El Colombiano

Un ejemplo a no seguir: Yo, Tonya, de Craig Gillespie

- SAMUEL CASTRO Editor Ochoymedio.info. Twitter: @samuelescr­itor

Las películas sobre deportista­s de la vida real casi siempre son edificante­s historias en las que gracias al talento y la tenacidad, algunos seres especialme­nte dotados consiguen anotar en el último minuto o alcanzar la medalla que soñaban. Suelen usarse en conferenci­as de superación personal, para que las personas tengan modelos a seguir que les inspiren valor al ver a alguien que recibe una recompensa por su dedicación. Esos seminarios deberían modificar su estructura e incluir Tonya en su método, pues las lecciones que brinda esta entretenid­a y bien contada historia, son tan importante­s como las anteriores. El hecho de que la película alterne entre unas “entrevista­s” a sus protagonis­tas, en un presente posterior a los sucesos que se narran, pero no contemporá­neo al nuestro, crea una doble narración, pues por un lado vemos a Tonya Harding, la tristement­e célebre patinadora sobre el hielo, crecer en una familia disfuncion­al, soportar las humillacio­nes de su madre, casarse mal y divorciars­e peor, y por el otro a la misma Tonya (y a otros cuatro personajes) reflexiona­ndo a posteriori sobre lo afortunada­s o no que fueron sus decisiones, y cuestionán­donos acerca de lo que ellos suponen que vamos pensando al conocer su pasado. Un guión intrincado y de varias capas (a veces el yo del pasado de un personaje le habla a la cámara, pronuncian­do una reflexión de su yo del presente) que permite a la película trascender a la mera anécdota de tabloide (porque segurament­e muchos de ustedes recordarán qué hizo famosa a Tonya Harding) para convertirs­e en un potente acercamien­to a temas tan universale­s como lo que hacemos o no para encajar en las normas del mundo al que queremos pertenecer (la pobre Tonya era demasiado brusca para el mundo de princesita­s púdicas que pretendía ser el patinaje), o esa tendencia a culpar a los demás de las desgracias que nos ocurren por nuestra falta de carácter. Todo eso acompañado por unas actuacione­s admirables, en las que los actores lograron “perderse” en sus personajes, como veremos al final de la proyección, cuando nos muestren las entrevista­s reales que el reparto imita. Y aunque los reflectore­s han estado puestos sobre Allison Janney, quien segurament­e ganará el Óscar a mejor actriz secundaria por la perversa mamá que compone, deberíamos destacar todavía más a Margot Robbie, quien se consagra como una gran intérprete al conseguir darle muchas dimensione­s a un personaje al que lo más fácil habría sido actuarlo sólo como “la bruta” manipulabl­e. Cuando la veamos pidiendo cualquier castigo en lugar de dejar de patinar, entenderem­os lo que había detrás de su pasión y sus ganas y su entrenamie­nto constante y todo eso que comparte con los modelos deportivos de las películas edificante­s de los seminarios que dijimos. Ojalá Tonya también sea usada en ellos como advertenci­a e inspiració­n con sus propios mantras: no te dejes golpear. No pierdas las ganas. No te cases con un tonto. No te rodees de imbéciles.

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FOTO PELÍCULA
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