CICLORRUTAS INFERNALES
Cada día aumenta más el número de personas que deciden, por cuestiones meramente ambientales o de salud, dejar atrás el transporte público cotidiano, como la típica buseta que desde años atrás nos acompaña o el innovador metro de la ciudad, y tomar aquella cosa rara de dos ruedas que necesita de un esfuerzo mínimo corporal y alguna que otra gota de sudor. Sea la razón que sea, cabe decir y destacar la decisión tan abrumadora de estas personas, pues de manera indirecta, empezarán a contribuir con el bienestar ambiental. Pero, ¿es realmente Medellín una ciudad preparada para soportar a ciclistas?
Me llamo Jesús y estudio, actualmente, Contaduría Pú- blica en la Corporación Universitaria Americana. Mis horarios académicos me permiten ser un tanto flexible en cuanto a la selección del transporte a usar, pues podría fácilmente tomar cualquier ruta de bus o metroplús, pero, por cuestiones ambientales y por mi deseo de ejercicio físico, prefiero tomar las bicicletas proporcionadas por Encicla.
Todo comienza de manera agradable, cualquiera diría que estoy en el país de las maravillas. Pero no todo tenía que salir bien. El problema inicia cuando empiezo a pedalear aquel vehículo birruedal. Vehículos que ignoran al ciclista, viandantes que simulan no escuchar la campana que ruega, prácticamente, un permiso, o rutas para ciclistas que hacen sentir a uno estar rodando en una montaña problemática de manera constante, hacen y ponen en peligro la seguridad de todas aquellas personas que decidimos dejar atrás el uso de transporte público cotidiano.
Desde la Alcaldía de Medellín y los entes encargados de dicho sistema, deberían proporcionar la adecuada capacitación a todas aquellas personas que manejan vehículos y hacerles concienciar de la importancia de velar por la seguridad de nosotros, los ciclistas, pero no sólo a los conductores de vehículos, sino a todas aquellas personas que circulan por la ciudad día tras día, usando medios informativos, como flyers, donde se indique el verdadero uso y función de aquel pedazo de camino pavimentado. Pero no solo a las personas antes mencionadas, sino a nosotros mismos los ciclistas, pues muchas veces somos nosotros mismos los que atentamos contra la seguridad, no sólo del tercero, sino la propia.
Para concluir este escrito sería preciso destacar la importancia que recoge la seguridad del ciclista, la cual no solo debe depender del ciclista como tal, sino de todo aquel que lo rodea