El Colombiano

Don Quijote vive en América desde que nació

El periodista Alberto Velásquez Martínez publica otro libro sobre la obra más conocida de Cervantes. En el nuevo estudio lo sitúa en nuestro continente.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

El Quijote, ese personaje tan mentado y ese libro tan citado, ha influido en el caletre de media humanidad. En muchos casos, de manera directa, porque lo han leído; en una infinidad de maneras indirectas, porque casi todo el mundo lo menciona sin leerlo.

Alguien que se ocupa de leerlo por otros es Alberto Velásquez Martínez. El periodista y columnista ha publicado varios volúmenes sobre esa obra: uno de ellos es Tras las huellas del Quijote. Ahora editó un volumen titulado El Quijote en América, Colombia y Antioquia.

Lo ha leído y estudiado con locura desde la primera mitad de 1980, cuando el entonces presidente Belisario Betancur lo nombró cónsul de Colombia en Madrid y, al despedirlo, le dijo que, aparte del trabajo habitual, solamente le haría un encargo: “Haz la ruta del Quijote y escribe una crónica”.

El periodista, por supuesto, cumplió la misión. Recorrió la ruta —una red de caminos que suman más de 2.500 kilómetros de longitud— y escribió. Después de eso, como poseído por un espíritu de sensata locura, el del personaje, ¡lo ha realizado otras trece veces!

Y en cada ocasión disfruta como en la primera sus andanzas por el Campo de Montiel; la visita a los molinos de viento, y hasta el ingreso a la Cueva de Montesinos, en la Provincia de Albacete, que es oscura y resbaladiz­a. En esta lo alcanzó a asustar la bandada de murciélago­s que salie- ron espantados por su inesperada presencia. En esa cueva, el Quijote alucinó.

“Y a mi me faltó muy poco para alucinar también. Creo que con tres vinos más, hubiera desvariado”.

De esa entrada trajo un guijarro que sumó a su colección de artículos relacionad­os con el personaje, conformado por unas 120 piezas, en las que destaca un quijote grabado en un palillo de dientes, que le regaló un cónsul de Japón en Santiago de Chile.

En el primer viaje aprovechó para buscar colombiano­s. Justamente, en El Toboso, frente a la casa que se atribuye a Dulcinea, vivía un viejecito colombiano, que le habló del libro y lo llevó a la biblioteca pública para que viera más de 150 ediciones, en diversos idiomas, de la obra cervantina.

Alberto Velásquez recomienda volver sobre los pasos del caballero de la figura triste, pero si no se va con la idea de ver grandes mansiones y edificios majestuoso­s, porque se desencanta. Son construcci­ones sencillas y antiguas, que uno debe apreciar, auspiciado por la imaginació­n y dispuesto a comer los alimentos que menciona Cervantes en el libro (carnero, vaca, lentejas, palomino), porque en él, la gastronomí­a es muy importante.

El Quijote aquí

El nuevo libro de Alberto habla del impacto de la obra cumbre de la lengua española en muchas partes y personas del continente americano.

Para esos que creen que

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