RECUPERAR LA LEY CON NUESTRAS PROPIAS MANOS, PERO CON VOTOS
Las elecciones del 11 de marzo para escoger a los miembros del Congreso son en esta ocasión tan o más importantes que las presidenciales. Como pensarán que exagero, explico la razón de mi advertencia.
De poco sirve que los colombianos no se equivoquen escogiendo como presidente a alguno de los candidatos que apoyan el acuerdo extorsivo de impunidad que un grupo terrorista le impuso a un gobierno indecente, arrodillado y que pasó por encima de la voluntad popular en el plebiscito, si ese presidente no tiene suficiente fuerza en el Congreso para desbaratar todo lo malo que ese engendro maldito incubó en el sistema legal del país.
Repetiré sin cansarme, porque cuando enfrentamos a corruptos y asesinos el que se cansa pierde, que todos queremos la paz, que es muy distinta al “apaciguamiento cobarde” y la com- plicidad con los delincuentes que terminaron siendo premiados, mientras sus víctimas resultaron siendo los culpables que deben resarcir a los victimarios con impunidad, dinero y poder político. Eso debe producir asco, como de hecho lo provoca, a la mayoría de los colombianos que, a pesar de las dificultades, las amenazas, la debilidad del Estado y la falta de justicia, no se acostumbraron a comer ni arrastrarse entre el estiércol.
Sin un Congreso adecuado, de nada vale que no nos dejemos engañar escogiendo a un demagogo “bolivariano” como Petro, que como el apóstol Pedro cuando vio que su maestro podría perjudicarlo, lo negó. Y menos aún a un tibio y camaleónico Fajardo, “de malas para administrar”, que como decían del Emperador Servio Pulpicio
Galba: “Omnium consensu capax imperii nisi imperasset”, que traduce: “según la opinión general, estaba capacitado para gobernar, siempre que no gobernara”; y que con los aliados que ahora tiene, no sabemos si siempre fue un socialista que no se atrevía a salir del closet político, o si no lo es, ahora está muy claro que con tal de ser presidente se alía hasta con el diablo.
De nada sirve no equivocarnos de presidente sin un Congreso con mayorías que ayuden a enderezar el país y desmonten la inmundicia que el actual gobierno derramó en esa rama del poder público, lubricada con mermelada que más bien parece lixiviado de relleno sanitario.
Por eso “llenar” el Congreso con personas que votaron NO en el plebiscito es una urgencia, porque la podredumbre que implantó este gobierno no fue en las márgenes de nuestra viabilidad como nación sino en el corazón de la misma. Viabilidad que reposa en las leyes correctas que reflejen las necesidades del país y favorezcan a quienes las cumplen, en vez de premiar a quien las viole. Promulgadas por personas elegidas por los colombianos de bien y no desde curules regaladas a delincuentes que las obtuvieron, no por ser convincentes sino peligrosos, no por sus ideas brillantes y limpias sino por tener fusiles, matar, secuestrar, violar niñas, destruir el ambiente y envenenar gente con drogas
Sin un Congreso adecuado, de nada vale que no nos dejemos engañar escogiendo a un demagogo “bolivariano” como Petro.