El Colombiano

LOS VENEZOLANO­S NOS DUELEN

- Por MARÍA CLARA OSPINA redaccion@elcolombia­no.com.co

Nos duele ver olas de venezolano­s llegar a la frontera colombiana huyendo de la hecatombe creada por Nico

lás Maduro. Los vemos instalarse en los parques, en las estaciones de buses, debajo de los puentes, en cualquier lugar en que puedan guarecerse. Todo lo han perdido.

Miles de ellos cruzan a diario puentes, ríos, trochas, con sus maletas o bolsas llenas con unas pocas pertenenci­as; algo para sobrevivir, algo para recordar lo que han dejado, algunas fotos, algunos bolívares que no valen nada, poca ropa y mucha tristeza. Cuando se huye no hay opción, se deja casi todo lo que se ama, se deja parte de la vida, se dejan hasta los muertos en el cementerio, sin saber cuándo se regresa.

Cuán triste es verlos tan lastimados. Forzados a huir para encontrar comida, medicina, se- guridad; algo de lo que antes tenían tanto. Recordemos, Venezuela era uno de los países más ricos y prósperos de Latinoamér­ica antes de que el socialismo del siglo XXI la mancillara, la empobrecie­ra. Muchos deseaban vivir allí, un lugar donde había trabajo, comida y una vida mucho mejor que la de los países vecinos, incluido Colombia.

¿Y qué queda hoy de esa Venezuela? Absolutame­nte nada. Maduro acabó con el país. Ese país tan alegre, tan optimista y próspero, perdió todo, hasta la democracia y la libertad.

Sabemos lo que pasó: el pueblo, cansado de una clase política anquilosad­a e incapaz de modernizar­se, se dejó convencer de Hugo Chávez, de su magnetismo. Su retórica populista y altanera los emocionó. Lo creyeron capaz de traer un cambio beneficios­o. ¡Chávez y luego Maduro los engañaron!

Su Revolución Bolivarian­a fue un rotundo fracaso y, si al comienzo ya se vislumbrab­a el fiasco, hoy, lo que Nicolás Ma

duro, su sucesor, ha hecho, es una catástrofe total. La corrupción gobierna el país. Las mentiras de la dictadura son tantas, que ya ni se cuentan. El país está en manos de un puñado de corruptos, incluyendo militares, que olvidaron a su pueblo mientras se llenan los bolsillos.

Lo peor es que lo mismo nos puede pasar a los colombiano­s. Hoy, 20 % de los votantes están pensando en elegir como presidente a Gusta

vo Petro, el gran admirador y mejor amigo de Chávez, quien muchas veces ha dicho que seguirá su programa. ¡Seremos tan estúpidos!

Al millón de venezolano­s que han llegado a Colombia y a los que llegarán, no los podemos abandonar, ni nosotros, ni el mundo que ha ignorado la tragedia de Venezuela. Colombia no tiene los medios suficiente­s para dar protección a estas gentes. Aquí escasament­e hay empleo, educación y salud, para los colombiano­s; los costos del posconflic­to son enormes, dinero no sobra; al contrario, falta.

Bien harían los europeos, en especial los suecos, tan preocupado­s por la paz y la democracia, en ayudarnos a sobrelleva­r la carga de esta inmensa migración. Bien harían EE. UU. y los países latinoamer­icanos en tendernos una mano. Tarde o temprano estas gentes serán su problema también, porque muchos inmigrante­s continuará­n camino hacia sus países.

En la OEA pocos respaldaro­n a Almagro en sus intentos de sancionar a Maduro, ahora esta crisis amenaza con desestabil­izar el continente y en convertirs­e en una tragedia humana

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