LA TRANSFIGURACIÓN
Yo me transfiguro en lo que pienso durante todo el día. A mi cuerpo le acontece todo lo que pasa en mi alma. A mi alma le pasa todo lo que acontece en mi cuerpo. Alma y cuerpo son dos dimensiones distinguibles no separables, pues mi alma soy yo todo entero visto desde mi interioridad, y mi cuerpo soy yo todo entero visto desde mi exterioridad.
Por ser unidad, no hago nada solo con mi cuerpo o solo con mi alma, hago todo en cuerpo y alma. Camino en cuerpo y alma y oro en cuerpo y alma. Cada acción mía afecta cuerpo y alma por igual de modo diferente. Mi cuerpo es la exterioridad de mi alma y mi alma es la interioridad de mi cuerpo.
En su novela “La Gloria de Don Ramiro”, Enrique Larreta describe así al canónigo Var- gas Orozco: “Era un hombre de una bondad profunda. Vivía la vida como un rancio hidalgo español, con el fondo del alma”. Esa bondad profunda transfiguraba de modo espontáneo su cuerpo.
Transfigurarse es cambiar de figura, la forma de las personas y las cosas. Y como todo es dinámico, todo vive transfigurándose, como lo demuestra el desarrollo continuo de la ciencia. Por lo cual, debo vivir cultivándome en procura de la plenitud humana de mi transfiguración.
Por cultivarse con esmero, Jesús vivía transfigurándose. Con todo, un día su transfiguración fue del todo deslumbrante. El evangelio dice que “sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos” (Marcos 9,3), con una blancura que los llenó de asombro. Y escucharon de repente una voz que no era de este mundo: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”. Los discípulos percibieron que estaban en compañía de un interlocutor divino.
Escuchar al Hijo amado es la tarea de las tareas para la cuaresma, en la cual necesito entrenamiento solícito, pues Él me habla en mi intimidad sin ruido de palabras, que, según S. Teresa, “es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”.
En cuaresma leo el texto evangélico de la Transfiguración, cuya finalidad consiste en que yo sienta su llamada a participar de su transfiguración momento a momento transfigurando sentimientos, pensamientos, palabras y obras con el mágico toque del amor.
El acontecimiento de la Transfiguración es anticipo de la Pascua, en la cual el Resucitado se aparece a los discípulos y les abre el corazón para que vivan la plenitud de la Encarnación, el verdadero sentido de la revelación, que es todo el hablar y obrar de Dios con el hombre
A mi cuerpo le acontece todo lo que pasa en mi alma. A mi alma le pasa todo lo que acontece en mi cuerpo. Alma y cuerpo son dos dimensiones distinguibles no separables.