60 años hackeando al corazón
Como resultado del trabajo pionero de científicos, ingenieros y médicos, el marcapasos completamente implantable se inventó y desarrolló a mediados del siglo XX.
Casi de manera simultánea se pusieron los primeros marcapasos cardíacos implantables en humanos. De eso hace 60 años, fue en 1958.
Uno, diseñado por Rune Elmquivst, fue instalado en el pecho del sueco Arme Larsson, quien sufría de arritmias que dejaban su cerebro sin flujo sanguíneo.
El otro se implantó en Colombia, a Gerardo Flórez, un sacerdote ecuatoriano que tenía un bloqueo completo cardiaco y había sufrido varios paros. La operación, a cargo del cirujano Alberto Vejarano, fue posible gracias a la inventiva de Jorge Reynolds, bogotano de 21 años que volvió al país tras graduarse con la primera cohorte de ingenieros electrónicos del Reino Unido.
Su desarrollo, entonces un armatoste de 50 kilos que debía conectarse a una batería de automóvil de 12 voltios, fue pionero y, hasta hoy, este invento, que ha evolucionado tanto, ha salvado más de 80 millones de vidas, dos veces la población de Colombia.
Era abril de 1958 y Reynolds, invitado a colaborar en la recién inaugurada Clínica Shaio de la capital, tenía una misión clara: buscar solución a las deficiencias y arritmias del corazón.
Todas las condiciones se dieron, Reynolds tenía a su disposición los primeros equipos electrónicos para cardiología adquiridos por la clínica, los mismos que estaban llegando a otras partes del mundo, también como novedades.
Bogotá se aceleraba al progreso y en aquella época comenzaron a pulular las plazas para especialistas.
En la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional también buscaban a alguien con el novedoso perfil de Reynolds para complementar visiones sobre el corazón, “ese sistema eléctrico”, como lo define el graduado de Trinity College, quien actualmente cuenta con más de 35 reconocimientos registrados en la base de datos de Colciencias, más cientos de publicaciones científicas y divulgativas.
Trabajó en los dos lugares dividiendo su tiempo. “Comencé a pensar en una solución con un sistema que produjera pulsos artificiales. Con el doctor Vejarano y el director de la Shaio, Fernando Valencia, buscamos referencias del mundo (…) Leímos a Paul Zoll, una de las primeras personas que estimuló el corazón”.
Los conocimientos que adquiría en la Nacional y la complicidad con los cirujanos de la Shaio lo aventuraron rápidamente a pasar de una serie de ensayos y desarrollos de marca- pasos muy primitivos que probaron en tejidos vivos, a la implementación apresurada en el paciente Flórez, el ecuatoriano que dependía de una intervención para evadir la muerte.
El padre vivió 18 años más, hasta los 101 años, y todo gracias a ese primer procedimiento en el que “se hizo la implantación de los electrodos internos y un marcapaso externo (...) Fuimos los primeros en aplicar un marcapaso externo de manera definitiva”, enfatiza Reynolds.
El ingeniero, de 82 años, dice que esto ocurrió en abril del 58 y cerca de dos meses después “el doctor Senning, en Estocolmo, en el Hospital Universitario Karolinska hizo la implantación del segundo marcapaso definitivo con la que tuvo problemas y le tocó reoperar varias veces”.
Hacer un dispositivo completamente implantable era el objetivo de ingenieros e investigadores de la época. Si el corazón pudiera moverse desde adentro, reduciría el peligro de infección y liberaría al paciente no solo de la cama sino del hospital.
Carlos Arturo Restrepo Jaramillo, cardiólogo, electrofisiólogo del Hospital Manuel Uribe Ángel de Envigado que lleva 25 años implantando marcapasos, cuenta que para que se este pudiera dejar dentro del paciente se requirió descubrir los sistemas de transistores y debió llegarla miniaturización de la electrónica.
Esto fue lo que impulsó que para finales de la década del cincuenta del siglo pasado aparecieran los primeros marcapasos no implantables, permanente, sin cables ni conectados a la energía.
Se probaron varias técnicas. Y ligeramente diferente a lo que
dice Reynolds, publicaciones como Journal of the American
Medical Association y British Medical Journal registran que el ingeniero Rune Elmqvist y el cirujano Åke Senning fueron los primeros en implementar en un paciente un marcapaso con carga externa a través una bobina de inducción, dejando claro que esta intervención falló después de tres horas. Así que citan a Arne
Larsson, como el primer humano en tener un marcapasos completamente implantado, no a Gerardo Flórez.
Arne llegó a tener un total de 22 marcapasos y vivir hasta el año 2001, con 84 años.
Finalmente Greatbatch obtuvo una patente en 1962 para
su dispositivo, que usaba un circuito oscilante acoplado a transformador de dos transistores alimentado por una batería de mercurio.
La ciencia toma tiempo y las colaboraciones interdisciplinarias pueden llevar a avances ingeniosos para solventar los problemas que aquejan al mundo y a la humanidad.
En el caso del marcapasos cardíaco implantable, este fue el resultado del trabajo pionero de muchos científicos, ingenieros y médicos.
A finales de ese siglo, unos 100.000 marcapasos artificiales se instauraban anualmente en pacientes de todo el mundo, beneficiándose de vidas prolongadas y con calidad de vida