El Colombiano

EDITORIAL

Aunque pareciera explorado, se trata de un sector en crecimient­o. Su potencial para Medellín y la región es y será capital para generar empleo e inversión. La labor interinsti­tucional es clave.

- ELENA OSPINA

“Aunque pareciera explorado, se trata de un sector en crecimient­o. Su potencial para Medellín y la región es y será capital para generar empleo e inversión. La labor interinsti­tucional es clave”.

La diversidad natural, geográfica, cultural y humana de Medellín y Antioquia, sumada a la capacidad de transforma­ción mostrada los últimos 20 años, convirtier­on la región en un destino turístico cada vez más apreciado. Lo dicen las estadístic­as de informes recientes. Se trata de un sector de la economía que puede y debe convertirs­e en uno de los pilares del desarrollo económico de, por lo menos, los próximos 20 años.

La variedad de actividade­s y cadenas productiva­s que encierra son uno de los componente­s más atractivos para el área metropolit­ana y los demás municipios del departamen­to. En 2017, llegaron a Antioquia 390 mil turistas extranjero­s, un 10 por ciento más que en 2016.

Se trata, además, de una concepción turística amplia, que no se reduce a facetas convencion­ales. A las visitas de diversión y disfrute de los lugares “icónicos”, se pueden agregar variantes como las de negocios, convencion­es, academia, cultura, deporte e incluso ciencia. Agotada quedó aquella síntesis ( válida, pero ya insuficien­te) que resumía la ciudad y la región en el Pueblito Paisa, la Piedra del Peñol y el Metro.

Hoy, según las encuestas hechas a los visitantes por las entidades del sector, los turistas nacionales y extranjero­s disfrutan de recorrer las calles (34,35 %), visitar museos (24,43 %) y conocer los parques (24,24). En los municipios de las subregione­s los turistas disfrutan de la arquitectu­ra, la gastronomí­a y las costumbres, pero también fijan expectativ­as en la joyería y el arte y en el ecoturismo, que incluso puede tener versiones más extremas en parques naturales y zonas vírgenes de la geografía, donde disminuyer­on la insegurida­d y el conflicto.

Pero incluso con las inmensas riquezas de Antioquia, todavía nos superan en acogida de turistas Bogotá y Bolívar. Nariño, según los últimos datos, logró crecer a un ritmo sorprenden­te del 497 % entre 2016-2017. Antioquia, en su conjunto, aumentó el 8,75 %.

Mediciones como estas indican que en la región, no obstante los resultados alentadore­s de la última década, todo está por hacer, en el sentido de una ambición positiva y fácil de cumplir, si se ejecutan las políticas adecuadas: que Antioquia reciba cada año más de un millón de turistas, como ya pasa con Bogotá.

Urabá, por ejemplo, con la construcci­ón de puertos y el desarrollo de la industria turística en Turbo, Necoclí y Arboletes, podría acrecentar el arribo por vía marítima, como ocurre con Cartagena, dado el valor singular de su patrimonio histórico. ¿Qué se puede hacer en Urabá para estimular ofertas más innovadora­s?

Están Oriente, Occidente, Suroeste y Bajo Cauca. Y la riqueza de la minería de oro y la orfebrería a la que ahora le abrirán en Segovia el parque Marceleth, donde se esperan en 2018 unos 10 mil visitantes.

Las señales, las condicione­s y las visiones están dadas para que Antioquia, y dentro de ella Medellín y el Valle de Aburrá, disparen sus indicadore­s de gestión turística. La demanda laboral polifacéti­ca de esta industria requiere que se fijen megas (metas grandes y ambiciosas) en la promoción, capacitaci­ón y adecuación de un “ecosistema turístico” que responda a las expectativ­as auspiciosa­s refrendada­s por las cifras de crecimient­o.

Se trata de uno de los sectores que necesita un liderazgo visible, de la más alta gerencia intersecto­rial, para que multipliqu­e el derrame de riqueza que respaldan sus resultados y proyeccion­es

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ILUSTRACIÓ­N

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