LECCIONES IGNORADAS, CAMINO A MÁS GUERRA
Se está implementando un Acuerdo de paz, pero todo parece indicar que la dinámica del conflicto perdura. Esta situación, llena de contradicciones y frustraciones, desafortunadamente se implantará y la lógica del conflicto militarizado contra múltiples enemigos volverá a instalarse como formula normal de gobierno (esto es, si se puede decir que en algún momento dejó de serlo).
Obviamente el Estado debe confrontar el crimen organizado y los distintos grupos armados que se disputan el control territorial y social. Tiene el deber de confrontar el menoscabo de su poder y poner en marcha mecanismos que le permitan la protección efectiva de los derechos de los ciudadanos y del interés público.
Sin embargo, la conducción de un conflicto militarizado no es una inevitabilidad para conseguir esa meta. La perseverante tendencia a optar por esta vía de combate ignora el conocimiento adquirido en las últimas décadas como resultado de los distintos esfuerzos oficiales puestos en marcha en la región latinoamericana.
Benjamin Lessing, en Making Peace in Drug Wars (2017), señala los riesgos que engendran las “guerras sin cuartel” declaradas en contra de enemigos heterogéneos y difusos.
Uno de los principales daños de este tipo de campaña es la producción de un espiral de violencia. Además de la dinámica mortal que surge de la competencia entre grupos rivales, la respuesta bélica por parte del Estado añade una mayor dosis mortal a la ecuación.
La tendencia en estos contextos es a favorecer los discursos duros contra el crimen, y sospechar de cualquier cuestionamiento al combate frontal de los criminales.
No obstante, el sustento empírico demuestra que es más efectiva la amenaza real pero condicionada del uso de fuerza estatal que el despliegue violento de su capacidad bélica. Con base en las experiencias de Brasil, México y Colombia, Lessing documenta las caras consecuencias ( indeseadas) del combate frontal contra el crimen or- ganizado y recomienda un calculado y ponderado uso de la fuerza para reducir la violencia y propiciar la acción protectora del Estado.
El punto de partida de su propuesta es el aprendizaje de lo recorrido. Reconociendo los ingentes daños causados a las sociedades y al Estado por estos grupos, su motivación es revisar de manera objetiva la acción estatal para no repetir errores y no descender en la inevitable neología de la violencia.
Por ejemplo, Lessing no cuestiona ni la intención ni el convencimiento inicial de
Felipe Calderón cuando declaró en diciembre de 2006 la guerra sin cuartel en contra del crimen organizado en México; destaca, no obstante, los nulos avances en los propósitos de dicho conflicto, documenta los altísimos costos de vidas humanas, y demuestra cómo esa campaña bélica no ha hecho sino profundizar la violencia.
La propuesta de Lessing, y de muchos otros académicos y centros de pensamiento, es no aceptar la inevitabilidad de las guerras sin cuartel y explorar medidas que usen el poder represivo de manera condicional, evitando escaladas de violencia y asumiendo fines alcanzables, como la reducción de la violencia o la actuación programática del Estado en ciertas comunidades.
El actual contexto electoral es enemigo de la razón y el conocimiento. Ignorando las lecciones, triunfan los discursos severos y belicosos que prometen metas deseables pero irrealizables como la anulación del crimen organizado en nuestro país. A partir de esta terca receta se gesta una respuesta oficial que será fuente de inseguridad
El sustento empírico demuestra que es más efectiva la amenaza real pero condicionada del uso de la fuerza estatal que el despliegue violento de su capacidad bélica. La propuesta de Lessing y de muchos académicos es no aceptar la inevitabilidad de las guerras sin cuartel y explorar medidas que usen el poder represivo de manera condicional.