EDITORIAL
Durante los últimos años el país ha tenido avances en materia económica y social, pero estos han sido, en la mayoría de los casos, muy lentos. La falta de reformas ha sido un freno. Los retos son grandes.
“Sin duda, durante los últimos años el país ha tenido avances en materia económica y social, pero estos han sido, en la mayoría de los casos, muy lentos. La falta de reformas ha sido un freno. Los retos son grandes”.
En días pasados, el presidente de la República, Juan Manuel Santos, hizo pública una carta dirigida a su sucesor en el solio de Bolívar.
En la misiva hace un balance de su gestión en diversos campos ( como el social, el económico, la justicia y la seguridad) e identifica los temas prioritarios que deben recibir la atención por parte del próximo gobernante.
En materia económica se refiere a asuntos como la necesidad de contar con una economía sólida y competitiva y unas finanzas públicas sanas y vigorosas, y destaca la importancia que para el desarrollo de la economía representa la infraestructura.
En los temas sociales señala a la educación como el gran generador de equidad y de mejores oportunidades. Igualmente, destaca los avances en salud y los retos hacia adelante en ambos campos.
Dada la estrecha relación que existe entre la capacidad competitiva de una nación y su nivel de desarrollo y bienestar, el análisis de los resultados obtenido por Colombia en el Índice Global de Competitividad (IGC) durante los últimos años ayuda a poner en perspectiva las mejoras y los retrocesos que en este campo se han teni- do recientemente y los desafíos que deben enfrentarse.
En forma sintética puede decirse que, en materia de competitividad, el país registra avances progresivos, pero esto lo hace a un ritmo lento y vacilante. Como resultado de ello, la posición de Colombia en el ranquin mundial no sufre, a través del tiempo, mayores cambios.
En el último reporte (2017- 2018) del Índice, el país cae cinco puestos aunque mantiene un buen puntaje (4,3), el cual está por encima de la media mundial (3,64). Más aún, en la calificación de los 12 pilares que componen el Índice sólo en dos (instituciones y eficiencia del mercado de bienes) el puntaje se ubica por debajo de la media.
En infraestructura, por ejemplo, el país ocupa el puesto 87 entre 137 nacio- nes, la calificación está por encima de la media y claramente durante los últimos años se presentan mejoras a pesar de los tropiezos.
En el entorno macroeconómico, el mayor déficit fiscal y la alta inflación de 2016 llevaron a un marcado retroceso. Por su parte, los recientes y sonados casos de corrupción y los problemas de eficiencia por parte del Gobierno afectaron severa- mente el pilar de instituciones.
En lo que tiene que ver con la salud y la educación básica, se reportan mejoras recientes en cobertura y algo en calidad.
Desafortunadamente, Colombia no consigue superar los problemas estructurales de fondo, los cuales están asociados a lo que en el IGC se denomina como el subíndice de “requerimientos básicos” del desarrollo.
Una de las grandes fallas del actual Gobierno ha sido su incapacidad de concretar reformas económicas tan vitales como, por ejemplo, la arancelaria, la laboral y la pensional. Las reformas tributarias recientes han sido insuficientes, al punto que el panorama fiscal a partir de 2019 luce comprometido.
Aunque en plena campaña electoral la tentación para los candidatos a la Presidencia a no comprometerse con la realización de dichas reformas es grande, es claro que, de no llevarlas a cabo, la marcha del país en los frentes económico y social se verá entorpecida.
Este escenario nos llevaría a repetir la historia reciente de frustraciones y avances limitados que hacen que el camino hacia el progreso y el mayor bienestar de los colombianos sea parsimonioso