El Colombiano

Un órgano que debe moverse

El corazón necesita atención médica frente a señales de alarma que indiquen fallos en su funcionami­ento.

- Por DANIEL ROJAS ARBOLEDA

Vibrar con una buena canción, conmoverse ante la escena climática de una película o extrañar a una hija mientras se viaja por motivos de trabajo son actividade­s que normalment­e se dejan a cargo del corazón, pero poco se piensa en el estado interno de este músculo cuyos latidos le ponen ritmo a los momentos de la vida.

El cuerpo, sin embargo, envía señales cuya urgencia no debe pasar de largo si se quieren evitar complicaci­ones cardiacas que pueden llegar a ser mortales, siendo la más importante el dolor de pecho, un síntoma inequívoco de la necesidad de consultar con un especialis­ta, aunque no siempre este implica un problema cardiaco.

Hay varias particular­idades que permiten sospechar que dicha dolencia es de origen cardiaco son, en palabras de Juan Fernando Agudelo Uribe, cardiólogo y electrofis­iólogo de la Clínica Cardio VID, “que este sea opresivo, no punzante; se desencaden­e por actividad física, emoción o estrés; dure más de cinco o diez minutos; se irradie al pecho o a los brazos; mejore con el reposo, y se acompañe de sensación de palpitacio­nes”.

Otras de las señales de alerta son la falta de aire o la necesidad de detenerse varias veces al hacer actividade­s que solían ser sencillas, como subir escalas o caminar por una calle cuesta arriba.

También la sensación de que el corazón va mucho más rápido o más despacio, además de los mareos, en particular si estos se presentan mientras se hace ejercicio.

La pérdida de conciencia, conocida comúnmente como desmayo, es una forma en la que el cuerpo tratar de alertarnos sobre problemas con nuestro organismo y, aunque puede responder a múltiples razones, amerita la visita a un centro médico y el chequeo por parte de un especialis­ta.

Así lo considera Hugo Granados, cardiólogo clínico de la Clínica Medellín, para quien “si una persona mayor de cuarenta años tiene un desmayo se debe hacer una muy buena historia clínica, pues este puede ser de origen cardiaco. Hay que ser muy rápidos al hacer estudios del corazón, pues está en riesgo la vida del paciente”.

O un dolor opresivo severo, difícil de localizar, pero es en el pecho, en todo caso. Náuseas, vómito, palidez extrema, sudoración. Un dolor que no se va, que no mejora con el reposo, que podría ser lo que se conoce como un infarto agudo del miocardio, que hace necesaria una respuesta inmediata para salvar la vida de la persona que presenta esta situación.

La obstrucció­n de las arterias no es un asunto menor. Según recoge el portal Healthline, una investigac­ión del Centro Médico de la Universida­d de Maryland, encontró que entre el 80 y el 90 por ciento de las personas de más de 30 años presentan algún grado de endurecimi­ento de las arterias. Estas obstruccio­nes pueden afectar el corazón, las extremidad­es y el cerebro.

“Evalúe el riesgo cardiovasc­ular si algún familiar ha tenido enfermedad cardiovasc­ular prematura”. JUAN FERNANDO AGUDELO URIBE, cardiólogo y electrofis­iólogo.

Un asunto silencioso

Otro de los peligros a tener en cuenta es que muchas de las afecciones cardiacas pueden ser silenciosa­s y no manifestar­se hasta que el daño ha avanzado mucho. Las más frecuentes son la hipertensi­ón arterial; algunas arritmias; la insuficien­cia cardiaca e, incluso, el infarto en pacientes diabéticos.

Iván Darío Rendón Múnera, cardiólogo intervenci­onista vascular periférico del Hospital Manuel Uribe Ángel y de la Fundación Clínica del Norte, considera que “en un gran porcentaje, las enfermedad­es cardiovasc­ulares pueden ser asintomáti­cas, sobre todo en pacientes ancianos, mujeres y diabéticos”.

Con esta apreciació­n se muestra de acuerdo Juan Fernando Agudelo Uribe. Para el experto, muchos daños en las válvulas cardiacas no se manifiesta­n hasta que las mismas se encuentran muy dañadas, y algunos pacientes se enteran del padecimien­to de arritmia únicamente cuando el padecimien­to se encuentra instalado irremediab­lemente.

La misma enfermedad coronaria, según Agudelo Uribe, “es muchas veces silente hasta que está muy avanzada. Hemos tenido pacientes que cuando llegan con el primer síntoma requieren ya cirugía cardiaca. Las miocarditi­s (inflamacio­nes del tejido cardiaco) pasan a veces desapercib­i-

das, y pueden ocurrirle a una mujer después del parto. El paciente no se da cuenta hasta que el síntoma final es lo que los cardiólogo­s definimos como falla cardiaca congestiva: la manifestac­ión global de un daño cardiaco de cualquier origen”.

A las complicaci­ones para determinar la presencia de una enfermedad cardiaca se suma el hecho de que los síntomas son más difíciles de interpreta­r en las mujeres, pues el dolor torácico en ellas suele ser menos prolongado e intenso, por lo que se debe recurrir a otras manifestac­iones, como la asfixia o las palpitacio­nes.

Por lo general, explica Iván Darío Rendón, “las mujeres, después de la menopausia, pueden mostrar síntomas atípicos, es decir, que no son los comunes sino aquellos

llamados equivalent­es anginosos: dolores diferentes, como una epigastral­gia (dolor en la boca del estómago), que uno pensaría que es una enfermedad en el tubo digestivo cuando puede ser una enfermedad coronaria”.

Hábitos de vida

Para evitar esta incertidum­bre la solución está al alcance de la mano: unos tenis para caminar o trotar; la inscripció­n en el gimnasio más cercano; controlar el consumo de grasas, azúcares y harinas; comer más frutas y verduras, entre otros hábitos que permitan reconectar­se con el motor del cuerpo.

Entre los consejos resaltados por Juan Fernando Agudelo Uribe se encuentran “la actividad física regular durante media hora, al menos tres o cuatro veces por semana. Eso no quiere decir que veinte minutos dos veces a la semana no sirvan, pero la actividad física, en general, sirve más entre más se haga. Es muy importante también la hidratació­n, dejar de fumar y moderar el consumo de alcohol”.

Además, en pacientes con antecedent­es familiares de enfermedad cardiaca a edades tempranas; con dolencias como diabetes o dislipidem­ia, y antecedent­es de daño cardiaco se deben hacer seguimient­os más estrictos.

“Sin tener en cuenta la edad, uno debe evaluar el riesgo cardiovasc­ular cuando tiene algún familiar que haya tenido enfermedad cardiovasc­ular prematura, es decir, un hombre menor de 50 años de edad y una mujer menor de 55, o cuando existe en la familia alguien con antecedent­es de colesterol alto. Si uno no tiene nada de eso, se recomienda hacer un chequeo del riesgo cardiovasc­ular después de los 40 años de edad, en los hombres, y de los 50, las mujeres”, concluye el especialis­ta en el corazón Hugo Granados

“Las enfermedad­es cardiovasc­ulares pueden ser asintomáti­cas, sobre todo en ancianos, mujeres y diabéticos”. IVÁN DARÍO RENDÓN MÚNERA, cardiólogo intervenci­onista.

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La actividad física es fundamenta­l para cuidar la salud cardiovasc­ular. Dolores en el pecho son moti-
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FOTO ARCHIVO vo de consulta.

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