ADIÓS CASTROS. HOLA PARTIDO COMUNISTA
Por primera vez en seis décadas, Cuba está en posición para tener un no-Castro como líder. El 11 de marzo tendrá elecciones para la Asamblea Nacional, la cual a su vez seleccionará el próximo presidente del país el 19 de abril. El presidente Raúl Castro, hermano de Fidel, no buscará la reelección. En el 2012, introdujo límites de términos y parece dispuesto a respetarlos. Se espera que la Asamblea Nacional elija a un sucesor de afuera de la familia Castro.
¿Cómo debemos interpretar esta sucesión? Una interpretación optimista es que este podría ser el primer paso hacia la democracia. Una más realista es que Cuba va camino hacia más de lo mismo: un gobierno antidemocrático de partido único.
Si el Partido Comunista de Cuba fuera inteligente, trataría de salirse en buen momento. Al hacer la transición hacia la democracia bajo sus propios términos, el partido podría cosechar los beneficios.
El partido podría usar esta nueva libertad de los Castros para producir nuevas libertades para los cubanos, generando así buena voluntad que podría traducirse en votos.
Después de todo, en muchas democracias nuevas, los viejos partidos autoritarios gobernantes siguen siendo actores prominentes. En la mayoría de los casos, estos “partidos sucesores autoritarios” son reelegidos de manera libre y justa.
Los votantes regresan a los ‘malos’ al poder porque en el frecuentemente desordenado ambiente postransición, algunos sienten nostalgia por el pasado autoritario. Y algunos regímenes autoritarios pueden señalar logros significativos. En el caso de Cuba, el partido podría resaltar su historial en los sectores de seguridad doméstica y servicios públicos gratuitos como el cuidado de la salud.
Regímenes autoritarios que nacen de revoluciones como la de Cuba frecuentemente sobreviven por décadas, pero tienen dificultades una vez la generación revolucionaria se muere.
Desafortunadamente para el pueblo cubano hay pocos indicios de que se esté considerando la liberalización. En cambio, la mayoría de los signos apuntan a una continuación del status quo, una sucesión a un no-castro, sí, pero no a una transición hacia un régimen más libre. El régimen cubano permanece protegido de las presiones internas para volverse más democrático, incluso si, en última instancia, está en los intereses a largo plazo del Partido Comunista Cubano hacerlo.
Aunque Castro renunciará como presidente, permanecerá como jefe del Partido Comunista y jefe no oficial de las fuerzas militares, las dos instituciones más importantes del país.
Los hijos de Castro permanecerán en puestos de poder también. Más allá de la familia está el hecho de que el legado político más importante de Raúl Castro, el control militar de la economía, es difícil de desalojar. El ejército cubano, a través de su conglomerado Gaesa, es dueño de una gran mayoría de las empresas que se dedican al comercio, desde hoteles hasta casas de cambio de di- visas hasta puertos, lo que le da el control de hasta el 60 % de la divisa entrante. El ejército cubano está comprometido no solo con el gobierno de un solo partido, sino también, al parecer, con la economía de una sola empresa.
Y dado que la economía de Cuba es tan cerrada, el sector privado es pequeño y débil. Sabemos que las transiciones hacia la democracia requieren de actores con riqueza para ejercer presión sobre el Estado para el cambio, y quizás financiar a la oposición. Bajo Fidel Castro, Cuba implementó una de las prohibiciones más draconianas del mundo sobre la propiedad privada. Tal vez la única presión posible para mayor democracia después de la sucesión podría provenir de un conflicto entre el partido y las fuerzas militares. Estas son entidades separadas, cada una con su propia cultura, recursos y base de apoyo.
Castro entiende esto mejor que cualquier persona en Cuba. Es por eso que podría decidir quedarse a cargo de ambos grupos, y mientras ese sea el caso, la posibilidad de una Cuba libre seguirá siendo limitada
Los votantes regresan a los ‘malos’ al poder porque en el frecuentemente desordenado ambiente postransición, algunos sienten nostalgia por el pasado autoritario.