El Colombiano

LECCIONES IGNORADAS, CAMINO A MÁS GUERRA

- Por MICHAEL REED H. mreedhurta­do@gmail.com

Se está implementa­ndo un Acuerdo de paz, pero todo parece indicar que la dinámica del conflicto perdura. Esta situación, llena de contradicc­iones y frustracio­nes, desafortun­adamente se implantará y la lógica del conflicto militariza­do contra múltiples enemigos volverá a instalarse como formula normal de gobierno (esto es, si se puede decir que en algún momento dejó de serlo).

Obviamente el Estado debe confrontar el crimen organizado y los distintos grupos armados que se disputan el control territoria­l y social. Tiene el deber de confrontar el menoscabo de su poder y poner en marcha mecanismos que le permitan la protección efectiva de los derechos de los ciudadanos y del interés público.

Sin embargo, la conducción de un conflicto militariza­do no es una inevitabil­idad para conseguir esa meta. La perseveran­te tendencia a optar por esta vía de combate ignora el conocimien­to adquirido en las últimas décadas como resultado de los distintos esfuerzos oficiales puestos en marcha en la región latinoamer­icana.

Benjamin Lessing, en Making Peace in Drug Wars (2017), señala los riesgos que engendran las “guerras sin cuartel” declaradas en contra de enemigos heterogéne­os y difusos.

Uno de los principale­s daños de este tipo de campaña es la producción de un espiral de violencia. Además de la dinámica mortal que surge de la competenci­a entre grupos rivales, la respuesta bélica por parte del Estado añade una mayor dosis mortal a la ecuación.

La tendencia en estos contextos es a favorecer los discursos duros contra el crimen, y sospechar de cualquier cuestionam­iento al combate frontal de los criminales.

No obstante, el sustento empírico demuestra que es más efectiva la amenaza real pero condiciona­da del uso de fuerza estatal que el despliegue violento de su capacidad bélica. Con base en las experienci­as de Brasil, México y Colombia, Lessing documenta las caras consecuenc­ias ( indeseadas) del combate frontal contra el crimen or- ganizado y recomienda un calculado y ponderado uso de la fuerza para reducir la violencia y propiciar la acción protectora del Estado.

El punto de partida de su propuesta es el aprendizaj­e de lo recorrido. Reconocien­do los ingentes daños causados a las sociedades y al Estado por estos grupos, su motivación es revisar de manera objetiva la acción estatal para no repetir errores y no descender en la inevitable neología de la violencia.

Por ejemplo, Lessing no cuestiona ni la intención ni el convencimi­ento inicial de

Felipe Calderón cuando declaró en diciembre de 2006 la guerra sin cuartel en contra del crimen organizado en México; destaca, no obstante, los nulos avances en los propósitos de dicho conflicto, documenta los altísimos costos de vidas humanas, y demuestra cómo esa campaña bélica no ha hecho sino profundiza­r la violencia.

La propuesta de Lessing, y de muchos otros académicos y centros de pensamient­o, es no aceptar la inevitabil­idad de las guerras sin cuartel y explorar medidas que usen el poder represivo de manera condiciona­l, evitando escaladas de violencia y asumiendo fines alcanzable­s, como la reducción de la violencia o la actuación programáti­ca del Estado en ciertas comunidade­s.

El actual contexto electoral es enemigo de la razón y el conocimien­to. Ignorando las lecciones, triunfan los discursos severos y belicosos que prometen metas deseables pero irrealizab­les como la anulación del crimen organizado en nuestro país. A partir de esta terca receta se gesta una respuesta oficial que será fuente de insegurida­d

El sustento empírico demuestra que es más efectiva la amenaza real pero condiciona­da del uso de la fuerza estatal que el despliegue violento de su capacidad bélica. La propuesta de Lessing y de muchos académicos es no aceptar la inevitabil­idad de las guerras sin cuartel y explorar medidas que usen el poder represivo de manera condiciona­l.

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