Billetes sin tres ceros, qué se pierde y qué se gana con la iniciativa.
A la actual moneda la antecedieron maravedís, macuquinas y pesos oro. ¿Tendremos nueva denominación?
La renovación o cambio de las especies monetarias (monedas y billetes) en Colombia se remonta a la época de la colonia. Textos publicados por la Red Cultural del Banco de la República (Banrepcultural) señalan que en 1621 los reyes de España autorizaron la fundación de la Casa de Moneda de Santafé, donde se acuñaron las primeras monedas en el continente americano llamadas macuquinas, cuya forma irregular facilitaban el fraude.
De ese periodo también datan el peso fuerte de plata que tenía como submúltiplos el real, el medio real, el cuartillo y el maravedí. El proceso de independencia igualmente suscitó modificaciones, pues tanto el bando patriota como el bando realista acuñaron monedas de diversas características para sufragar los gastos que demandó el conflicto.
La moneda metálica coexistió en el país a partir de 1871, entonces llamado los Estados Unidos de Colombia y bajo la presidencia del liberal Eustorgio Salgar, con los billetes emitidos por algunos bancos privados y luego por el Banco Nacional (liquidado en 1894). Para 1923, el presidente conservador Pedro Nel Ospina contrató a un grupo de expertos norteamericanos para que reorganizara las instituciones financieras, monetarias y fiscales, trabajo que concluyó con la creación del Banco de la República como entidad única de emisión de billetes y encargada de regular la moneda y sus cambios.
Así, que el presidente Juan Manuel Santos anuncie la presentación ante el Congreso de la República un proyecto de ley para eliminar los tres ceros del peso colombiano, reabre una discusión que en otros tiempos ya ha tenido el país.
De hecho, la iniciativa planteada por el mandatario es similar a una que comentó Banrepcultural: “El proyecto de ley para la reducción de ceros en el peso colombiano fue presentado al Congreso por el senador José Jaime Nicholls (q.e.p.d) en el año 2001. El proyecto busca crear un nuevo peso, el cual sería igual a mil (1.000 pesos actuales) y se dividirá en cien centavos”.
No obstante, allegados al difunto dirigente político compartieron con EL COLOMBIANO un documento de 1993, en el que consta que para ese año presentó un proyecto para modificar la denominación de la moneda y crear el nuevo peso.
También en 1993, Juan Manuel Vargas (magíster en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional), en un informe que redactó en 2002, recordó otra idea que pretendía determinar como moneda legal colombiana el “Santander”. Otra moneda que remplazaría al peso colombiano en ese momento, el cual implicaba solo el cambio de nombre.
Para esos momentos, al igual que hoy, la intención radica en simplificar el manejo de las cantidades de la moneda, pues las cuentas con el peso son complejas por la cantidad de ceros que se manejan. Al eliminar tres ceros, se facilitaría la contabilidad en las empresas y el comercio, así como el registro del dinero y las transacciones (ver Cronología).
¿Reforma monetaria?
Desde la presidencia de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), Sergio Clavijo, sostiene que el país obtendría algunos beneficios con esa transformación.
“Habría mayor facilidad para hacer transacciones comerciales entre los diferentes agentes económicos, implicando una reducción de los costos de transacción y elevando la productividad (sobre todo para las micro pequeñas y medianas empresas)”, añade.
Además, se incurriría en menores costos de almacenamiento electrónico de información y de despilfarro de recursos físicos y los manejos contables y presupuestales serían más sencillos tanto en el sector público como privado.
Clavijo agrega que “indirectamente se harían visibles los recursos de actividades ilegales, que deberían hacer la conversión a la nueva denominación, aunque esto ya se estaría logrando con la impresión reciente de nuevos billetes”. Justo por esta razón, el fiscal Néstor Humberto Martínez afirma que el cambio del peso actual dejaría sin fondos financieros a las bandas criminales y al desmovilizado grupo de las Farc.
De otro lado, aunque Santos menciona que el proyecto de ley se presentará al Congreso el próximo 16 de marzo, Anif asegura que ese trámite no es necesario, pues el Banco de la República requeriría tan solo expedir una resolución externa, previamente acordada con la Contaduría, la Procuraduría y la Contraloría General, para ejecutar el cambio, pues a fin de cuentas se trata simplemente de un tema puramente contable.
En ese contexto la reducción de los ceros en la moneda no tendría consecuencias sobre las políticas que el Gobierno ha planeado, y el cambio tampoco afectaría el costo de vida o la inflación; simplemente, los precios y todas las actividades con dinero estarán expresados en la nueva moneda (ver Radiografía).
En contrate, el gerente del Emisor, Juan José Echavarría, manifiesta que la decisión está en manos del legislativo y que una vez el proyecto haya cumplido su trámite, la entidad está dispuesta a apoyarlo. “Respaldamos la iniciativa por considerar que facili- ta las transacciones, el registro contable y equipara la unidad monetaria con estándares internacionales”.
Adicionalmente, Echavarría considera necesario un período de transición de tres años, durante el cual circulen de manera simultánea billetes y monedas de la actual y de la nueva unidad monetaria. “Se considera que el 2020 es el
momento oportuno para iniciar la transición, dado que en ese año habrá terminado el reemplazo de los billetes por la nueva familia”, añade.
El costo de quitar ceros
Al cierre de enero, el Banco de la República tenía en circulación 2.880 millones de billetes y 7.464 millones de monedas. Entonces, ¿cuál sería el costo de recoger las piezas para cambiarlas?
Echavarría calcula que el Emisor deberá destinar unos 400.000 millones de pesos para hacer el cambio, un valor bajo si se tiene en cuenta que parte del metal de las monedas existentes se podría recuperar y reconvertir.
Anif, por su parte, explica que los costos del cambio de las planchas de los billetes, así como del software y las campañas educativas son menores frente a la facilidad transaccional al eliminar los tres ceros.
“Se ha mencionado el su- puesto costo de la producción de nuevos billetes. En realidad, estos van rotando rápidamente y su sustitución por nuevas denominaciones ocurre de forma natural en periodos de dos años. Así, el costo de dicha reforma se limita a la acuñación de nuevas monedas, para permitir transar los centavos tras la eliminación de los tres ceros en los actuales billetes.
Jonathan Malagón, vicepresidente de Asobancaria, dice que estos establecimientos están valorando los costos operativos. “Las entidades necesitarán adecuaciones tecnológicas, reconversión de cajeros automáticos, actualización de programas de contabilidad y capacitación, entre otros”, agrega el dirigente, quien anota que los costos dependerán de la celeridad que se le quiera dar al proceso y del periodo de transición que se defina.
Por el momento, los billetes colombianos están en la lista de los que más ceros tie- nen junto a los de Paraguay, Venezuela, Indonesia, Irán o Vietnam. En el vecindario, altos índices de inflación en Brasil, Argentina y México en las décadas del 70, 80 y 90 conllevaron a que eliminaran ceros de sus billetes, pero en Colombia una inflación de dos dígitos no se registra desde 1999.
El debate está abierto y Anif concluye que “modernizar la denominación facial del peso nos permitirá compararnos con igual número de dígitos respecto de las monedas duras como el dólar y el euro y con las de algunos pares de la región como el real brasileño, el peso mexicano o el sol peruano”