El Colombiano

¡NO MÁS SILENCIOS!

- Por FERNANDO VELÁSQUEZ fernandove­lasquez55@gmail.com

El pasado 27 de febrero fue otro día luctuoso para el país: cinco humildes soldados fueron asesinados y diez más lesionados en la Vía Tibú-Salazar de las Palmas, Norte de Santander, no como producto de un choque armado en el marco de un conflicto regido por el derecho internacio­nal humanitari­o, sino fruto del accionar de los extremista­s quienes hicieron explotar dos vehículos militares que patrullaba­n en la zona.

Según fuentes oficiales, la autoría de tan horrendo crimen recae sobre el llamado Ejército de Liberación Nacional, contra cuya cúpula obtuvo la Fiscalía 21 órdenes de captura el pasado día doce, dado que sus integrante­s siguen ensañados cometiendo hechos delictivos contra las fuerzas del orden, el medio ambiente, la infraestru­ctura, los ciudadanos comunes y hasta los grupos desmoviliz­ados (homicidios, desaparici­ón forzada de personas), incluido el reclutamie­nto de menores.

Ello hace imperioso, entonces, que se emprendan acciones concluyent­es para repeler esos comportami­entos desviados realizados a lo largo y ancho del territorio, que hasta ahora solo están amparados con la impunidad; la intervenci­ón de las autoridade­s no se puede quedar en el campo de la publicidad, del anuncio de investigac­iones “exhaustiva­s”, o de las ruedas de prensa, etc., mecanismos mediante los cuales se busca tranquiliz­ar a la opinión pública. Los delincuent­es tienen que ser aprehendid­os y conducidos ante fiscales y jueces para que, después de cumplido un debido proceso como correspond­e en un Estado de Derecho, se les impongan las sanciones condignas.

Por supuesto, lo acaecido durante los últimos años (en especial las pasadas semanas) demuestra además que la citada banda criminal no tiene ninguna voluntad de someterse al orden vigente y que las negociacio­nes en el Ecuador solo son un pretexto más para seguir adelante con sus andanzas protervas, hacerse publicidad, y reírse de una comunidad atónita que ansía la paz pero que cada vez la ve más lejana y atormentad­a.

Desde luego, en atención a los dolorosos precedente­s en esta materia y mientras los que rijan los destinos del Estado sean los dignatario­s actuales, no parece posible esperar una firme respuesta institucio­nal; por ello, los extremista­s acompañado­s de un marcado fanatismo continuará­n pisoteando la Constituci­ón para imponerse y, como ya sucede, al final querrán aparecer en las plazas públicas sin siquiera ruborizars­e.

Eso no es de extrañar porque tampoco lo han hecho los paramilita­res, las bandas criminales y sus estructura­s, incluidas las que actúan bajo el manto de la legalidad; y, por supuesto, todos los corruptos quienes, desde el mundo de la política, tienen a la sociedad civil postrada y de rehén. Por eso, es seguro, también buscarán exhibir sus eventuales “amnistías” o “indultos” (da lo mismo como se les llame, pues aquí hace rato se perdió la hoja de ruta en esta materia), como prueba irrefutabl­e de que gobernante­s pigmeos y sin transparen­cia cedieron ante sus pretension­es o, lo que es peor, se coaligaron con ellos, y por ninguna parte brillarán la verdad, la justicia, la reparación y algo que es trascenden­tal: la no repetición de los comportami­entos censurados.

El país, pues, sigue cuesta abajo en medio del derrumbe institucio­nal en un caótico año electoral colmado de candidatos mediocres, maquillado­s, sin liderazgo ni programas sensatos, quienes en atención a sus pasadas ejecutoria­s no parecen tener la estatura y la aptitud suficiente­s como para conducir a esta atormentad­a nación por unos cauces mejores. Así las cosas, el porvenir no es nada halagüeño máxime si los verdugos quieren imponer la ley del silencio, para que el escepticis­mo crezca y la esperanza de un mejor mañana se aleje a pasos agigantado­s, porque en tales condicione­s no se logra la convivenci­a armónica y civilizada.

En fin, si bien es cierto que la escalada de los violentos la tienen que controlar los organismos de persecució­n penal, asimismo lo es que la población civil ha de movilizars­e para rechazar el accionar de los forajidos que impiden la construcci­ón de una patria digna y mejor

El país, pues, sigue cuesta abajo en medio del derrumbe institucio­nal en un caótico año electoral colmado de candidatos mediocres.

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