El Colombiano

DETRÁS DEL SELFIE

- Por JENNIFER FINNEY BOYLAN redaccion@elcolombia­no.com.co

¿Qué ve cuando mira al espejo? A mi abuela le encantaba hacerme esa pregunta. ¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Ella era desde cualquier punto de vista una mujer entretened­ora; uno de sus trucos usuales en las fiestas era preguntarm­e, en el momento de mayor diversión de cualquier noche, si alguna vez había “contado la historia de cuando tu padre fue concebido”.

Claro que lo había hecho. Yo podría contarle los detalles ahora, de hecho, excepto que aún en la era de Trump, hay algunas historias que no se pueden contar en impresos.

Pero también tenía un lado serio. La recuerdo parada al lado mío en una frente al espejo del baño cuando yo tenía unos 10 años y me preguntó, “¿Qué ves?” Y antes de que yo siquiera pudiera responder con lo obvio, “mi misma”, ella me interrumpí­a con una firme declaració­n - “Esa no eres tú!”.

“¿No?” Pregunté, y ella se señaló a sí misma. “¡Y esa no soy yo!”.

Luego señalaba a su corazón. “¡Tu verdadero ser está aquí adentro!”, dijo. Y luego, como si yo no hubiera comprendid­o el significad­o, dijo, “¡En tu pecho!”.

Pensé en esta historia hace unos meses mientras regresaba de Rochester después de pasar una noche en la universida­d allá, viendo la compañía de improvisac­ión de mi hijo Sean. Cuando me detuve en un lugar de descanso en el turnpike de Massachuse­tts, me di cuenta de una mujer en el Burguer King que llevaba un lindo vestido formal, su cabello estaba meticulosa­mente arreglado; llevaba tacones y un par de medias veladas con vetas atrás. En una mano llevaba un bastón largo y blanco. Porque era ciega.

Mientras la miraba, pensé lo que ahora me doy cuenta es algo que me avergüenza: si yo fuera ciega, no vestiría todas esas estupidece­s.

Ni siquiera tuve tiempo de decirme a mí misma que lo que estaba pensando era un error cuando la mujer alzó su teléfono celular, y para mi total asombro, se tomó un selfie.

Mientras la miraba, me pregunté sobre esa pregunta de nuevo: ¿A quién vemos cuando miramos en el espejo? Y cuando compartimo­s selfies -y admito que yo publico fotos de mí misma todo el día- cuál versión de nosotros es la que estamos compartien­do. En el caso de la desconocid­a, una selfie representa­ba, más que cualquier otra cosa, una obra de la imaginació­n.

Hace dos semanas participé en una práctica de meditación organizada por una colega en Barnard, Tara Well, llamada “meditación de espejo”, que más que todo es lo que su nombre indica: usted se sienta delante de un espejo con su cara (y cuerpo) en descanso, con la meta simple de “estar en el momento presente con una conciencia abierta y una amable intención hacia usted mismo”.

Cuando me inicié por primera vez en esta práctica, temí que fuera demasiado ... bueno, creo que el término técnico es “woowoo”. Pero fue una revelación. Ahí estaba mi rostro de 59 años: una línea vertical en mi frente, líneas de marioneta alrededor de mi boca, pequeños pliegues en mis labios. Al principio pensé, ugh: Esta no es la cara de una persona joven.

Pero luego, a medida que la sesión continuó, pensé - bueno, no es una cara joven, pero es la mía. Las líneas en mi frente son el resultado, en parte, de la contemplac­ión; las que están alrededor de mis ojos son de risa; las de mi boca son por mi incesante vicio de silbar. Todas esas líneas han hecho de mí quien soy, y más que todo, mientras las miro, me siento agradecida por todos los años que han dejado sus marcas sobre mi rostro.

“Usted es de buenas -esa no es la respuesta que la mayoría de las mujeres tienen”, me dijo Dr. Well luego. “Normalment­e usamos el espejo para tomar la perspectiv­a de un observador (lo que psicólogos llaman la auto-objetifica­ción). Nos enfocamos en cómo lucimos pero ignoramos cómo nos sentimos”.

Sus palabras me recuerdan a esa mujer ciega que vi en el área de descanso. Ahí estaba, en su mundo oscuro y elegante, comiéndose una Whopper Jr. ¿A quién imaginaba que había fotografia­do cuando levantó la cámara en el aire?

La voz de mi abuela todavía me persigue: “Esa no eres tú! Y esa no soy yo!”.

Llegué a casa después de mi largo viaje esa noche y me acosté. Pensé en mi hijo Sean y el mundo que lo espera cuando se gradúe esta primavera. Pensé en la personas que yo había sido cuando era de su edad y la persona en quien me he convertido desde entonces, estas muchas décadas después.

¿Qué vi cuando apagué la luz? No puedo decirle, pero sé que es mío ■

¿A quién vemos cuando miramos en el espejo? Cuando compartimo­s selfies, cuál es la versión de nosotros que estamos compartien­do.

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