ELECCIONES SIMBÓLICAS
En la política, como en el derecho, es necesario diferenciar entre la denominada eficacia simbólica y la eficacia real. La primera se refiere al significado que tiene la expresión externa de los símbolos, es decir, lo que exteriormente expresa una norma, una institución o una conducta. La segunda se relaciona con el mensaje real y “verdadero” que subyace detrás de aquella manifestación formal. Lo ideal en un mundo de plena corrección es que los símbolos correspondan a su realidad, es decir, que lo que se expresa corresponda plenamente a lo que quiere manifestarse o lo que se haga equivalga efectivamente al querer real de la persona. Por diferentes circunstancias ello no ocurre de esa manera. Distintas razones explican la recurrente discordancia entre lo formal y lo real, entre lo que se expresa y lo que realmente quiere decirse, entre lo que se hace y la intención que subyace en la acción.
En el derecho, por ejemplo, puede suceder que el mensaje formal de una norma no concuerde con lo que la norma quiere realmente regular, por ejemplo, puede suceder que en su literalidad una disposición prohíba desconocer los derechos de las personas, cuando el verdadero propósito es afirmar que se pueden limitar.
Algo similar puede ocurrir en el campo límite entre lo jurídico y lo político, como sucede cuando la Constitución al regular los sistemas mayoritarios o proporcionales para elegir gobernantes y representantes a cuerpos colegiados de elección ciudadana, en forma implícita está promoviendo la formación, respectivamente, de un sistema bipartidista o pluripartidista.
En este orden de ideas se mueven los procesos electorales en Colombia. Formalmente el 11 de marzo de 2018 los ciudadanos estarán eligiendo los nuevos miembros del Congreso Nacional para un periodo de cuatro años que se extiende hasta el 2022, pero por lo ocurrido en los cierres de campaña, por la estructura misma de las instituciones, por las prácticas políticas tradicionales, por las costumbres electorales y principalmente por las expectativas creadas ante el difícil momento que vive el país como resultado del posacuerdo, no cabe duda que una parte del electorado actuará movido por fines diferentes a los formalmente programados.
En buena medida los ciudadanos participarán en las elecciones del domingo 11 de marzo de 2018, con el pensamiento y la intención puestos en las elecciones para Presidente de la República, cuya primera vuelta se desarrollará en el mes de mayo de 2018, en las elecciones departamentales y municipales de 2019 e incluso en las elecciones presidenciales de 2022.
Dentro de este panorama, buena parte del electorado tendrá especial interés por los comicios locales de 2019, en primer lugar, por la costumbre histórica que hace que los candidatos locales deban contar con el aval de los congresistas con más alta votación en su región y en segundo término, porque históricamente las grandes reformas políticas y sociales deben desarrollarse de la base a la cima, de manera que los alcaldes y concejos municipales pueden ser determinantes del futuro institucional del país
Los ciudadanos participarán en las elecciones del 11 de marzo con el pensamiento y la intención puestos en las elecciones para presidente, en las departamentales y municipales de 2019, e incluso en las de 2022.