¿Es hora ya de ir al preescolar?
Decidir si su hijo está listo para este paso no es sencillo, precisa de un análisis responsable.
De entrada es una decisión complicada, pues está definiendo el curso de otra persona, en este caso de su hijo, quien, para estos asuntos, no suele tener ni voz ni voto.
¿Cuándo saber si su niño está listo para entrar al preescolar? Lo primero sería decir que todos los casos son distintos, afirma el psicólogo Miguel
Hernando Garcés, especializado en terapia familiar. Diversos factores inciden en que haya éxito en el intento, pero en todos la clave está en que haya convicción en la decisión.
El psicólogo se explica: puede suceder que una persona no tenga la necesidad de enviar a su hijo al preescolar porque dispone del tiempo suficiente para cuidarlo, pero en su interior se reprime una frustración al no tener satisfacciones laborales, y dicho sentimiento se le puede estar transmitiendo al niño a través de un entorno enrarecido que más adelante podría afectar el rendimiento académico del menor y su relacionamiento con otras personas de su edad.
La contraparte está en aquellas familias que, por necesidad, deben enviar a sus hijos a instituciones especializadas en su cuidado desde el momento cuando la madre termina la licencia de maternidad.
En estos casos, Garcés aconseja a los padres estar seguros del lugar que hayan escogido, pues en esa etapa es más importante el acompañamiento que reciban los menores de un adulto en un entorno adecuado y en el que ellos reciban el mejor trato posible.
El contacto con sus pares
Sin mencionar una edad específica, María Fernanda Hernán
dez, directora del programa de Licenciatura en Educación Infantil de la Universidad de La Sabana, afirma que hay un punto de inflexión importante en la etapa del crecimiento del niño: cuando termina la lactancia y se completa la primera etapa del esquema de vacunación, que va hasta los 18 meses.
Desde ese momento, podría decirse, es cuando el menor está apto para entrar en el preescolar, si sus padres así lo decidan. Después de los dos años, señala Hernández, el niño comienza a conocer su cuerpo, a administrar su independencia y a tener la seguridad emocional que le da la adaptación a otro medio diferente a su hogar.
En este punto es clave el proceso de socialización que el hijo lleve con sus pares, que no es lo mismo que el que puede llevar en casa con sus hermanos o primos.
“¿Qué se logra? Tolerancia a la frustración. El niño es egocéntrico y no entiende que hay persona con otras necesidades a su alrededor, y que no siempre se le puede dar lo que quiere; no están presentes sus padres o quien lo educa no puede cumplir todos sus requerimientos en cuanto a juegos o dejarlo hacer las cosas en el momento en que él quiera”, dice María Fernanda, y resalta los juegos simbólicos que el menor puede desarrollar en un jardín preescolar, que le ayudarán para que todas sus dimensiones (física, sensorial, motora, entre otras) lleguen a un nivel óptimo.
“Acercarlo a estos ambientes lo enriquece culturalmente, ya que aprenderá que hay normas y entendimientos que deben darse a nivel social, cons-
truye relaciones con personas ajenas a su familia y comprende que hay gustos, formas distintas de ver el mundo, que lo hacen un ser integral” concluye María Fernanda