El Colombiano

¿QUÉ PASÓ CON LA REFORMA A LA JUSTICIA? (I)

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J. lfalvarezj@gmail.com

Decía cierto analista: en Colombia todo es grave, pero nada es importante. Significa que frente a hechos de distinta índole que permanente­mente ocurren en nuestra convulsion­ada sociedad, suele presentars­e una inmediata y en ocasiones desproporc­ionada reacción. Cualquier suceso origina una intensa corriente de opinión, los medios se mueven presurosos y con gran diligencia, la sociedad se confunde, la clase política reacciona más con la pasión que con la razón, los analistas devoramos la informació­n y plasmamos nuestros comentario­s a través de medios físicos y virtuales. Es decir, se genera una enorme reacción en cadena, de manera que lo ocurrido suele presentars­e como algo muy grave, en ocasiones con visos de catástrofe.

Lo curioso es que el hecho, no importa su naturaleza, conmueve y remueve la conciencia colectiva pero sólo en forma fugaz y momentánea. Su “gravedad” cesa muy pronto. Sólo se necesita que ocurra algo nuevo, así sea sin importanci­a. Un partido de fútbol de la selección nacional, el triunfo de uno de nuestros ciclistas en alguna prueba internacio­nal, el destacado papel de un atleta en algún torneo, el triunfo de nuestra reina nacional de la belleza en un evento internacio­nal o de uno de nuestros consagrado­s artistas populares del canto u otra disciplina, en fin, basta con que ocurra algún acontecimi­ento que medianamen­te afecte o interese al ciudadano común, o simplement­e llegue un periodo de vacancia como fin de año, Semana Santa, in- cluso fin de semana, o que ocurra algún otro hecho nuevo de mediano interés mediático, para que aquel “grave” evento, que definitiva­mente nunca fue importante, pase a un segundo o tercer plano y del mismo poco se vuelva a saber.

Esto ocurre con el trajinado y preocupant­e tema de la reforma a la justicia. El país entró en una especie de estupor, cuando se destapó el escándalo por la corrupción en el caso Odebrecht, al que han sido vinculadas altas personalid­ades de la justicia como el tristement­e célebre fiscal anticorrup­ción, un cuestionad­o expresiden­te de la Corte Suprema de Justicia y de su Sala Penal, un expresiden­te del Consejo Superior de la Judicatura, así como algunos abogados, congresist­as, gobernador­es, alcaldes y otros servidores públicos aún en ejercicio. Todo hizo pensar que los actos de corrupción que se vivían tenían como núcleo principal los altos mandos de la rama judicial, lo que obligaba a re- plantear su institucio­nalidad, su integració­n y sus funciones. Las reuniones y foros adelantado­s por el Gobierno a través del Ministerio de Justicia y del Derecho y por la Procuradur­ía General de la Nación, constituye­ron muestra clara de la necesidad de analizar y buscar soluciones a un asunto que dejaba de ser simplement­e grave para convertirs­e en definitiva­mente importante.

Lamentable­mente con el paso de los días el tema perdió importanci­a, no ha vuelto a ser tratado por el Gobierno ni por las Altas Cortes ni por los distintos sectores de la política. Parece que simplement­e permanece como un hecho grave pero no importante

Con el paso de los días, el tema de la reforma a la justicia perdió importanci­a, no ha vuelto a ser tratado por el Gobierno ni por las Altas Cortes ni por los distintos sectores de la política.

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