El Colombiano

EL PARAÍSO Y EL OLVIDO

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Para proyectar el futuro es indispensa­ble conocer el pasado. No importa que entre el después y el antes se interponga una revolución, un trueque tajante de las cosas. En efecto, hay un hilo conductor que teje la maraña del tiempo. Nadie se puede arrogar la potestad de crear otra vez el mundo de la nada. Y el tiempo sabe más que sus pasajeros, los hombres.

El complejo de Adán consiste precisamen­te en creerse fundador absoluto de la realidad. En asegurarse y asegurar que con la propia figura comienza la historia universal del bullicio. En pensar incluso que, en caso de faltar una compañía, esta no podría salir sino de una de sus costillas. Suele sucederles a los pequeños tiranos.

El reverso de este adanismo es igualmente trágico. Es la situación de aquel que por desconocer el pasado queda condenado a la parálisis creativa. Suele sucederles a los pueblos amputados de su historia. A aquellos incapaces de vislumbrar un tiempo en que la humanidad era niña y la brutalidad no se había cebado en su fragilidad. El poeta argentino Antonio

Porchia formula esta tribulació­n en la siguiente jugada a cuatro bandas: “Sí, esto está mal. Pero estuvo bien. Y ahora no comprendo cómo pudo estar bien. Y ahora no comprendo cómo puede estar mal”.

Descifrémo­sla: lo básico, el dato fundaciona­l es que el universo hizo las cosas bien. Por eso alguna vez esto estuvo bien. Pero es tanta la acumulació­n de maldad que cae sobre una persona cuando ya no es una recién nacida, que se borra por completo el recuerdo del paraíso.

Ni siquiera concibe que este planeta alguna vez fuera todo lo contrario de un valle de lágrimas. De sus neuronas se eliminó la película del mundo feliz, o al menos del mundo vivible.

Como no tiene ni memoria ni sospecha ni mucho menos experienci­a de un escenario diferente al de su tragedia cotidiana, asume que este teatro es la normalidad, lo que toca. Entonces se acomoda a sus heridas y trata de pasar la vida aprovechan­do al máximo cualquier oportunida­d de respiro. Si le compran el voto por un tamal y gaseosa, lo acepta y hace trampa votando al revés.

Ignora que sus males tienen antecedent­es y causas. Por lo tanto desconoce por qué su vida es una nulidad o una suma de precarieda­des. Se refugia en un Adán, o baja la cabeza y rezonga doblegado

Pero es tanta la acumulació­n de maldad que cae sobre una persona cuando ya no es una recién nacida, que se borra por completo el recuerdo del paraíso.

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