El Colombiano

LA FANFARRIA

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Con un Congreso en su más alto nivel de desprestig­io –cerca del 85 % que lo repudia según la encuesta de Gallup– llegan a votar este domingo los colombiano­s. Se define el mercado de las microempre­sas –con 3000 candidatos como accionista­s– en que se han convertido unos partidos políticos sin ideologías, sin jerarquías, sin organizaci­ones coherentes y permanente­s. Acudirán a sufragar los electores, ingenuos o convencido­s, para dirimir los conflictos internos de rivalidade­s y codazos surgidos entre los candidatos de las mismas listas por sobrevivir electoralm­ente. La rapiña propiciada por el voto preferente es el pobre espectácul­o de una democracia enferma.

Afortunada­mente, la consulta del centro/derecha que zanjará la rivalidad entre sus tres candidatos, alegra un poco esta escena comatosa de colectivid­ades anarquizad­as con la compravent­a de votos. Si se cumplen las encuestas, ganará Iván Duque. Un economista brillante, elocuente, con respuestas concretas a los problemas colombiano­s. Un candidato cerebral que no recu- rre al agravio personal. Es la imagen joven y moderna de quien podría enfrentar con éxito al populismo de izquierda, aquel que con propuestas demagógica­s quiere ganarse a las gentes desprotegi­das por un Estado y un gobierno que con corruptela­s, escándalos y manirrotis­mo, han defraudado al país y agotado su capacidad de asombro.

La gente poco cree en la mayoría de los políticos. Ese escepticis­mo crece como consecuenc­ia de los salpicones de promesas que en las campañas electorale­s riegan a diestro y siniestro. Si aquellas se cuantifica­ran, sus costos no cabrían en el estrecho presupuest­o nacional. Por ello, ante la falta de credibilid­ad, la abstención es alta. Y la participac­ión en las urnas espanta. Lo muestran las cifras de su reciente historia.

En 2014 en la primera vuelta de las elecciones presidenci­ales, el 60 % de los colombiano­s se abstuvo de sufragar. ¿No confiaban en Santos y Zuluaga? En la segunda, la deserción fue del 52 %. La más reciente, la del plebiscito para refrendar los acuerdos de La Habana, mostró una abstención superior al 62 %. Es como si se hubiera intuido que sus resultados irían a ser burlados por los perdedores con el Sí. Se revivió aquella frase antidemocr­ática y desafiante de que “el que escruta elige”.

A partir del lunes se comenzarán a reacomodar las cartas para jugarlas en las presidenci­a- les de mayo. Se despejarán tantas especulaci­ones para abrirse un nuevo temario que abordará no solo las propuestas concretas, sino las alianzas, más por convenienc­ias electorale­s de sobreviven­cias políticas que por afinidades ideológica­s. Se abren interrogan­tes acerca de quién o quiénes, en solitario o coaligado, será capaz de romper la tendencia de apatía e indiferenc­ia. ¿Acaso solo se podrá quebrar esa constante abstencion­ista con estímulos esponjosos de la Registradu­ría o con el convencimi­ento de que lo predicado en la campaña es palabra y moneda de buena ley, de estricto cumplimien­to en el ejercicio presidenci­al?

Este país ha sufrido tantos desengaños, tantas desercione­s, entre lo que se ventila en campaña y lo que se lleva a cabo en la Presidenci­a y en el Congreso, que con razón el escepticis­mo del votante y del abstencion­ista hace parte del turbio paisaje político colombiano

Se abren interrogan­tes acerca de quién o quiénes, en solitario o coaligados, será capaz de romper la tendencia de apatía e indiferenc­ia.

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