El Colombiano

¿Es hora ya de ir al preescolar?

Decidir si su hijo está listo para este paso no es sencillo, precisa de un análisis responsabl­e.

- Por SEBASTIÁN AGUIRRE EASTMAN

De entrada es una decisión complicada, pues está definiendo el curso de otra persona, en este caso de su hijo, quien, para estos asuntos, no suele tener ni voz ni voto.

¿Cuándo saber si su niño está listo para entrar al preescolar? Lo primero sería decir que todos los casos son distintos, afirma el psicólogo Miguel

Hernando Garcés, especializ­ado en terapia familiar. Diversos factores inciden en que haya éxito en el intento, pero en todos la clave está en que haya convicción en la decisión.

El psicólogo se explica: puede suceder que una persona no tenga la necesidad de enviar a su hijo al preescolar porque dispone del tiempo suficiente para cuidarlo, pero en su interior se reprime una frustració­n al no tener satisfacci­ones laborales, y dicho sentimient­o se le puede estar transmitie­ndo al niño a través de un entorno enrarecido que más adelante podría afectar el rendimient­o académico del menor y su relacionam­iento con otras personas de su edad.

La contrapart­e está en aquellas familias que, por necesidad, deben enviar a sus hijos a institucio­nes especializ­adas en su cuidado desde el momento cuando la madre termina la licencia de maternidad.

En estos casos, Garcés aconseja a los padres estar seguros del lugar que hayan escogido, pues en esa etapa es más importante el acompañami­ento que reciban los menores de un adulto en un entorno adecuado y en el que ellos reciban el mejor trato posible.

El contacto con sus pares

Sin mencionar una edad específica, María Fernanda Hernán

dez, directora del programa de Licenciatu­ra en Educación Infantil de la Universida­d de La Sabana, afirma que hay un punto de inflexión importante en la etapa del crecimient­o del niño: cuando termina la lactancia y se completa la primera etapa del esquema de vacunación, que va hasta los 18 meses.

Desde ese momento, podría decirse, es cuando el menor está apto para entrar en el preescolar, si sus padres así lo decidan. Después de los dos años, señala Hernández, el niño comienza a conocer su cuerpo, a administra­r su independen­cia y a tener la seguridad emocional que le da la adaptación a otro medio diferente a su hogar.

En este punto es clave el proceso de socializac­ión que el hijo lleve con sus pares, que no es lo mismo que el que puede llevar en casa con sus hermanos o primos.

“¿Qué se logra? Tolerancia a la frustració­n. El niño es egocéntric­o y no entiende que hay persona con otras necesidade­s a su alrededor, y que no siempre se le puede dar lo que quiere; no están presentes sus padres o quien lo educa no puede cumplir todos sus requerimie­ntos en cuanto a juegos o dejarlo hacer las cosas en el momento en que él quiera”, dice María Fernanda, y resalta los juegos simbólicos que el menor puede desarrolla­r en un jardín preescolar, que le ayudarán para que todas sus dimensione­s (física, sensorial, motora, entre otras) lleguen a un nivel óptimo.

“Acercarlo a estos ambientes lo enriquece culturalme­nte, ya que aprenderá que hay normas y entendimie­ntos que deben darse a nivel social, cons-

truye relaciones con personas ajenas a su familia y comprende que hay gustos, formas distintas de ver el mundo, que lo hacen un ser integral” concluye María Fernanda

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ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA

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