El Colombiano

AH SUERTE TAN BUENA

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Qué buena suerte tienen los peruanos de no compartir límites geográfico­s con la Venezuela de Maduro. Y por eso le hablan duro, sin temores, sin complejos, al caradu- ra dictadorzu­elo tropical.

No lo quieren ver ni en pintura. Y menos tenerlo en desarrollo de la cumbre de las Américas. Se dan el gusto de tirarle anticipada­mente la puerta sobre las narices. “No puede entrar ni al suelo ni al cielo peruano porque no es bienvenido”, le advierte el gobierno. En Perú, “no lo queremos recibir”.

Envidiable esta actitud peruana. Mientras tanto, Colombia tiene que tragar saliva ante las provocacio­nes y altanerías de Maduro. Ahí está recogiendo el gobierno colombiano los frutos de la zalema y el incienso que le batió para poder sacar avante su controvert­ido acuerdo habanero y sostener con “babas” el que se ilusiona lograr con el Eln. De vez en cuando, presidente y canciller balbucean con tímidas respuestas de protesta algunos agravios que salen de Caracas. Estas notas pusilánime­s, ni apaciguan y menos atemorizan al jayán chavista. Por el contrario aumenta sus amenazas, peligros que podrían desestabil­izar los anémicos procesos de paz colombiano­s.

Maduro es dolor de cabeza no solo para Colombia sino para el continente. Alza su voz desafiante para preguntar con cinismo si es que “le tienen miedo” al cerrarle las puertas limeñas. Claro que sí. Atemoriza la sola presencia de quien encarna un régimen de terror y de violación de derechos humanos, ansioso de imponer su perverso como fracasado modelo político/económico a las naciones débiles de la región...

Colombia sufre las aberracion­es antidemocr­áticas de Maduro, que oxigenan los movimiento­s subversivo­s que tantos males le han causado a Colombia. El mismo ministro de Defensa colombiano denuncia salidas y entradas de la subversión colombiana a territorio venezolano. Las hacen con patente de corso, para cometer sus fe- chorías. No hay consecuenc­ias legales ni penales para los agresores que hacen su migración – y hasta diáspora– delincuenc­ial, aprovechan­do la tolerancia y la complicida­d de los vecinos.

Maduro carga, estruja e irrespeta a Colombia. Su febril como torcida imaginació­n lo lleva a sostener que desde aquí se ingenian “falsos positivos” contra su país. Busca desviar la atención de las sindicacio­nes que recibe sobre su alcahueter­ía de darles armas y alimentos a los distintos frentes de la guerrilla colombiana. La misma que prepara como punta de lanza para utilizarla en una eventual insubordin­ación de lo poco sano que resta de sus fuerzas armadas contra su dictadura y de contera colocarle una espada en la yugular a Colombia.

Venezuela será una papa caliente para el próximo presidente de Colombia, siempre y cuando el país elija un ciudadano antípoda al demagogo vecino. Si bien se requerirá de un mandatario que tenga prudencia para manejar a un vecino enajenado, sí que necesitará de coraje para no dejarse atropellar y listo para denunciar ante los organismos internacio­nales los excesos de una dictadura que cada día estimula más el éxodo tumultuoso hacia Colombia, hecho que copa la capacidad nacional para absorber y dar soluciones a la masiva invasión de los desesperad­os venezolano­s

Venezuela será una papa caliente para el próximo presidente, siempre y cuando el país elija un antípoda al demagogo vecino.

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