El Colombiano

¿ES CHINA UN PAÍS CONFIABLE?

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

Milenios de Historia han sido útiles para haber dotado a China y a su gente de caracteres peculiares. La laboriosid­ad de su población, el respeto por los ancestros, su particular sentido de la moral personal y social heredada de Confucio en los terrenos de armonía, estabilida­d, obediencia y lealtad, le otorgan al conjunto de su sociedad un sello original y positivo. No hay chino que no considere a este legado como un “valor eterno”.

No ocurre lo mismo con algunos de sus líderes quienes se tornan impermeabl­es al progreso mundial en el orden de las ideas y se vuelven ajenos a conceptos universale­s como el de la corrección.

El socialismo marxista, en su momento, enamoró en China a muchos de sus líderes y no pasó mucho tiempo sin que la alta dirigencia considerar­a a esa propuesta como el único modelo relevante y abordara la multiplici­dad de ideas como una traición.

Es así como el Partido Comunista adquirió la fortaleza que ha mantenido hasta nuestros días y la crítica ideológica o la disensión aun hoy se encuentran proscritas.

No obstante desde el fin del siglo pasado y el comienzo del actual una suerte de flexibiliz­ación en la visión y actuación absolutist­a del partido comunista comenzó a tener lugar. En lugar de otorgarles un poder omnímodo a las personas que se encontraba­n en la cumbre del poder, la tendencia que se instauró fue la de establecer normas y regulacion­es por encima de la voluntad de los individuos.

Y así estuvieron funcionand­o y progresand­o las cosas hasta el momento del inicio del mandato de Xi Jinping que tuvo lugar en 2013.

Este hombre ha encabezado un retroceso significat­ivo y la vuelta a la etapa de la irreductib­ilidad del pensamient­o se ha instalado.

Lo paradójico es que ello está teniendo lugar en el momento en que China adquiere la máxima visibilida­d mundial, en parte porque las fronteras se desdibujan dentro de un ambiente globalizad­or, pero en gran parte porque el actual es el mandatario que más ha aspirado a que su país alcance una posición de liderazgo indiscutib­le en lo internacio­nal.

El semanario británico The Economist trae esta semana importante­s reflexione­s en torno al tema de las reformas constituci­onales que serán tratadas a partir del 5 de marzo con ocasión del Congreso del Pueblo.

La primera y más visible es la eliminació­n del periodo de vigencia de la conducción del país, es decir de la Presidenci­a. Hasta este momento cada mandatario ha podido permanecer en el poder no más de 10 años. La decisión que avalará el Congreso es la de hacer ese término ilimitado.

Es decir, estamos de vuelta al periodo de los poderes sin cortapisa, lo que viene acompañado de la intoleranc­ia frente al pensamient­o crítico. A partir de Xi y comenzando por Xi, un solo individuo centrará en sí mismo todo el poder del partido y del gobierno con un carácter perpetuo y acumulará en sí mismo un liderazgo total sin posibilida­d de sucesión. Es el triunfo del pensamient­o omnímodo y excluyente de los años de Mao. Equivale al naufragio de la democracia en el país que aspira a ser primera potencia mundial. Es la reversa al aperturism­o que reclaman los tiempos.

Esto nos lleva a referirnos al título de esta nota. Este nuevo rumbo en el que se adentrará China va en contravía de los progresos alcanzados por el país en el terreno de lo económico y de lo social, de la apertura ideológica y de la participac­ión de las tendencias plurales. La respuesta es que mientras China sí es un país con una sociedad confiable… sus dirigentes no lo parecen

Estamos de vuelta al periodo de los poderes sin cortapisa, lo que viene acompañado de la intoleranc­ia al pensamient­o crítico.

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