El Colombiano

32 perros guían a los ciegos de la ciudad

Fueron donados por una fundación a profesiona­les, obreros y estudiante­s, para facilitar su desplazami­ento.

- Por RODRIGO MARTÍNEZ ARANGO

En la estación San Antonio del Metro de Medellín, los invidentes Luis Ómar Correa y su novia Luisa Fernanda García, se montan a un tren, rumbo al sur de la ciudad, guiados por una perra labradora de nombre Sacha. Dos pasajeros les dan el puesto, ellos se sientan y la mascota se mete debajo de las sillas.

Luis Ómar, quien lleva tres años ciego, cuenta que hace 14 meses es novio de Luisa, gracias a Sacha, porque la conoció en Bogotá, en octubre de 2016, en el momento en que hacía el curso de cuatro semanas para recibir la perra que se la donó la fundación, sin ánimo de lucro, Vishnú del Cyprés.

Como Luisa, que es invidente hace 11 años y está en trámite de tener uno de estos perros, visita por estos días a Medellín, Ómar comparte con ella a Sacha, con la que recorres los sitios turísticos de la ciudad.

Luis Ómar relata que a pesar de tenerla hace un año tres meses, su labradora de color beis, es fácil de manejar. Le dice que van a salir de su casa, en la unidad La Cascada, en el sector de La Aurora hacia el metrocable y allá lo lleva.

Agrega el invidente que cuando llega a un sitio que es nuevo para Sacha, lo nombra varias veces. Luego cuando necesita volver allí, lo único que hace es acariciarl­a, darle una galleta y mencionarl­e el lugar y ella entiende hacia dónde tenemos que partir. millones de pesos, o más, es el costo que puede tener un perro guía para invidentes.

Ómar, al definir el comportami­ento de su guía, no duda en decir que es la luz de sus ojos y un aliciente para seguir viviendo, porque cuando perdió la visión se quería morir.

Así como Luis Ómar, quien trabaja como jardinero, en Medellín ya hay 32 invidentes que cuentan con perro guía: 12 mujeres y 20 hombres. Entre ellos hay un médico, abogados, oficiales y suboficial­es de las Fuerzas Armadas víctimas de la violencia, psicólogos, profesores, obreros y estudiante­s.

Albeiro Correa, invidente que hace 14 años lideró la llegada de mascotas lazarillo a Antioquia cuando la fundación le regaló a Toña la Negra (ya falleció), cuenta, con orgullo, que su perra fue la primera que montó en el metro, después de una lucha de varios meses para que la aceptaran en ese medio de transporte en el que hoy no existen restriccio­nes para viajar con estas mascotas.

Producto de su lucha y de personas ciegas que en Bogotá empezaron a adquirir estos perros de asistencia, el Gobierno Nacional expeditó la Ley 1660, de 2003 que fija multas para las empresas que no respeten esta norma.

Correa resalta que paradójica­mente, las aerolíneas son las empresas que más les han abierto las puertas a los invidentes y sus mascotas y les proporcion­an todos los medios a su alcance para que viajen sin restriccio­nes.

Con el fin de evitar discrimina­ciones, ciegos dueños de perros guías como Ómar, siempre llevan entre sus papeles el carné de propiedad de Sacha y la copia de la Ley 1660.

El adiestrado­r

La única persona que adiestra estos perros en Colombia es Juan Carlos Guerrero, quien trabajaba para la fundación Vishnú del Cyprés. Este hombre contó que desde que salió la Ley 1660, ya ha entrenado 275 perros y de ellos, como algunos ya se han “jubilado”, 220 están en poder de invidentes en toda Colombia, seis en Argentina y uno más en Perú.

Explicó que como, prácticame­nte la vida de las personas invidentes está en manos de estas mascotas, utilizan perras esteriliza­das de dos años, que prestan este servicio hasta los diez y por el cariño que les cogen sus dueños se quedan con ellas hasta su muerte.

Resalta que le sorprende cómo estas perras aprenden con facilidad los recorridos rutinarios de sus dueños.

“No solo asocian estos sitios con una palabra, sino que anexan un trabajo de protección de al usuario. Por eso paran en los cruces de vías, rodean huecos,

postes, escalas y sitios que pueden ser un riesgo para sus amos.

Guerrero le advierte a la ciudadanía que a los perros guías no los deben distraer con manifestac­iones de cariño o darles comida, porque esto los puede hacer desorienta­r y poner en riesgo la seguridad del invidente.

Ómar, que después de bajarse del metro con su novia se dirigió al corregimie­nto San Antonio de Prado a visitar a su familia, comenta que aún en Medellín falta cultura para reconocer los perros guías y ha sido rechazado por taxistas, buseros y establecim­ientos comerciale­s

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