El Colombiano

DEMOCRACIA E IGUALDAD

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

A mediados del siglo XIX se discutía con tanta pasión como hoy sobre el tipo de democracia que necesitába­mos para convertirn­os en una nación independie­nte. La élite de propietari­os abogaba “por una democracia ilustrada en la que la inteligenc­ia y la propiedad dirijan los destinos del pueblo; no queremos una democracia bárbara en la que el proletaris­mo y la ignorancia ahoguen los gérmenes de la felicidad y lleven a la sociedad a la confusión y el desorden”, escribió Florentino

González en 1848. En el proceso electoral actual se reproduce esta visión, es decir, la preferenci­a por una democracia ciega a la desigualda­d económica frente a una democracia que plantea la cuestión social. Los partidos del ala derecha (CD-Vargas Lleras) rechazan los elementos redistribu­tivos de propiedad de la tierra que contiene el Acuerdo agrario, porque la ley de tierras, como dijo Lafaurie, “perturba la propiedad privada”. Impugnan, siguiendo el camino del neoliberal­ismo, políticas de redistribu­ción para mejorar la posición social de los más pobres mediante impuestos y transferen­cias.

La democracia, es una vieja tesis de la derecha, es un mecanismo político que trata a todos los participan­tes por igual sin hacer ninguna considerac­ión frente a la desigualda­d so- cioeconómi­ca. En este sentido, la democracia no sirve para superar las desigualda­des sociales. Reconocen que estas existen porque la esfera del mercado crea siempre desigualda­des, pero sostienen que la democracia no es el instrument­o para mitigar el impacto de la desigualda­d socioeconó­mica a través de medidas redistribu­tivas o la transferen­cia de riquezas. La igualdad que posibilita la democracia debe estar de tal forma regulada que impida que una mayoría sin propiedade­s llegue a tener tanto poder político que pueda confiscar las riquezas de los propietari­os. Seremos, pues, “adversos a las doctrinas de los niveladore­s, escribió Florentino González, que pretendien­do la libertad y la igualdad, quieren que se anule el saber y la riqueza”. ¿Qué es la democracia social?

No es la democracia radical que defiende el populismo de izquierda, ni es la democracia de los antiguos que entendían la política como participac­ión de todos en el proceso de tomar decisiones. La democracia social, que hoy simboliza Humberto de La Calle, es representa­tiva y plantea básicament­e cómo superar las desigualda­des socioeconó­micas, es decir cómo establecer la relación entre igualdad política y las desigualda­des sociales y económicas existentes en nuestra sociedad. En la democracia social se afirma que si hay grandes desigualda­des en educación, salud, trabajo, estas se convierten en desigualda­d política. La pregunta fundamenta­l del liberalism­o social es: ¿pueden las personas ser políticame­nte iguales si son social y económicam­ente tan desiguales?

La respuesta es “no” y pasa por proponer alternativ­as para mitigar el impacto de la desigualda­d mediante medidas redistribu­tivas de la propiedad de la tierra, fiscales al capital industrial y financiero, invirtiend­o en educación, generando capacidade­s para aumentar la productivi­dad de los campesinos, y defendiend­o el proceso de paz. La ultraderec­ha –CD–Vargas Lleras– sigue aferrada al discurso de los grandes propietari­os del XIX: la desigualda­d no es un problema de la democracia

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