¿QUÉ PASA SI PREGUNTAMOS?
El país pasa por una crisis de las no preguntas. ¿En qué momento los colombianos dejamos de preguntar? ¿En qué momento de la vida perdimos la curiosidad? ¿Son culpables los padres de familia, el colegio, los amigos, las tendencias globales, los medios de comunicación, los políticos? ¿Será que creemos que Google ya se hizo todas las preguntas que necesitamos para sobrevivir, y que además tiene las respuestas para la tranquilidad? Por ejemplo, podríamos preguntarle: ¿cuándo se quedará sin agua la quebrada o el río ... ( el que abastece de agua potable al acueducto de barrio)? El reto no es hacernos muchas o cualquier pregunta, sino las que verdaderamente necesitamos para sobrevivir felices. Como las que hacen todos los días los niños.
En Colombia, el país del agua, no formamos jóvenes hidrólogos, ni meteorólogos, ni climatólogos que nos respondan por el recurso vital. Ninguna universidad ofrece programas de pregrado dedicados exclusivamente al ciclo del agua. Los gobiernos no se han preocu- pado por incentivar la formación de estas profesiones básicas para mantener la estabilidad de toda una economía.
Un indicador de la inflación es la variabilidad climática. Toda torre de control de un aeropuerto debe tener un meteorólogo (los aviones vuelan gracias a la altura, temperatura y dirección del viento en la pista). La energía eléctrica para los celulares, así como la salud, provienen del agua ( todo embalse y acueducto debe tener un profesional del agua que informe sobre la disponibilidad del recurso para los siguientes meses, de lo contrario, el negocio estará en crisis y seguiremos abasteciéndonos con carrotanques). El arroz, la arepa, la papa, la yuca, las verduras, la sopa, el café, la leche, la carne, de todos los días, provienen de la disponibilidad del agua (cada campesino debería tener conocimiento sobre la humedad y lluvias específicas de su vereda). Pero, desafortunadamente, ningún político lo ha entendido. Durante estos 50 años destruimos también el arte de preguntar.
Cuando estaba de director del Ideam, veía a muchos niños de colegios disfrutar del centro de pronósticos del clima, preguntando sobre las imágenes que llegaban de los satélites espaciales. Para ellos el fenómeno de El Niño y La Niña eran sus preferidos. Dominaban perfectamente su origen e impactos. En ese momento todos éramos muy felices, hasta que un día un rector de una universidad me dijo que ese disfrute llegaría hasta allí, cuando estos jóvenes se enfrentan a la realidad de no poder seguir preguntando ni respondiendo, porque a ninguna universidad le interesaba los temas relacionados con agua ni con clima, dizque porque los jóvenes no las demandaban. Yo no lo creo. El problema está precisamente en la limitada visión de ese sistema educativo.
Hace 15 días aplaudimos al Colegio Fontana y a las hermanas Zuleta Triana por incrementar en los niños y jóvenes su capacidad de preguntar e innovar a través del desarrollo de habilidades de pensamiento creativo ¿qué pasa si...? Pero, ¿qué pasa cuando este joven se enfrenta al proceso de que las universidades colombianas no le ofrecen esa misma capacidad para responder o de preguntarse con la que llega de un colegio como este? No en vano los grandes jóvenes pensadores o “preguntones” han tenido que salir del país. Un gran pasivo social al que Colombia todavía no se ha querido enfrentar.
Según las hermanas Zuleta, el propósito de la pregunta es dar valor a la incertidumbre y abrir la puerta a nuevas visiones. Y aquí decimos que fomentar esa curiosidad debe tener una compensación y una financiación, y es allí donde el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, el Sistema Educativo y el Sistema Nacional Ambiental se deben ajustar.
Saber preguntar y responder conlleva al disfrute de lo que fue desconocido e imperceptible y que ahora lo aprovecha todo un pueblo. Mientras tanto, empecemos preguntándonos ¿qué pasa si un nuevo presidente o presidenta lo hace? ¿Qué pasaría si el nuevo jefe o jefa de Estado incentiva ese disfrute tan, tan, pero tan colombiano?
El reto no es hacernos muchas o cualquier pregunta, sino las que necesitamos para sobrevivir felices.