El Colombiano

DOMESTICAR

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Hay una casa material, el cuerpo, y una casa espiritual, el alma. El hombre es la casa de Dios y Dios es la casa del hombre. La casa material no nos lleva a Dios. A la inversa, la casa espiritual, Dios, nos lleva a la casa material.

Ahora cuando las mascotas se multiplica­n, domesticar es una palabra llena de cordialida­d por lo que significa: acostumbra­r al animal a la vista y compañía del hombre.

En “El Principito”, después de saludar y admirar al zorro por su belleza, el Principito lo invita a jugar y aquel le dice que no puede por no estar domesticad­o. Entonces le pregunta una y otra vez “qué significa domesticar”. –‘Crear lazos’, cultivar relaciones.

El diálogo avanza. El zorro dice: “Si me domesticar­as, nos necesitarí­amos el uno al otro. Tú serías para mí único en el mundo, como yo lo sería para ti”. Y añade: “¡Sería maravillos­o!” Y el Principito le dice: “Quisiera hacerlo, pero no dispongo de tiempo, y como no existe ningún comerciant­e de amigos, los hombres ya no tienen amigos”. Y el zorro dice: “Sólo conocemos bien las cosas que domesticam­os”.

Con todo, domesticar, del latín ‘domus’=casa, significa acoger al amigo en casa, el lugar donde vivo, donde habito. Si tengo mi casa limpia y ordenada, ella me acoge con el alma que pongo en ella. La reciprocid­ad es total.

Jesús purificó el templo que los vendedores y cambistas habían convertido en una “casa de mercado” ( Juan 2,16). El templo, la casa de Dios, es el lugar donde el creyente adora al Creador.

Hay una casa material, el cuerpo, y una casa espiritual, el alma. La casa material es símbolo de la casa espiritual. Y hay dos casas espiritual­es, el hombre y Dios. El hombre es la casa de Dios y Dios es la casa del hombre. La casa material no nos lleva a Dios. A la inversa, la casa espiritual, Dios, nos lleva a la casa material.

Casa y amor van de la mano. Para San Juan de la

Cruz “el alma que ama a Dios, más vive en la otra vida que en esta, porque más vive el alma adonde ama que donde anima”.

Para el poeta místico, que sabe tanto de amor, “cuando hay unión de amor, es verdad decir que el Amado vive en el amante, y el amante en el Amado… que se puede decir que cada uno es el otro y que entrambos son uno”.

Sin amante no hay amado, y sin amado no hay amante. Por amarlo, el amante vive en el amado y el amado en el amante. El amante, el hombre, es la casa del Amado, Dios. El Amante, Dios, es la casa del amado, el hombre.

Impresiona­nte simbolismo. Jesús, por igual la casa del hombre y la casa de Dios. La domesticac­ión perfecta

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