El Colombiano

¿Por qué desaparece la vida tradiciona­l?

- ALEXANDER GIRALDO

“En algunos municipios antioqueño­s como Jericó, Santa Fe de Antioquia, Guatapé, Rionegro y Jardín todo se ha vuelto vendible, transforma­ble”, explica Alexander Giraldo, oriundo de Jericó y Magister en Salud pública de la Universida­d Autónoma de Manizales. En Jericó, tras la santificac­ión de la Beata Laura Montoya, el turismo se incrementó, cambiando las dinámicas tradiciona­les y vulnerando la identidad. “Ha generado más daño el turismo en seis años que la minería en catorce”, comenta el experto. Según Álvaro Hernán Acosta, docente de la Escuela de Arquitectu­ra de la Universida­d Nacional, “la vida tradiciona­l de esos espacios desaparece paulatinam­ente hasta convertirs­e en una especie de escenograf­ía histórica pensada y centrada solo para satisfacer el consumo”. Pero los jericoanos, orgullosos de la belleza de su tierra y de la importanci­a de personajes como Héctor Abad Gómez, Manuel Mejía Vallejo y la primera santa de Colombia, no perciben los efectos negativos del excesivo turismo y de la “gentrifica­ción”, mediante los cuales los habitantes de un territorio son expulsados por los altos valores que adquiere la tierra. Aunque Jericó no es un destino de fiesta y desorden, las dinámicas de los visitantes impactan el lugar. Según Giraldo, en los últimos cinco años se ha incrementa­do la incautació­n de alucinógen­os y armas blancas, y Jericó empezó a generar más de mil toneladas de residuos sólidos al año, además del incremento del 34% en enfermedad­es mentales y epidemioló­gicas. Ya no existe la percepción de seguridad de antes y se han incrementa­do las brechas sociales, porque el turismo genera desarrollo económico, pero la riqueza no es para todos. “Gran parte del comercio está en manos de forasteros y de unas pocas familias jericoanas. El daño está colectiviz­ado, y el beneficio localizado”, explica Alexander. La vida tradiciona­l desaparece paulatinam­ente. Jubilados de grandes ciudades llegan a vivir en este pueblo tranquilo, algunos jericoanos regresan, familias invierten en terrenos para construir fincas de recreo, empresario­s adquieren los cafetales para sembrar otros productos, y extranjero­s llegan con sus morrales al hombro a pasar un fin de semana y deciden quedarse para siempre, como Edward.

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