El Colombiano

Finca de los Bernal es hoy espacio “de lujo”

Edificios de apartament­os atestan el sector, otrora pulmón de Medellín, en el que vecinos sienten la saturación.

- Por VÍCTOR ANDRÉS ÁLVAREZ C.

En la Medellín de los 60 era paseo, un disfrute necesario, divisar la finca La Esmeralda, recorrer sus linderos, caminar por la trocha que la atravesaba hasta llegar a las montañas del surocciden­te, a unos 8,5 kilómetros de la avenida Oriental con la Playa, en el Centro de la ciudad.

Una imponente casa, en tapia, con apariencia de castillo, palmeras, jardines florecidos y piscina lucía en aquella zona, entonces tan rural y cercana a un poblado llamado Belén. Al fondo el cerro que hoy llaman Las Tres Cruces.

Era la única propiedad en 48 hectáreas, que iniciaba en lo que hoy es la carrera 80, por la urbanizaci­ón Sorrento y hasta el colegio Padre Manyaneth. A su alrededor había extensas mangas, sembrados de hortalizas, árboles frutales y tres nacimiento­s de agua.

Los esposos Marcos Restrepo y Julia Gaviria eran propietari­os de La Esmeralda. Del matrimonio nacieron 18 hijos, entre ellos Julia Restrepo Gaviria, que se casó con Bernardo Bernal Bravo, quien años después le compró la finca a su suegro Marcos.

Blanca Gil Bernal recuerda que sus abuelos, Bernardo y Julia, vivían en una casa del Centro de Medellín, donde ahora queda una sede de Profamilia; eran vecinos de Fernando González.

“La Esmeralda era su finca de recreo. Además, tenía otra tierra, llamada La Cangreja, que lindaba con una quebrada de igual nombre en el corregimie­nto Altavista, detrás del cerro de las Tres Cruces”, dice.

Hasta ese lugar, recuerda Gil Bernal, medellinen­ses de otros barrios subían por agua, ya que en la ciudad era frecuente que la cortaran.

“Se les ponía una manguera para que la que recogieran”, comenta y recuerda que “allá no había carretera, tampoco bus que nos llevara. Medellín llegaba hasta el centro de Belén”.

El Valle de Aburrá, ya a inicios de los 70, vislumbrab­a un crecimient­o urbanístic­o y poblaciona­l. Bernardo y Julia repar- tieron sus predios entre los 10 nietos. Todos, menos dos—uno sacerdote y otra monja—construyer­on casas campestres de dos niveles, con más de cuatro cuartos, solares y chimeneas.

Vamos a donde los Bernal

Los Bernal y sus descendenc­ias son la típica familia antioqueña: grande, emprendedo­ra y tradiciona­l.

Los ocho hermanos que levantaron sus casas, dividieron los predios y se los dieron a los hijos. Blanca relata que 25 primos también construyer­on fincas y la mayoría se fueron a vivir al lugar.

“En el 73 mi abuela ya vivía en La Esmeralda. Mi madre y otras tías se asentaron. Éramos más de 18 nietos que estudiábam­os en colegios como el San Ignacio y La Presentaci­ón. Teníamos muchos amigos, compañeros de estudio que iban por toda la ciudad diciendo: vamos para donde los Bernal”, apunta.

Así se fue sellando el nombre la Loma de los Bernal. El barrio que, Natalia Correa, una de sus habitantes, soñaba con habitar. El que llama el otro Poblado de Medellín.

“Este es un barrio de lujo. Tiene el cerro de las Tres Cruces, está cerca a El Poblado, Laureles,

hay por donde caminar y urbanizaci­ones bonitas”, destaca.

Para Yolanda Trujillo, quien camina cerca al edificio Cantabria, donde quedó una de las pocas casas que no eran de los Bernal, propiedad de Aníbal Vallejo, hermano del escritor Fernando, comenta que le agrada del barrio que hay de todo.

“Encuentro desde la tienda hasta el supermerca­do. Lugares para comer, droguerías, vecinos muy amables”, acota.

Entre tanto, Juan Gonzalo Mejía, que vive en la que se considera hoy la única casa viva en medio de más de 65 edificios de conjuntos residencia­les de la Loma de los Bernal, y que ha recopilado la historia del barrio, no ha habido una adecuada planeación.

“Con el desarrollo urbanístic­o mucho se perdió. Los árboles fueron talados. Algunos retoñaron (mangos, ciruelas, guayabos). Era un paraíso: cerca a la ciudad y con la ventaja de que no tenemos quebradas que nos inunden”, asevera.

Y el barrio sigue creciendo, aunque Mónica Noriega del Comité Cívico advierte una sobrepobla­ción que supera los 30.000 habitantes y más de 10.000 carros para las mismas vías de hace 20 años.

Como Noriega, Correa manifiesta su preocupaci­ón porque la Alcaldía anterior dijo que no se iba a dar más licencias para proyectos en el sector, “pero ahora hasta un conjunto de vivienda popular se va a construir”

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