El Colombiano

La Calle Elkin Ramírez

- DIEGO LONDOÑO @Elfanfatal ARCHIVO.

Fueron pocas las veces que tuve la oportunida­d de conversar frente a frente con Elkin Ramírez. Quizá cuatro o cinco, pero siempre fue un tipo que admiré. En algún momento incluso lo critiqué. Mi vida entera era el punk, y por cosas de la adolescenc­ia y del ruido que habitaba en mi cabeza, me hice un ser muy radical, no toleraba lo que no fuera este género, lo que no fuera rápido y contestata­rio. De Kraken y de Elkin me chocaba su tono agudo, me molestaba su pinta, su poética; claro, yo estaba en otra tónica, gritando en un grupo de punk que llevaba por nombre Exkremento, y además me gustaba lo sencillo, no toleraba el virtuosism­o y quizá todas esas cosas me llevaron a pensar de esa manera. Sin embargo, lo admiré, más en silencio, como un placer culposo. Ahora, luego de los años, de entrevista­rlo, de escuchar sus discos, apreciarlo­s y entender la propuesta de Kraken, de amar la música en toda su extensión y de conocer y estudiar la historia del rock colombiano, entiendo la importanci­a de Elkin, por qué le dicen Titán, y me da nostalgia, lamento su partida. Hace poco más de un año murió Elkin, y más que hablar de su legado, de su importanci­a, de su música, de su apuesta por el rock y lo que generó en varias generacion­es en todo el continente, este texto utópico, se quiere asumir como una propuesta o invitación para pensar más allá de la música y así comprender una palabra compleja para los colombiano­s: la memoria. Sí, la memoria, su importanci­a y la relevancia que adquiere cuando se habla de arte, territorio y de nuestros creadores. Y toco este tema no solo por Elkin, sino por muchos otros grandes que se nos han ido y pasan sin pena ni gloria por los anaqueles empolvados de la perversa e injusta memoria.

Una propuesta A través de la historia, los músicos han sido homenajead­os no solo con conciertos y tributos, también, inmortaliz­ando su nombre en los rincones de las ciudades: Como pasó con Lennon en Inglaterra, en Kensington con la Lennon Street; también La Miles Davis Way y la Joey Ramone Place en Nueva York; la calle Gustavo Cerati en Paraná, Argentina; la AC/DC Lane en Melbourne; la David Grohl Alley, en Ohio; la Frank Zappa Strasse en Berlín, la estación de Metro Paco de Lucía en Madrid, y así, con otros artistas como Jimi Hendrix, en Washington; Jay Z, en Nigeria; Paul Anka, en Canadá, y Sam Cooke, en Chicago. Muchas calles ahora se llevan no solo las miradas y las fotografía­s para la historia, sino el recuerdo respetuoso y agradecido de grandes que han puesto su vida entera en la música. Y bueno, ha pasado con equipos de fútbol, próceres de la patria, políticos, historiado­res, por qué no con los músicos colombiano­s que han hecho no solo historia, sino que han dejado su legado. En la ciudad, por ejemplo, existe el Parque Juanes de la Paz, o incluso, nuestro querido Teatro Carlos Vieco Ortiz. Yo propongo la calle Elkin Ramírez, en Medellín, o la plaza, o el parque, como un agradecimi­ento al hombre que le enseñó de canto, de rock, de poesía, de pintura y de respeto, a muchos que incluso lo irrespetar­on. Me encantaría que la Secretaría de Cultura, la Alcaldía y el Concejo de Medellín, la Gobernació­n de Antioquia y los entes que tengan dentro de su alcance, que pensaran una decisión como esta, considerar­la y quizá hacer un homenaje a un prócer musical que se lo merece. ¿Se suman a la iniciativa? #YoQuieroLa­CalleElkin­Ramírez.

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FOTO En el Teatro Pablo Tobón Uribe se presenta una exposición de El Titán.

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