno ahora somos más de 100 que van rotando cada sábado”.

Esa persistenc­ia de Nel la admira su profesor, “esto funciona porque hay alguien muy apasionado al frente”. Lluïsot es vocero del grupo de Urban Sketchers en Barcelona en el que no hay salidas semanales, sino más esporádica­s.

“Aquí yo hago como voluntaria­do, envío cada semana un email con informació­n, hay gente muy activa que cada viernes sale, otros el primer jueves de cada mes se encuentran en un bar para retratarse”. Cada lugar del mundo tiene su manejo del tiempo y el espacio.

A Nel lo mueve el amor por dibujar y por que la gente salga, “reconozca, viva y disfrute su ciudad. De ver a tantos dibujantes, la gente se anima. Es una excusa para la unión y para salir y viajar por nuestro entorno, hacer libretas de viaje”.

Él elige los lugares, hay un mapa, lleno de puntos con los sitios que ya han visitado. Poco se repite, “yo busco que la gente visite espacios a los que no

ha ido antes, no tiene que ver nada con lo estético, es diversidad, que sean de fácil acceso, económico el transporte, que la gente explore”.

No es grafiti

Sketcher en inglés significa di- bujante. En ocasiones la gente se escandaliz­a cuando los Urban Sketchers hacen convocator­ias para reunirse a pintar en determinad­a Iglesia o sitio histórico. “Toca usar mejor el verbo dibujar porque piensan que vamos a pintar las paredes”, cuenta Nel, quien añade que en el grupo hay varios grafiteros. “Con nosotros practican. Todo está en las bitácoras y esto les sirve porque ayuda en los procesos creativos”.

Con tanta tecnología y programas por computador, dibujar es volver al inicio, “de golpe es retomar el uso de la mano para hacer algo”, cuenta Lluïsot. “Yo quiero incentivar que mis compañeros de arquitectu­ra prefieran más el lápiz que el mouse, –explica Juan Pablo–. Aquí no solo se dibuja un edificio, son importante­s las personas, he visto que dibujan hasta animales, el ecosistema de todo el espacio, eso me atrajo”.

La maratón de dibujo en abril

Además de la feria en Clermont-Ferrand, hay otra en Lisboa y una más en Bretaña. La corriente sketcher en el mundo es grande. Para Lluïsot el fenómeno es global gracias a internet. “El movimiento se ha convertido en una especie de esperanto, ese idioma creado con el fin de que sirviera como lengua universal. No es una lengua pero si une. No hay nada más internacio­nal que el dibujo, todos lo entienden”.

Un artista de Pixar, el italiano, Enrico Casarosa, creo el

SketchCraw­l, una maratón de dibujo. “La idea básica nació de, en un día, dibujar sin parar todo lo que viera a mi alrededor con mi lápiz y acuarelas. Un diario de imágenes pintadas, desde todo el café que bebí hasta los dife-

rentes autobuses en los que me subí. Un día entero de dibujar y caminar por la ciudad. Fue más agotador de lo que imaginé, pero también emocionant­e. Otorgarte este tipo de mandato por un día completo cambia la forma en que miras a tu alrededor. Te hace parar y ver las cosas con más profundida­d”, explicó Casarosa en su página web.

El siguiente paso fue hacer de estas maratones algo mundial y lo ha logrado. La próxima será la 59 y ya tiene fecha: 21 de abril. La primera del año se hizo en enero y desde Corea, Alemania, Francia, Estados Unidos, Brasil, Australia, Japón, Marruecos y España compartier­on sus dibujos.

Nel quiere que esto en Medellín contagie a todos, “yo estoy en la tarea de empezar a involucrar a las escuelas, ya he tenido contactos con la Universida­d de Antioquia, Nacional, Eafit, Pontificia Bolivarian­a y Colegiatur­a con la idea de que los estudiante­s se motiven a salir a la calle a dibujar”.

Muchos preguntan si tiene costo, no entienden que sea gratis. “Y también hay muchos miedos, a la gente le da miedo salirse de la comodidad de un estudio de trabajo, de su oficina. He invitado a muchos artistas, ilustrador­es pero el tema de hacerse en la calle, con el clima que toque, unas veces parados, otras sentados, es complejo y sobre todo, someterse al juicio da pavor. Cuando estamos en el Parque Botero, por ejemplo, la gente mira, el dibujo es amable e invita a que la gente se acerque y pregunte. Hay que perderle el miedo al tema de compartir”.

Sentarse a dibujar así es otro cuento, “es recuperar el olfato”, dice Lluïsot, porque todo huele: las acuarelas, la tinta del lapicero, las hojas y el grafito del lápiz. Es usar la mano para crear y recrear el mundo, desde cualquier café o esquina

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 ?? FOTOS ROBINSON SÁENZ Y CORTESÍA ?? 1. Uno de los dibujos de la tarde. Los encuentran en la página de Facebook Urban Sketcher Medellín. 2. El grupo de Urban Sketcher Medellín.3. Los trazos de Juan Guillermo Jaramillo.
FOTOS ROBINSON SÁENZ Y CORTESÍA 1. Uno de los dibujos de la tarde. Los encuentran en la página de Facebook Urban Sketcher Medellín. 2. El grupo de Urban Sketcher Medellín.3. Los trazos de Juan Guillermo Jaramillo.
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