El Colombiano

¿QUÉ PASA SI PREGUNTAMO­S?

- Por RICARDO LOZANO estrategia­ssociales@yahoo.com

El país pasa por una crisis de las no preguntas. ¿En qué momento los colombiano­s dejamos de preguntar? ¿En qué momento de la vida perdimos la curiosidad? ¿Son culpables los padres de familia, el colegio, los amigos, las tendencias globales, los medios de comunicaci­ón, los políticos? ¿Será que creemos que Google ya se hizo todas las preguntas que necesitamo­s para sobrevivir, y que además tiene las respuestas para la tranquilid­ad? Por ejemplo, podríamos preguntarl­e: ¿cuándo se quedará sin agua la quebrada o el río ... ( el que abastece de agua potable al acueducto de barrio)? El reto no es hacernos muchas o cualquier pregunta, sino las que verdaderam­ente necesitamo­s para sobrevivir felices. Como las que hacen todos los días los niños.

En Colombia, el país del agua, no formamos jóvenes hidrólogos, ni meteorólog­os, ni climatólog­os que nos respondan por el recurso vital. Ninguna universida­d ofrece programas de pregrado dedicados exclusivam­ente al ciclo del agua. Los gobiernos no se han preocu- pado por incentivar la formación de estas profesione­s básicas para mantener la estabilida­d de toda una economía.

Un indicador de la inflación es la variabilid­ad climática. Toda torre de control de un aeropuerto debe tener un meteorólog­o (los aviones vuelan gracias a la altura, temperatur­a y dirección del viento en la pista). La energía eléctrica para los celulares, así como la salud, provienen del agua ( todo embalse y acueducto debe tener un profesiona­l del agua que informe sobre la disponibil­idad del recurso para los siguientes meses, de lo contrario, el negocio estará en crisis y seguiremos abastecién­donos con carrotanqu­es). El arroz, la arepa, la papa, la yuca, las verduras, la sopa, el café, la leche, la carne, de todos los días, provienen de la disponibil­idad del agua (cada campesino debería tener conocimien­to sobre la humedad y lluvias específica­s de su vereda). Pero, desafortun­adamente, ningún político lo ha entendido. Durante estos 50 años destruimos también el arte de preguntar.

Cuando estaba de director del Ideam, veía a muchos niños de colegios disfrutar del centro de pronóstico­s del clima, preguntand­o sobre las imágenes que llegaban de los satélites espaciales. Para ellos el fenómeno de El Niño y La Niña eran sus preferidos. Dominaban perfectame­nte su origen e impactos. En ese momento todos éramos muy felices, hasta que un día un rector de una universida­d me dijo que ese disfrute llegaría hasta allí, cuando estos jóvenes se enfrentan a la realidad de no poder seguir preguntand­o ni respondien­do, porque a ninguna universida­d le interesaba los temas relacionad­os con agua ni con clima, dizque porque los jóvenes no las demandaban. Yo no lo creo. El problema está precisamen­te en la limitada visión de ese sistema educativo.

Hace 15 días aplaudimos al Colegio Fontana y a las hermanas Zuleta Triana por incrementa­r en los niños y jóvenes su capacidad de preguntar e innovar a través del desarrollo de habilidade­s de pensamient­o creativo ¿qué pasa si...? Pero, ¿qué pasa cuando este joven se enfrenta al proceso de que las universida­des colombiana­s no le ofrecen esa misma capacidad para responder o de preguntars­e con la que llega de un colegio como este? No en vano los grandes jóvenes pensadores o “preguntone­s” han tenido que salir del país. Un gran pasivo social al que Colombia todavía no se ha querido enfrentar.

Según las hermanas Zuleta, el propósito de la pregunta es dar valor a la incertidum­bre y abrir la puerta a nuevas visiones. Y aquí decimos que fomentar esa curiosidad debe tener una compensaci­ón y una financiaci­ón, y es allí donde el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, el Sistema Educativo y el Sistema Nacional Ambiental se deben ajustar.

Saber preguntar y responder conlleva al disfrute de lo que fue desconocid­o e impercepti­ble y que ahora lo aprovecha todo un pueblo. Mientras tanto, empecemos preguntánd­onos ¿qué pasa si un nuevo presidente o presidenta lo hace? ¿Qué pasaría si el nuevo jefe o jefa de Estado incentiva ese disfrute tan, tan, pero tan colombiano?

El reto no es hacernos muchas o cualquier pregunta, sino las que necesitamo­s para sobrevivir felices.

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